El martes fue el día de decirle ¡Hasta pronto! a El Soch y a don Julio, porque, de verdad que Raúl, Lissa y yo queremos regresar. Luego del desayuno nos dimos el último baño a guacalazos y caminamos hacia la cabaña para cargar el carro.
Cuando pasamos por el trapiche me acordé que no lo había fotografiado y nos acercamos a la maquinaria y a el bagazo de caña. Me dispuse a tomar fotos cuando ¡Ay, carajo! sentí un piquete primero y otro después. Sentí un ardor como de fuego y pensé: Hormigas. Y cabal dos enormes hormigas rojas me estaban mordiendo, una en un dedo del pie izquierdo y otra más arriba en el pie derecho. Zapateé contra el piso (más bien chancleteé) para sacudir de las que se estaban encaramando y todavía no habían morido y corrí al arroyo para meter los pies. Sentí delicioso lo helado del agua y una de las hormigas cayó, pero la otra siguió mordiendo mi dedo que ardía de verdad. Me agaché y retiré al insecto. Entre risas y maldiciones caminamos a la cabaña donde me unté de Caladryl.
Ese medicamento, que es mano de santo, debe ser infaltable en toda excursión. En casa lo recuerdo desde que era niño y es una dicha que no sólo todavía exista, sino que ahora viene transparente y no deja marcas rosadas, como cuando lo usaba en los años 60. Me ha ayudado mucho con los piquetes que traje de la selva y que, hasta el viernes pasado, todavía me daban comezón a ratos.
Rumbo a Santa Cruz del Quiché
Pues bueno, cargamos el pick-up, y pasamos a darle un abrazo de despedida y de agradecimiento a don Julio. ¿Sobra decir que fue un momento emotivo?
Con nosotros se vino Chito, el ayudante de don Julio a quien le dimos jalón a Uspantán y en esa población legendaria pasamos a despedirnos de doña Mimí y a agradecerle, de nuevo, sus cuidados, sus atenciones y su gratísima compañía en El Soch.
De ahí la emprendimos hacia Santa Cruz del Quiché porque, aunque nos llevara dos días -y ese era el plan original- por nada del mundo volveríamos por los caminos solitarios, de terracería y polvazón por los que llegamos. Además teníamos una misión en aquella cabecera departamental: comprar pan de la Panadería Zuly.
Pasamos el cruce al triangulo Ixil donde hemos visitado Nebaj y Chajul; pasamos por Sacapulas a comprar sal negra y como ya hacía hambre pasamos -como lo hemos hecho otras veces- a La vuelta del río una playa en el Río Negro. La idea era comer algo ahí…pero…el hummus que quedaba y habíamos llevado para comer durante la excursión no aguantó hasta ese día y se salió del recipiente en que venía y la hielera llena de hummus y eso nos quitó las ganas de comer. Por cierto que el hummus me sale delicioso así que perderlo fue una lástima. Con hambre seguimos el camino hacia Santa Cruz.
Llegamos y en el hotel Casa Antigua El Chalet ya nos tenían reservada la mesa que nos gusta junto a la chimenea. Siempre elegimos ese hotel porque es chulo, los cuartos son cómodos y se come bien. Ahí tuve que ir a un Car Wash a lavar la hielera y quitar los restos de hummus que habían manchado todo. Luego de un buen baño con ducha y agua bien caliente almorzamos y nos dirigimos a buscar la Panadería Zuly.
Disfrutamos un rato del mercado y del parque central y averiguando por donde estaba aquel establecimiento le preguntamos a una familia que andaba de paseo. Viendo que éramos fuereños y que la panadería queda relativamente lejos del parque, la familia se ofreció a encaminarnos. Yo digo que ese es el espíritu generoso y cariñoso que muchos visitantes aprecian de los chapines. Me lo han dicho muchos de los visitantes a los que he tenido la dicha de atender en los últimos 20 años.
¡Pan para Judas!
Gracias a nuestras guías llegamos a la Panadería Zuly donde había cola para entrar. Es que el Martes Santo es el día en el que la gente compra el pan de Semana Santa. En las calles van y vienen personas, familias, parejas con cajas y canastos de pan. Van para sus casas y algunos viven cerca, y otros lejos. Lissa nunca había hecho cola para comprar pan y Raúl navegó con maestría la situación. Mientras yo compraba Coca-Cola y tomaba fotos en la calle, en la panadería atendieron a Lissa y a Raúl con gracia y rapidez. ¡Y ya teníamos, con nosotros, cazuelejas y bizcochos! Los mismos que nos había recomendado la familia de don Julio, en El Soch.
