03
Dic 12

Las tortugas y la Navidad chapina

El sábado comenzaron a llegar los vendedores y a montar el pequeño mercado navideño en la plaza, frente a mi casa.  Y al atravesarlo, lo primero que vi fue a este grupo de tortugas, elementos indispensables para una buena orquesta navideña chapina.

Yo tengo la mía, que me compraron La Mamita y mi abuelita Juanita cuando yo tenía unos ocho años.

Con mi pequeña tortuga acompañé docenas y docenas de festejos de fin de año, tanto en la casa de las citadas abuelas, como en la casa de mis padres. Y en la casa de mi abuela Frances, tenía otra tortuga. Y bueno, como yo era el nieto mayor no había quien me disputara el derecho a somatar la caparazón en cuestión. Porque, claro, yo no tocaba la tortuga; sino que la somataba.

Una orquesta navideña guatemalteca necesita de tortugas y de otros instrumentos como chinchines, guacales y jícaras hechas de frutos del morro. Mis chinchines, guacales y jícaras  de niño aún los conservo, y están pintados de negro y tienen diseños en forma de animales, o de plantas. Y el que más me cae en gracia es uno que tengo con cara de animalito.

El color negro de aquellas piezas es como un laqueado singular. Los artesanos chapines lo hacen con hollín y la grasa de un insecto parecido a la cochinilla, al que le dan el nombre de nij. Pero también hay chinchines, guacales y jícaras pintados de colores; y de estos, mis favoritos son los que combinan el rojo y el amarillo.

Ahora bien, estos instrumentos encantadores y primitivos, en manos de niños de entre 3 y 12 años, le dan sonido a una orquesta atronadora que difícilmente puede llevar el ritmo, o si quiera tocar la misma pieza. Y sin embargo, es capaz de evocar recuerdos llenos de alegría y de extraordinarios momentos familiares. Al ritmo de tucutícutu, cada quién hace lo que puede y todos la pasamos contentos.


19
Nov 12

Otra víctima: el Arbol Gallo

Hace 162 años, en un ensayo que se titula Lo que vemos y lo que no vemos, Frederic Bastiat nos contó la parábola de la ventana rota, para ilustrarnos sobre el costo de oportunidad en el contexto de que la destrucción no genera beneficios.

La historia de la ventana rota cuenta como un niño rompe el escaparate de una panadería. Al principio todo el mundo simpatiza con el panadero; pero pronto la gente empieza a sugerir que la vitrina rota beneficia al vidriero, que comprará pan con lo que gane por reponer la ventana, y esto beneficiará al carnicero, quien comprara zapatos, y esto beneficiará al zapatero, y así podemos seguir. Finalmente la gente llega a la conclusión de que el niño no es culpable de vandalismo; sino que ha hecho un favor a la sociedad, creando beneficio para toda la industria.

Bastiat nos explica que si sólo tomamos en cuenta lo evidente: la necesaria reposición de una ventana rota; y perdemos de vista lo no evidente: lo que se dejó de hacer para reponer la ventana rota, no nos damos cuenta de que luego de la travesura del chiquillo, la sociedad ha perdido valor.  Se perdió lo que tuvo que invertirse para reponer algo que ya existía.

De todo esto me acordé cuando leí que -a causa del terremoto del 7 de noviembre pasado- las festividades del Arbol Gallo iban a ser suspendidas.  Leí como la gente aplaudió la decisión y me acordé de Bastiat y de su ventana rota.

Es cierto que muchas personas sufren por el terremoto, y es muy triste que cerca de 50 personas hubieran perdido la vida como consecuencia de aquel fenómeno.  Pero la vida continúa.  Y continúa…por dicha.    Sin embargo, cierto clamor popular y ¿una decisión apresurada? hicieron que a la tragedia evidente ocasionada por el terremoto la siguiera otra que no es evidente: la de las personas que sufrieron pérdidas económicas a causa de la suspensión de las fiestas en los árboles Gallo.

