Según esta ley, los turistas extranjeros gozarán de mayor protección que los turistas locales, y que los chapines. ¿Será que hoy ya lo vi todo?
Cuando uno cree que ya lo vio todo se entera de cosas como que el decreto 43-2010 del Congreso, que todavía está pendiente de ser sancionado por el Ejecutivo les prohíbe a los jueces otorgar medidas sustitutivas a quienes sean acusados y detenidos por supuestamente cometer delitos contra turistas. El decreto también les permite a los jueces aumentar las penas de un delito específico, cuando el ofendido sea un turista extranjero.
El primer efecto nefasto de esta ley absurda es que establece oficialmente dos categorías de personas en Guatemala: los turistas extranjeros cuyas vidas y bienes merecen protección especial hasta el punto de que los delincuentes que atenten contra ellos serán castigados duramente y a los sospechosos no se les darán medidas sustitutivas; y los locales, habitantes de segunda categoría, cuyas vidas y bienes no merecen protección especial alguna. Esta ley anula el principio de igualdad de todos ante la ley.
El segundo efecto nefasto es que, a los sospechosos -¡sólo por ser sospechosos!- se les niegan medidas sustitutivas, creando así un peligroso espacio para la arbitrariedad y una grieta en la garantía del debido proceso.
El tercer efecto nefasto es que se perpetúa la triste práctica chapina de ocuparse de las ramas, y no de las raíces del problema. La delincuencia contra turistas extranjeros y contra los guatemaltecos tiene sus orígenes no en la falta de penas, o en penas de poca monta; los tiene ya sea en la impunidad generalizada, o en la guerra perdida contra las drogas.
De nada sirve que haya penas de poca, o de gran monta, si la Policía, el Ministerio Público, el Organismo Judicial y el Sistema Penitenciario no cumplen con sus funciones; o si la naturaleza de la delincuencia sobrepasa no sólo nuestra magra capacidad y voluntad para proveer seguridad y justicia; sino que tiene dimensiones bíblicas como es el caso del narcotráfico.
A mí se me hace que esta es una de esas leyes que hacen los políticos para taparle el ojo al macho y para que no se diga que no hacen nada. Es como la ley que prohibe que vayan dos personas en moto, como la ley que regula la reactivación de los teléfonos móviles, como la ley anticapuchas, y como todas esas leyes que abundan pero que sólo se ocupan de las ramas de los problemas.
La foto es de un grupo de visitantes en las ruinas de Santa Clara, en La Antigua.