Locos de contento, con nuestro cargamento, volvimos al hotel para cenar alguito, tomar un par de tequilas y hacer un debriefing. Pero no encontramos el tequila entre el cargamento del carro, así que nos contentamos con un par de cervezas.
Cansados, contentos y relajados nos fuimos a dormir, no sin que yo pellizcara un pedazo de cazueleja, antes de hacer mis abluciones.
El miércoles amanecimos recuperados y luego de desayunar fuimos al parque central. Paseamos por el mercado donde compramos hojas de canak para que Lissa le encargara a su cocinera unos tamalitos envueltos en esa hoja deliciosa. También compramos tomates de árbol, que en El Soch conocen como tomates extranjeros. Yo nunca los había probado, pero en casa de Las Tías prepararon un chirmol con esa fruta algo exótica y de verdad que es algo muy sabroso. Luego Lissa nos contó que en su casa prepararon un chirmol bien rico.
Pasamos a la catedral para tomarnos una foto y enviarla a nuestra amiga y compañera de aventuras, Rachel, que nos hizo falta en esta ocasión.
¡De vuelta a Guate!
Volvimos al hotel y luego de una siesta brevérrima agarramos camino en busca de la salida para Zacualpa, Joyabaj y Pachalum. En las calles de Santa Cruz nos encontramos con una variedad de Judas. En Guatemala es tradición quemar muñecos que representan a Judas Iscariote el Sábado de Gloria. A Judas se le quema en un lugar publico, luego de leer su testamento que suele ser un documento chistoso que hace burla de vecinos y autoridades del lugar. Mientras llega el sábado, Judas es exhibido en diferentes circunstancias de acuerdo con las costumbres locales. No se cómo es en Quiché, pero en la costa sur, es tradicional bailar con Judas para pedir pan y dinero. ¡Pan para Judas! es la consigna allá.
En fin…para mantener la tradición de perdernos no podíamos salir bien de Santa Cruz… y Judith, una chica en moto, a quien le preguntamos direcciones, se ofreció a guiarnos y encaminarnos a Zacualpa. Otra vez esa generosidad chapina que mencioné antes.
Para ir haciendo la historia corta arribamos a Pachalum con la idea de llegar a San Juan Sacatepequez y de ahí a Guatemala, antes de que oscureciera. Pero entre Pachalum y San Juan el camino es de terracería…y otra vez polvazón. Es sin embargo, un camino bonito y muy limpio, impresionantemente limpio porque la gente lo cuida; y pasa por un puente sobre el río Motagua y pasa por campos donde abundan los árboles de tamarindo.
Para esas horas, ya teníamos hambre otra vez, de modo que nos detuvimos en el restaurante Chuaxán en el kilómetro 42.2 entre San Juan y Mixco Viejo. Atendidos por Rudy tuvimos una buenísima experiencia, no solo por el ambiente, sino por la comida que estuvo deliciosa. ¡Aaaaah!, como deseaba una siesta en ese momento, pero había que seguir para entrar a Guatemala antes de que oscureciera.
@luisficarpediem Caminos polvorientos llenos de aventuras, anécdotas y buenos recuerdos. El Soch, Quiché #roadrrip #elsoch #quiche #guatemala #camino #aventura #luisfi61
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Pero no todo es fácil, justo antes de entrar a San Juan Sacatepéquez nos enviaron de vuelta porque ya había salido la procesión y era imposible pasar por las calles. De modo que agarramos para San Raymundo y de ahí Ciudad Quetzal, San José las Rosas y la Calzada San Juan. La carretera, por cierto, tiene su encanto y no la habíamos usado antes. ¿Te acuerdas del anuncio de televisión de la lotificación San José las Rosas? El jingle decía: Yooo tambeeién voy a viviiir en San José las Rooosas.
Llegamos a casa de Lissa y descargamos parte del carro. La aventura había llegado a su fin. Luego a casa, a descargar el pick-up, a desempacar maletas, hieleras y cajas. Un baño laaaargo y delicioso, y llenos de recuerdos entrañables, listos para la próxima aventura..colorín colorado, este cuento se ha acabado.