Músicos, artistas, técnicos, vendedores de golosinas y mucha gente más cuyos ingresos de fin de año dependían de las celebraciones del Arbol Gallo, no sólo en El Obelisco, en la ciudad de Guatemala, sino en otras partes del país.  Ellos fueron víctimas, no de un fenómeno natural, sino de la opinión pública que, en el momento del terremoto no estaba de humor para fiestas, y que sólo pensó en lo evidente, y no en el costo de oportunidad.

Yo me disfruto mucho del Arbol Gallo, de las Luces Campero y de otras tradiciones chapinas del fin de año, como seguramente las disfrutan miles y miles de guatemaltecos.  Y también comparto el dolor, cuando hay que compartirlo.  El propósito de estas meditaciones es reflexionar sobre el hecho de que la vida sigue, a pesar de las tragedias (que no son la circunstancia normal de la vida); y sobre el hecho de que a las tragedias no se les deberían sumar víctimas innecesarias a causa de el clamor de la opinión pública.

La foto es del Arbol Gallo, desde mi ventana.


04
Nov 12

“Sandwich” de fiambre y “bisque” de camarones

Una tradición que sigue al fiambre, en mi casa, es que la preparación de sandwichs de fiambre y bisque de camarones para la cena, uno o dos días después de la celebración.

Mis célebres sandwichs de fiambre son elaborados en buen pan francés con mayonesa y algunas carnes (e incluso vegetales) que sobraron y que se han estado marinando en el caldillo.  Hay que poner una variedad de carnes y esparcir los ingredientes como caigan, para que cada bocado del sandwich tenga una sorpresa.  Igual te toca una rodaja de  butifarra, como te toca una remolacha, un trocito de cesina, o unas arvejas.  El bisque lo preparamos con el caldo de los camarones que usamos para el adorno del fiambre.  En realidad es medio bisque y medio chowder y a mí me gusta muchísimo.  Sobre todo acompañado con un tinto sabroso.

Me gozo mucho los subproductos de las festividades.  Por no decir las sobras.  Por ejemplo, del fiambre hacemos los huevos revueltos con lengua salitrada, fritos en aceite de oliva y acompañados por buen pan francés.  Del pavo -en las fiestas de fin de año- me gozo mucho el caldo de huevos; y  los sandwichs de relleno, y de ensalada de pavo.


04
Nov 12

Ayote, y huevos revueltos con lengua salitrada

En mi casa es tradición que, uno o dos días después del fiambre, me desayune unos huevos revueltos con lengua salitrada y dulce de ayote.  ¡Me encanta el dulce de ayote!, y también la lengua salitrada.  Así, picadita en cubitos queda muy bien con un par de huevos revueltos y fritos en aceite de oliva.  Acompañados por buen pan francés y por café de primera.

Este año, por cierto, la lengua estaba especialmente deliciosa; y el dulce de ayote fue posible gracias a mi amiga, Carmen, que me mandó del que hizo en su casa y le quedó muy sabroso.

Me gozo mucho los subproductos de las festividades.  Por no decir las sobras.  Por ejemplo, del fiambre hacemos los huevos revueltos con lengua; y también un bisque de camarones, con el caldo en el que se cocieron los crustáceos que usamos para adorno en el fiambre; y también mis célebres sandwichs de fiambre.  Esto es: en buen pan francés pones mayonesa y algunas carnes (e incluso vegetales) que sobraron y que se han estado marinando en el caldillo.

Del pavo -en las fiestas de fin de año- me gozo mucho el caldo de huevos; y  los sandwichs de relleno, y de ensalada de pavo.


02
Nov 12

Hoy es día de muertos

Hoy es Día de muertos; y como tengo los míos, los celebro. En Guate se celebra más el Día de todos los santos que el de los difuntos; y aquí lo festejamos con el monumental fiambre. ¿Cuántos platos te has comido entre ayer y hoy?

