En 1982 fue constituida la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca para coordinar las guerrillas que intentaban, mediante recursos como secuestros, asesinatos y terrorismo, instaurar la dictadura del proletariado de acuerdo con los modelos soviético, cubano y maoísta.
Hacia 1981, la guerrilla vivía una euforia que la llevaba a creer que el triunfo estaba cerca; y para aquel movimiento era crucial obtener la participación de los campesinos, que en su mayoría son indígenas. Sin aquello, nunca conseguirían fuerzas armadas para enfrentar al Ejército constitucional.
El Ejército Guerrillero de los Pobres obtuvo respaldo de parte de la población, mientras solo se trataba de charlar sobre la lucha de pobres contra ricos y proporcionar alimentos. Empero, cuando la guerrilla embarcó a los campesinos en enfrentamientos armados, la cosa cambió. En parte porque la guerrilla llegó a la gente con ideas ajenas a sus tradiciones; y porque la guerrilla pasó a exigir alimentos –en vez de solicitarlos–, a reclutar por la fuerza, y a castigar a quienes consideraba como sus enemigos, o espías.
Lo que estoy contando aquí, puede ser corroborado en Guatemala, la historia silenciada, por Carlos Sabino.
Porque la Constitución le encomendaba al Ejército la tarea de mantener la paz, este combatió a la guerrilla. Y cometió desmanes. El Ejército estaba compuesto principalmente por indígenas; y los campesinos se vieron entre dos fuegos. La guerrilla nunca consiguió una oleada insurreccional, actuó con insolencia, e involucró a civiles. Indígenas en las poblaciones, e indígenas en el Ejército, todos quedaron atrapados.
El Ejército aprendió de sus experiencias contra la guerrilla y elaboró planes para evitar que aquella tuviera éxito en sus propósitos totalitarios. Aquellos planes eran contra la guerrilla, no contra los indígenas; porque indígenas eran todos. Los de uno y otro lado. El que la mayoría de la población fuera indígena es un asunto hazañoso*; y el problema a resolver era el de evitar el triunfo de la guerrilla totalitaria. El problema era político, no étnico.
Al final, la guerrilla fracasó, sus patrones en Moscú cerraron la tienda y en La Habana estaban en la miseria. Álvaro Arzú les sirvió, en la mesa, lo que no pudieron obtener por la fuerza y ahora sus dirigentes ocupan puestos clave en toda la administración pública.
Y todo esto viene al caso por la captura del general (R) Mario López Fuentes, oficial que merece ser tratado con justicia, y no ser víctima de una venganza; ni de un espectáculo con propósitos políticos.
Esta columna fue publicada en El Periódico.
* Las cuestiones hazañosas pueden variar en cada versión de los relatos. Los asuntos nodales, son elementos fundamentales de la Historia; y los asuntos nomológicos, son abstracciones y leyes que subyacen en un conjunto de historias diferentes. El marxismo-leninismo y el maoismo son cuestiones nomológicas; el hecho de que hubo un enfrentamiento armado que duró 36 años es nodal; pero las étnias de las víctimas, su sexo, o sus edades, son cuestiones hazañosas. Esta diferencia entre asuntos hazañosos, nodales y nomológicos, por cierto, es de Alfredo López Austin .