Fue impactante ver las imágenes de la captura de 25 policías nacionales por presuntamente participar en una red delincuencial involucrada en el tráfico de migrantes a lo largo de Guatemala.
Conocida como Los R, aquella red operaba hoteles, casas, bodegas, flotillas de buses y cuentas bancarias; movilizó a unas 10,000 personas con la complicidad de agentes de la PNC, a quienes les pagaban para que se hicieran de la vista gorda cuando los migrantes ilegales pasaban de Esquipulas a Tecún Umán… previo pago de US$ 350 por persona para no ser molestados.
Para conseguir aquellos resultados, el Ministerio Público condujo una investigación durante casi tres años, y el operativo incluyó 34 allanamientos.
El tema de los migrantes ilegales me conmueve mucho porque —descontada la migración con fines políticos— las personas que se van de un país a otro en aquellas condiciones, en busca de mejores niveles de vida, son muy vulnerables. Están a merced de coyotes que pueden ser criminales, de ladrones, violadores, secuestradores, extorsionistas y otros delincuentes; de aprovechados; y de autoridades corruptas e incluso crueles.
¿Cuál es la migración política? Pues resulta que las migraciones tienen efectos políticos complejos y permanentes; y las migraciones masivas y constantes tienen impacto en la política interior de los países receptores en los campos de las funciones del gobierno, la seguridad, el gasto social y en materia electoral. La inmigración cambia la política interna del país receptor por motivos culturales, religiosos e ideológicos. Tal es el caso de los musulmanes en el Reino Unido, que han hecho de Londres una ciudad islámica; y los africanos en España, hombres que viajan en edad militar y sin familias, por citar dos ejemplos. Lo mismo pasa en los estados que, en la Unión Americana, reciben migraciones masivas de hispanoamericanos. No tengo simpatía alguna por ese tipo de migraciones masivas organizadas, que salen de países estatistas y colectivistas para ir a votar por políticas estatistas y colectivistas a los países receptores; pero sí por las personas individuales y las familias que son sometidas a procesos peligrosos y denigrantes para “poner en jaque” a la oposición política.
El operativo de la Unidad de Investigación Criminal Internacional del MP pareciera haber acabado con Los R; pero, ¿habrá más redes similares? ¿De qué tamaño será el negocio del transporte y resguardo de migrantes ilegales? ¿Qué ocurre con los miles de chinos que pasan por el Darién? ¿Pasan por Guatemala? ¿Cómo será la vida durante uno de estos viajes?
Pregunto esto porque guatemaltecos y mexicanos solemos clamar por trato humanitario para nuestros connacionales cuando viajan a los Estados Unidos de América de forma ilegal; pero el trato que les damos a otros hispanoamericanos, cuando pasan por nuestros territorios, puede ser entre grosero y malvado. En Semana Santa conocí a un personaje chapín que sufrió numerosos vejámenes y despojos no sólo a su llegada a los Estados Unidos, sino durante su paso por México. En una cárcel donde estuvo detenido, le daban repollo en el desayuno, repollo en el almuerzo y repollo en la cena. ¿Cómo les va a los centroamericanos, ecuatorianos, venezolanos y otros hispanoamericanos cuando pasan por Guatemala? ¿Cómo es el trato para sus clientes por parte de los coyotes chapines?
Dicho lo anterior, y si la encuentras, te recomiendo Los lobos, una peli sobre migrantes que no es cualquier peli sobre migrantes. Max y Leo -personajes entrañables- pueden robarte el corazón a lo largo de una historia positivamente cargada de humanidad y de autenticidad; y la madre, Lucía, no se queda atrás.
Columna publicada en República.