Tengo la hipótesis, sin fundamento científico alguno, de que nuestra celebración del fiambre es el Thanksgiving chapín; porque en esta ocasión se celebra la vida –de una forma retorcida por medio del recuerdo de los muertos–. Celebramos que podemos ser felices en esta vida, mientras recordamos a los que ya no pueden. En este contexto también se celebran la abundancia y los frutos del trabajo y del emprendimiento. Aquel plato majestuoso, que es el fiambre, solo es posible como consecuencia de haber producido y ahorrado. Además, como el Día de gracias, esta fiesta guatemalteca se celebra y se comparte con familia y amigos.

Mis finados son pocos, pero buenos. Mi padre, que me llevaba a comprar mariscos a La placita y que con mi madre me enseñó a cocinar. Que me enseñó a cangrejear en la playa y me enseñó a hacer Bloody Marys. Mi abuela, Frances, que me enseñó a disfrutar de la ópera y de los libros. Mi abuela, Juanita, que me enseñó la belleza y la elegancia de la sencillez, y que nunca pudo enseñarme a ser paciente. La Mamita, que sabía hacer peces con semillas de mangos, micos con semillas de jocotes marañones y payasos con huesitos de cuello de gallina, entre otras cosas. Mi tía Adelita que fue muy generosa y con quien disfrutaba mucho de pasear y platicar. Mi bisabuela, Mami, que me consentía más que nadie y cuya receta de fiambre preparamos en casa. Mi abuelo, Luis, que es un faro; y mi abuelo, Jorge, que es otra forma distinta de faro.

No siempre es fácil concentrarse en la vida, en un país donde te matan por tu teléfono; o donde las paredes están pintadas con imágenes religiosas armadas con fusiles. Aun así cada mañana sale el sol; y todos los días ríen los niños. Si no eres muy plasta, por ahí ha de haber alguien que te ama. Ahí están la música, la poesía, la escultura, la pintura, el teatro, la danza. Ahí está tu hijo a quien no has llamado; y ahí está tu madre a quien tienes ratos de no abrazar. Carpe diem: Acordaos hermanos que una vida tenemos, y si la perdemos no la recobramos.

Columna publicada en El periódico.


02
Nov 12

Fiambre 2012, ¡que dicha!

¡Ah que dicha y que alegría es ser parte de esta celebración del fiambre, en esta tierra costumbrera, como dijera José Milla y Vidaurre!  No sólo porque ese plato nos sale maravilloso en casa, sino porque lo compartimos con varias de las personas a las que queremos mucho.

El fiambre es un plato guatemalteco que se come con ocasión del día de Todos los santos; y de todos los platos chapines, este es mi favorito. Es, digamos, un plato megachapín. A grandes rasgos, es una combinación compleja de vegetales, carnes, embutidos y conservas cuyo elemento unificador es un caldillo.

El que hacemos en casa es la receta de mi madre que, a su vez es la receta de mi abuela y de mi bisabuela paternas. No hay una sola receta de Fiambre porque cada familia tiene la suya; y aunque dos, o tres recetas vengan de una misma, las tres serán distintas porque cada quién le pone su sazón y cada quién le quita, o le pone ingredientes a su gusto. En mi familia, por ejemplo, aunque los fiambres de mi abuelita Frances y el de mi tía Baby venían del de mi bisabuela Adela; el primero tendía a ser dulzón y el segundo tendía a ser ácido. A mi me gusta ligeramente endulzado con miel de abejas por el toque de madera que le da la miel.

Hay cuatro tipos básicos de fiambre: El verde, el blanco, el rojo y el rosado; y el que hacemos en casa es de este último tipo y del lado dulzón. Lo importante, sin embargo, es que no importa qué receta se haga, el Fiambre sea armonioso y balanceado. Demasiados, o muy pocos de algunos ingredientes pueden estropear la armonía y el balance.  Este año nos arriesgamos en la casa porque le pusimos arvejas y butifarras extra (que son mis verduras y mis embutidos favoritos); eso sí, no perdimos el balance y todo fue un éxito.

