La mal llamada ley de desarrollo rural integral es la consecuencia de 36 años de lucha armada y 16 años más de perseverante y talentosa lucha política. Por eso es tan importante para la exguerrilla y para sus satélites dentro y afuera de la administración de Otto Pérez Molina. Es la concreción de la reforma agraria, del separatismo indigenista y de otros ideales de la lucha guerrillera; ideales no conseguidos luego de miles de muertos; pero relativamente fáciles de alcanzar con paciencia y con la complicidad de políticos y dirigentes oportunistas e inconsistentes.
El artículo 8 crea tratos preferenciales, proteccionismo o privilegios para sectores y regiones en el contexto del comercio. En vez de eliminiar los privilegios, que tanto daño hacen en la sociedad, la normativa los multiplica e institucionaliza.
El artículo 10 de la propuesta es clarísimo al encargarles a los pipoldermos la reforma y democratización de la estructura de la tenencia y el uso de la tierra…desincentivando su concentración. A esto, en mi pueblo, se le llama reforma agraria. Traducido al idioma de los mortales, aquel texto quiere decir que los políticos y funcionarios -no el mercado, ni los actores económicos- decidirán por medio del uso de la fuerza y de la ley, quién puede tener tierra y quién no. Ese mismo artículo les otorga a los pipodermos la facultad de decidir qué se puede cultivar y qué no; y en dónde. Lo tuyo ya no será tuyo, porque otros te dirán si puedes conservarlo, y otros te dirán qué puedes hacer con ello. El artículo acaba con el derecho de propiedad y lo somete no sólo a la arbitrariedad de los políticos y sus funcionarios, sino a la voluntad de la mayoría (que es lo mismo que decir a la voluntad de quien diga representarla).
El artículo 15 habla de promover y garantizar la participación de la población rural en los procesos y espacios de toma de decisiones en los diferentes niveles (local, municipal, departamental y regional). Esta previsión presenta varios problemas, pero he aquí dos: el primero es que desnaturaliza el concepto de ciudadano, que es individual, y lo colectiviza integrándolo en dos grandes grupos difíciles de definir y por lo tanto expuestos a la arbitrariedad: población rural, y población urbana. El segundo es que crea dos clases de personas, unos son los habitantes de las áreas rurales que tendrán el privilegio de influir directamente en las decisiones que los afecten; y otros son los habitantes de las áreas urbanas que tendrán que aguantarse con lo que les receten los pipoldermos y los grupos de interés que influyan en ellos.
De ahí la importancia de lo que advierte el columnista Estuardo Zapeta con respecto a el uso como sinónimos de las palabras indígena y campesino; y el uso del concepto de territorio. El reconocimiento legal de grupos de guatemaltecos específicos, con privilegios en territorios definidos y separados del resto de guatemaltecos que no goza de aquellos privilegios ni tiene territorios para sí (qua grupo), es uno de los objetivos que la exguerrilla perseguía durante el enfrentamiento que protagonizó durante 36 años, y nunca consiguió. Los territorios liberados se les fueron de las manos; pero ahora podrían conseguirlos si logran que la Iniciativa 4084 sea aprobada por el Congreso.
Si esta es una iniciativa salida en el seno de la exguerrilla y sus organizaciones satélites, introducida durante la administración de Alvaro Colom (excandidato presidencial de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca), ¿por qué es que la administración de Otto Pérez Molina, general del Ejército, la promueve con tanto entusiasmo?
Yo iba a decir que es porque a Pérez Molina la exguerrilla le tiene la cola machucada; pero Cándido, dejó abajo su tortilla con requesón y frijoles volteados para decirme: ¿Qué tal si Pérez es uno de ellos? El les firmó los acuerdos de paz que le tendieron un puente de plata a la exguerrilla y le permitieron una salida elegante de un enfrentamiento que ellos habían perdido militarmente. Aquellos pactos de apaciguamiento le safaron la alfombra al Ejército para que luego, Oscar Berger terminara de debilitarlo y desarticularlo. Otto Pérez está rodeado de importantes asesores que fueron miembros de la guerrilla, o que tuvieron contactos estrechos con ella. Subió impuestos como lo haría cualquier socialista, promovió una reforma constitucional a la medida de sus asesores socialistas, recién ha estado promoviendo una reforma agraria como lo harían los socialistas. A mí no me extraña que un general sea socialista, socialdemócrata, socialcristiano, o nacionalsocialista, y no me extraña que un general simpatice con el socialismo que promovían los guerrilleros. ¿A “usté” sí?
Y yo mejor no dije nada. Mordí mi champurrada con frijoles y seguí desayunando.