Otra víctima: el Arbol Gallo

Hace 162 años, en un ensayo que se titula Lo que vemos y lo que no vemos, Frederic Bastiat nos contó la parábola de la ventana rota, para ilustrarnos sobre el costo de oportunidad en el contexto de que la destrucción no genera beneficios.

La historia de la ventana rota cuenta como un niño rompe el escaparate de una panadería. Al principio todo el mundo simpatiza con el panadero; pero pronto la gente empieza a sugerir que la vitrina rota beneficia al vidriero, que comprará pan con lo que gane por reponer la ventana, y esto beneficiará al carnicero, quien comprara zapatos, y esto beneficiará al zapatero, y así podemos seguir. Finalmente la gente llega a la conclusión de que el niño no es culpable de vandalismo; sino que ha hecho un favor a la sociedad, creando beneficio para toda la industria.

Bastiat nos explica que si sólo tomamos en cuenta lo evidente: la necesaria reposición de una ventana rota; y perdemos de vista lo no evidente: lo que se dejó de hacer para reponer la ventana rota, no nos damos cuenta de que luego de la travesura del chiquillo, la sociedad ha perdido valor.  Se perdió lo que tuvo que invertirse para reponer algo que ya existía.

De todo esto me acordé cuando leí que -a causa del terremoto del 7 de noviembre pasado- las festividades del Arbol Gallo iban a ser suspendidas.  Leí como la gente aplaudió la decisión y me acordé de Bastiat y de su ventana rota.

Es cierto que muchas personas sufren por el terremoto, y es muy triste que cerca de 50 personas hubieran perdido la vida como consecuencia de aquel fenómeno.  Pero la vida continúa.  Y continúa…por dicha.    Sin embargo, cierto clamor popular y ¿una decisión apresurada? hicieron que a la tragedia evidente ocasionada por el terremoto la siguiera otra que no es evidente: la de las personas que sufrieron pérdidas económicas a causa de la suspensión de las fiestas en los árboles Gallo.

Músicos, artistas, técnicos, vendedores de golosinas y mucha gente más cuyos ingresos de fin de año dependían de las celebraciones del Arbol Gallo, no sólo en El Obelisco, en la ciudad de Guatemala, sino en otras partes del país.  Ellos fueron víctimas, no de un fenómeno natural, sino de la opinión pública que, en el momento del terremoto no estaba de humor para fiestas, y que sólo pensó en lo evidente, y no en el costo de oportunidad.

Yo me disfruto mucho del Arbol Gallo, de las Luces Campero y de otras tradiciones chapinas del fin de año, como seguramente las disfrutan miles y miles de guatemaltecos.  Y también comparto el dolor, cuando hay que compartirlo.  El propósito de estas meditaciones es reflexionar sobre el hecho de que la vida sigue, a pesar de las tragedias (que no son la circunstancia normal de la vida); y sobre el hecho de que a las tragedias no se les deberían sumar víctimas innecesarias a causa de el clamor de la opinión pública.

La foto es del Arbol Gallo, desde mi ventana.

Comments

comments

1 comment

  1. Por algún lugar, recuerdo haber leído que iban a gastar cinco millones de quetzales en la inauguración de los diferentes árboles Gallo, pero ¿quien dice si realmente eran cinco y no diez o quince por ejemplo?, de repente fue una oportunidad de ser “políticamente correcto”, obtener mayor publicidad y de mejor calidad y a un menor precio.

    Por otro lado, en el caso de los artistas, músicos, sistemas de audio, iluminación y demás parafernalia, es gente que “se supone” trabaja con contratos y anticipos o cláusulas de castigo en caso de cancelación.

    Todas estas personas ¿habrán exigido el cumplimiento de las cláusulas de sus respectivos contratos o tendrán miedo de iniciar una acción legal contra el gran poder que a todo nivel, tiene esa empresa? ¿Se conformarán con un “siempre mejor no”, o lucharán porque sea respetado y honrada la palabra dada entre las partes?