El fiambre es, por mucho, el plato más extraordinario y magnífico de la cocina chapina. El plato tiene sus detractores que yo pongo en dos cajones: el de los melindrosos, del cual no vale la pena ocuparse; y el de los que han tenido una mala experiencia con él, principalmente porque han probado alguno que, en vez de ser una combinación armoniosa y balanceada, ha sido una mezcla pretenciosa -o miserable-.

Este es un plato que se come en familia y compartido. En la ciudad es algo difícil notarlo; pero en los pueblos es muy evidente. A lo largo de la mañana del día 1 de noviembre, platos van y platos vienen de una casa a otra. O bien, a la casa donde se hace el fiambre, llegan familiares y amigos a comer. Los invitados -y los invitados de los invitados- suelen llevar algo de su propio fiambre, o bien, aveces llevan otra cosa, como dulces de ayote, o de jocotes, conocidos como cabeceras.  De ahí los versos que los niños chapines solían recitar durante la celebración guatemalteca de lo que en el norte se conoce como Halloween:  Angeles, somos/ del cielo venimos/ cabecera pedimos, es lo que los niños chapínes solían decir cuando salían a pedir dulces en la noche del 31 de octubre.

Algunas cervezas y otras bebidas siempre son bienvenidas. Como el fiambre tiene algo de vinagre, hay que tener mucho cuidado con que vino se elige para degustarlo. Yo prefiero cerveza, o quizás algo como Carmenere.  Y si se tienes a la mano pan de horno de leña…¡¿qué mejor!?

En casa, este año, el almuerzón fue coronado con un helado de camote acompañado con un toque de mermelada de mandarina. ¡No es posible imaginarse lo delicioso que estaba!, y es una creación novedosa.

La preparación del Fiambre consume mucho tiempo: Un día para cocer y rodajar las carnes, otro para cocer y  picar las verduras ypara mezclar el caldillo y todos los ingredientes, y otro para que la mezcla se curta antes de ser consumida y darle los toques finales a la sazón. El Fiambre se sirve adornado con una variedad adicional de ingredientes.

Nadie conoce exactamente de dónde surgió la costumbre de preparar el Fiambre. Mi tía abuela, La Mamita, decía que habían tres posibilidades: que se hubiera originado debido a la práctica de ir a almorzar al cementerio e intercambiar platillos; que había tenido su génesis en la visita sorpresiva de un obispo a un convento y de la necesidad de prepararle un almuerzo sin que hubiera suficiente de una sóla cosa; o que había sido un milagro en el que estaba involucrado cierto hambriento que halló muchos ingredientes en un monasterio. Incluso se atrevía a asegurar que la etimología de la palabra venía de fé de hambre, cosa que ahora me causa mucha gracia.

Por cierto que José Milla en Cuadros de costumbres, menciona que el fiambre se comía al anochecer (en contraste a como se hace ahora, que es un plato para el almuerzo).  Thomas Gage, que visitó Guatemala en 1625 menciona el fiambre como un plato frío, muy delicioso.  También lo menciona, Francisco Ximénez (que transcibió el Popol Vuh) en sus escritos del siglo XVIII.  De la descripción de Milla me llama la atención que dice que el fiambre está compuesto de hierbas y carnes; lo cual es raro porque -en todo caso- es de muchas verduras o legumbres, y muchas carnes.   Hierbas son los bledos, las patas de paloma y la verdolaga, por ejemplo; pero no las arvejas, los ejotes, las zanahorias y otras legumbres que lleva este plato.

Lo cierto es que, como dice Salomé Jil: Creo que no habrá muchos guatemaltecos que no hagan, en la víspera del día de difuntos, la visita al cementerio; pero dudo que haya un sólo, sea de la clase que fuere, que deje de comer el fiambre, que se hace únicamente en este día.

