¿Es necesaria una reforma electoral? Si. Muy necesaria; pero no tanto que tenga que ser a la carrera y menos si es para fortalecer el establishment político partidista. Hace falta una reforma electoral profunda y que sirva a los mandantes. Hoy, los diputados (esos diputados transas que tu ya sabes) se reunirán en la tarde a discutir una propuesta de reformas que parece hecha a la medida de intereses particulares.
Si te interesa el tema te sugiero, o más bien te suplico, que leas este Diagnóstico de la Ley Electoral y de Partidos Políticos de Guatemala: situación y alternativas para su reforma, antes de caer en la trampa de apoyar la reforma que se halla en el Congreso, sólo porque es lo que hay, porque urge y porque es a donde va Vicente.
Entre las reformas urgentes, prioritarias y de fondo está la necesidad de fortalecer la autoridad del Tribunal Supremo Electoral; fortaleza debe ser institucional. Fortaleza que debe ser jurídica, financiera, técnica y moral. Es inaceptable que los dirigentes que aspiran a ser electos para tener el control político del país puedan violar la ley, salirse con la suya y reírse del tribunal. Es inaceptable que el tribunal no tenga la autoridad suficiente para someter a la ley a aquellos dirigente que hacen campañas anticipadas, que violan los límites de gasto en las campañas, que usan partidos títeres para jugarle la vuelta a la ley y ese tipo de cosas.
También está la de quitarles a los partidos políticos nacionales el monopolio de las postulaciones. Sometidos a normas que garanticen la transparencia financiera y de gobernanza en aquellas organizaciones, la competencia política debería ser abierta y a todos niveles: nacional, regional y distrital. Que sean los electores los que validen los partidos.
Antes yo pensaba que era importante acabar con la reelección de diputados y alcaldes, en el supuesto de que este embrión de república no debería acarrear el lastre de caciques y rentistas parasitarios que consiguen ser electos y luego es casi imposible retirar del poder debido a que, cuando no usan una u otra forma de fuerza para retenerlo, sí tejen clientelas sólidas e influyentes cuyos intereses no pueden correr el riesgo de ser alejadas del poder. Empero, como hay diputados y alcaldes que sí hacen buen trabajo, no sería justo evitar que estos puedan ser reelectos. En todo caso, lo que sí podemos demandar es más responsabilidad de parte de los electores y mandatarios. ¡Que dejen de reelegir diputados y alcaldes corruptos!
¿De qué hay que huir como se escapa de la peste? De las cuotas, por ejemplo; los candidatos deberían ser seleccionados y electos por sus ejecutorias individuales de vida, y no por el grupo al que pertenecen. Del financiamiento de los partidos por parte de los tributarios, por ejemplo; los partidos no deben ser una boca más pegada a la teta del presupuesto del estado. Debemos huir de la prisa y recordar que el que mucho abarca poco aprieta.
El objetivo último de las reformas debería ser el de limitar el poder de la clase política y someterla a la ley. Si estamos hartos, pongámosles límites ya. ¡Pero ya! Hay que distinguir entre las reformas prioritarias y las que pueden esperar; no sería prudente tratar de reformar todo al gusto de todos los involucrados.