Los nombres propios, como muchas cosas, responden a modas y a otras circunstancias del tiempo, el espacio y la historia.
En tiempos de mis bisabuelos y abuelos, la gente se llamaba Agapita, Cástulo, Doroteo, Herculano, Heráclio, Tránsito, o Gilberta, por ejemplo. Luego las cosas cambiaron y abundaron los Oscar, María, Carla, Ernesto, Alicia, Juan, Eduardo, Sylvia, Alfredo, Patricia, y así por el estilo. A mí me pusieron Luis porque así se llamaban mi padre y mi abuelo; y Alberto por…vaya usted a saber por qué me pusieron Alberto.
Ahora la tendencia es otra, y bien característica. Vea, usted, algunos de los nombres que hay en la lista de los aspirantes a ingresar a la carrera judicial en la categoría de jueces de paz, en Guatemala: Llecica, Betzy, Zoelen, Gilmar, Lesther, Geovanni, Ronal, Jozue, Marconelly, Dilabeth, Melvy, Geisler, Smaille, Jossue, Yanira, Weisman y Eribel.
En la línea de este mismo tema, Yoani Sánchez, en Cuba,
tiene un blog dedicado a las personas que, como Yanisleidi, Yoandri, Yusimí, Yuniesy, y otras, tienen nombres que empiezan con la letra y.