Sea cual sea su origen, el Fiambre es mi plato favorito en todo el universo-mundo. Y celebro con mucha alegría la dicha de prepararlo y consumirlo.  Los de la foto son los platos que preparamos para comer ayer en casa…y durante los proximos tres, o cuatro días comeremos fiambre siempre que podamos.

El rebozo es de Quetzaltenago.


02
Nov 12

Barrilete, celajes y volcán para celebrar

Ayer, luego del fiambre, terminamos en el tejado de mi casa volando un barrilete que cayó allí.  Yo tenía…desde…quizás desde principios de los años 80 de no volar un barrilete y este se desplomó mientras observábamos el atardecer.  Lográmos elevarlo de nuevo y sin posibilidad de saber quién era su propietario lo elevamos durante un buen rato.

Me acordé de cuándo volaba barrilete en un campo que quedaba cerca de la casa de mis padres; y de cuando era niño y mi papá, o mi tío Freddy nos llevaban a mis hermanos y a mí a volar barrilete a la Avenida de las América.   Mis primeros barriletes, sin embargo, los volaba en la terraza de la casa de mi abuelita Juanita, elaborados por ni tía abuela, La Mamita.

Aquí se hacen con cañitas de bambú y con papel de china colorido. Las colas se le hacen con papel periódico, o con trapo, dependiendo del tamaño del barrilete.

Porque noviembre es un mes de mucho viento es la temporada de barriletes en Guatemala; también es tradición que, en algunas poblaciones, haya grandes celebraciones que involucran barriletes gigante en honor a los muertos -siendo que el 1 y el 2 de noviembre se festeja a todos los santos, y a los difuntos.

Fue una gran ocasión la de ayer, cuando luego del tradicional almuerzo de fiambre -y de probar un magnífico y celestial helado de camote, que hicieron en casa- tuvimos la oportunidad de compartir este barrilete con amigos y familia.

Mi historia favorita con los barriletes tiene que ver con su nombre. En otros países se les llama cometas o papalotes; y en la República Dominicana, por ejemplo, se les dice chichiguas. Ahora bien, aquí, en Guatemala, las chichiguas eran las nodrizas indígenas de la villa de Mixco que, hasta temprano en el siglo XX, venían a amamantar a niños de la ciudad de Guatemala cuyas madres no podían, o no querían, darles el pecho.

De ahí la frase mi hermano de leche, para referirse a aquellos con los que se había compartido el pecho.

En la foto nótense los celajes, que también son característicos de noviembre; y la cima del volcán de Agua.


02
Nov 12

Misa de ángeles, una costumbre “creepy” que ya se perdió

La misa de ángeles era la que se celebraba cuando moría un niño.  En el siglo XIX, la costumbre era que se elaboraba un altar en el que se depositaba el cuerpo del niño fallecido en los brazos de la imagen de un ángel.  Luego se tomaba una fotografía y se llevaba el difuntito al cementerio.   Se supone que la misa de ángeles debía celebrarse con alegría pues el muertecito habría de engrosar el ejército de angelitos en el cielo.  Mi tía abuela, La Mamita, contaba que en algunos pueblos se bailaba, se bebía y se recitaban versos festivos durante los velorios de infantes.  ¿Creepy, o no?

Las fotos son de La casa de los súchiles y muestran dos altares, propios de misas de ángeles, de 1905 y 1909; y gracias al cuate, Mark, he aquí unas fotos del mismo tema en el Reino Unido durante la época victoriana.


01
Nov 12

Peli para el día en que los chapines visitan cementerios

Eloy Amado Herrera, poeta guatemalteco, era conocido -con todo respeto- como Eloyito Amado.  Encontré esta placa en recuerdo suyo en la Universidad Popular; y hace unos meses me acordé de su nombre cuando vi la película  No mires para abajo  .

