Leí que los precios de los tomates y del pan empujaron la inflación en mayo y que ese fenómeno —el de la inflación— va al alza. Tú, que visitas Carpe Diem con frecuencia y has leído alguito de economía, ¿qué notas en aquella observación?

“La devaluación de la moneda es como orinarse en la cama. Al principio se siente rico, pero rápidamente se convierte en un desastre”. Francesco Guerrera. La ilustración la hizo Grok.
¡Correcto! El alza en los precios de los tomates y del pan, así como otros precios, no es la inflación. Esas alzas son consecuencias de la inflación. Tú ya sabes que la inflación es un fenómeno monetario. La decisión política de inflar la toman las autoridades monetarias por requerimiento de otros pipoldermos. Es un fenómeno monetario porque es la expansión de la cantidad de dinero por encima de la producción. Esa expansión (esa inflada) es necesaria para los pipoldermos porque es uno de los medios que tienen para financiar todos sus gastos que superan a sus ingresos. La compra de dólares por parte del Banguat, compra que mete quetzales al mercado (y los hace abundantes, y por lo tanto menos valiosos), también es una forma de inflar.
No son los tomateros ni los panaderos los responsables de la inflación. Son los políticos que controlan el quetzal. Que no te engañen.
La inflación es empobrecedora. Le roba valor a los sueldos que recibe la gente, destruye los ahorros y el valor de las pensiones, y corroe las posibilidades de formación de capital y, por lo tanto, hace estragos en la productividad. Mina la confianza y la estabilidad. De ahí que es genial que Ricardo Rojas —exjuez penal argentino— haya escrito el libro titulado La inflación como delito. Causar inflación debería ser delito.
Lee más sobre la inflación:
- Inflación. Que no te digan, que no te cuenten.
- Inflación. Para que no te cuenteén.
- La inflación es como orinarse en la cama.
- La inflación como delito.