Uno de mis maestros más queridos decía que las estadísticas son engañosas porque si yo me como un pollo y tu no comes ninguno, en promedio nos comimos medio pollo cada uno; y decía no le gustaban porque en materia de políticas públicas, El decía que el conocimiento de las estadísticas lleva a los políticos y a los funcionarios a querer componer las cosas y eso conduce al constructivismo racionalista, al estado niñera y al estatismo.
Las estadísticas, además, son peligrosas. Por ejemplo, las mentes sencillas tienden a calificar a los diputados y al desempeño del Organismo por la cantidad de leyes aprobadas; y suponen que mientras más elevado es el número de las estadísticas, mejor es el desempeño.
Otro caso peligroso es el siguiente: Como el Ministerio Público y los tribunales tienen presión por mostrar estadísticas elevadas de condenas por delitos, no es extraño que haya personas inocentes purgando penas. Así, sus números se añaden a las estadísticas de condenas. Tal es el caso del homónimo que vimos publicado ayer, por el cual una persona que está presa por un delito que no cometió.
La presión pública y de los medios de comunicación, en cuanto a mostrar números estadísticos elevados, es un incentivo para multiplicar la legislación y para cumplir con metas a cualquier costo. Incluso el de la vida de algún inocente.