Hoy, que para los chapines es día de ir a visitar cementerios, les recomiendo  la historia de Eloy (homónimo de don Eloyito) ; un adolescente de Buenos Aires que anda en zancos y trabaja en la marmolería de sus padres repartiendo lápidas en las sepulturas que atiende el negocio familiar en La Recoleta. Eloy también trabaja de empanada; y si te abochornan las escenas sexuales, especialmente si son tántricas, esta no es peli para ti.

Eso sí; si te gustan las historias buenas, te la recomiendo.


31
Oct 12

¡Feliz celebración de Halloween!

Me gustan mucho las fiestas; y si son de disfraces, ¡mejor! Me divierte mucho, además, el espíritu juguetón de las personas que se disfrazan para las fiestas y que gozan haciéndolo. Por eso me gusta el Halloween.

Me gusta porque de niño disfrutaba eso de ir de casa en casa pidiendo dulces. Claro que ahora la inseguridad le ha quitado encanto a esa práctica; pero recuerdo con mucho cariño mis noches de Trick, or Treat,que los chapines hemos convertido en Trico Trico, o en algo parecido. Esa mala traducción le ha quitado sentido a la frase que, en realidad, significa que si no quieres que te haga un encantamiento, tienes que darme una golosina…o algo así.   Yo me siento incómodo con otras formas de extorsión; pero no creo en los encantamientos, y entiendo que esto no es más que un juego.

Claro que nunca faltan los patanes que manchan puertas y paredes; pero eso es otro par de zapatos que tiene que ver con la falta de educación, no con la naturaleza lúdica de la fiesta.

Ahora está de moda quejarse del Halloween porque hay gente que dice que es cosa del diablo, queja que me parece tan absurda como el tema de los encantamientos.  ¿Qué de diabólico puede haber en un montón de críos pidiendo dulces?   El hecho es que eso es lo único que les importa a los niños.  ¿Y a los grandes? Pues a los grandes nos gusta la parranda…¿y qué?  El diablo no tiene que ver con el placer, ni con la diversión, ni con la alegría; sino con las llamas y el olor a azufre.

También está de moda quejarse del Halloween porque es una fiesta extranjera.  ¡Como si nuestras fiestas más características no fueran extranjeras!  La Navidad y la Semana Mayor las trajeron los curas españoles a fuerza de hierro y pólvora.  Y lo mismo se puede decir de la Fiesta de Todos los Santos (la mayoría de los cuales son europeos) y de la del Día de los Muertos.  Y nadie se quejó cuando la Semana Mayor fue declarada Patrimonio Nacional, ¿o sí?  Además, ¿cuál es el criterio para decir qué fiesta es nuestra? ¿Quiénes somos nosotros?  A ver…¿dónde fueron inventados el Nacimiento y el Arbolito? Todo esto es un disparate enraizado en esa perversión que es el nacionalismo; o en esas otras peores como el racismo y el chovinismo.

El Año Nuevo, en el primer día de enero, es una fiesta extranjera;  el 1 de mayo conmemora una masacre en los Estados Unidos de América; El 30 de junio celebra la Revolución enraizada en el constructivismo francés; el 15 de agosto (y todas las fiestas patronales) tiene sus orígenes donde los tienen el 25 de diciembre y el 15 de enero;   y así nos podemos ir fiesta con fiesta.  Y las fiestas mayas, ¿cómo sabemos que no tienen orígenes olmecas, toltecas, o teotihuacanos?  ¿Hay algo que sea 100% puro chapín? ¿Qué es ser 100% chapín?

La búsqueda de la pureza cultural, así como la de la pureza étnica, es una quimera más espantosa que cualquier niño disfrazado y con sobredosis de azúcar. En vez de enconcharnos en la aldea, o en la parroquia, seguramente sería mejor que nos enriquecieramos con las experiencias culturales que nos ofrece este mundo que es un pañuelo.  ¿Por qué no? Mientras más fiestas y más alegría, mejor.

Hoy, que mi fiambre ya está listo desde anoche, y como dice la canción: ¡Voy a pasármelo bien!; y si te interesa el tema te recomiendo este artículo: La pasión por la calabaza.