16
Dic 08

Las fiestas llegaron a casa

¡Mi casa ya huele a manzanillas y a pinabete! Anoche pusimos el Nacimiento en casa; y desde que era niño, esa es una de las tradiciones chapinas que más me alegran.

En casa nos gusta que el nacimiento tenga carácter chapín; y por eso usamos manzanillas, pinabete, gallitos, chichitas, musgo verde y barba de viejo. En el Nacimiento siempre pongo mi tortuga de cuando usaba pantalones cortos y los correspondientes chinchines y guacalitos.

En nuestro Nacimiento siempre hay dos Niños: el de la foto, que me regaló mi abuelita, Frances; y el de un Misterio que nos hizo la Tía Paty. Es una lástima grande que el Niño del Nacimiento que nos hacían mi tía abuela La Mamita y mi abuelita Juanita no haya sobrevivido a nuestras descuidadas manos infantiles porque entonces ¡habría tres Niños!

Cuando yo era chico, en la casa de mi abuelita Juanita se ponían dos nacimientos, uno era el de los adultos que básicamente era un Niño antiguo de La Mamita, acompañado por pastores y ovejas. Y se ponía un Nacimiento divertido, que era el de nosotros, los críos. En ese se usaba un embreyado tradicional, con aserrin de colores, ranchos, ovejas, pastores, lago, río, cisnes, árboles y animales diversos. Un embreyado, por cierto, era un costal cubierto de brea seca, que servía para darle forma al Nacimiento.

El Nacimiento de mi abuelita Frances también era hecho con embreyados y era un poco más grande, lleno de accidentes geográficos, de personajes y de animales y plantas variados.

En casa de mis padres no se ponía un Nacimiento complejo. Durante un tiempo pusimos el tradicional de los niños en la casa de la abuelita Juanita; pero luego se fue reduciendo a Niño, ovejas y pastores; y ahora sólo es Niño y pesebre. Pero queda muy sobrio y elegante.

Uno de mis favoritos, en casa de mis padres, fue el que hicimos sobre un comal en el que habíamos hecho crecer chan. Las imágenes de barro de Chinautla se veían hermosa sobre el prado verde que hacía el chan.

El chan, por cierto es la semilla de un arbusto. Es pequeña como la semilla de amapola y, cuando se humedece, adquiere una textura muy agradable. Una limonada, a la que se le añade chan, se convierte en algo divertido. A una persona se le dice que parece refresco de chan, cuando es llena de babosaditas, o sea melindrosa o remilgada. Y el chan germina fácil y a nuestro Nacimiento le dio un aspecto muy fresco y natural.

Actualmente ya ni se consiguen embreyados. En ellos se adhería el aserrín de colores mediante el uso de un engrudo preparado con agua y harina. He visto que, en vez de embreyados, la gente usa un tipo de papel grueso como papel de envolver o de embalaje, o del que se conoce como papel Kraft. De todos modos, alguna vez, me gustaría hacer un Nacimiento con embreyados.


14
Dic 08

Las Luces Campero y lo que es bello

Anoche se celebraron las tradicionales Luces Campero en la ciudad de Guatemala; y, desde mi balcón, puedo ver parcialmente la exhibición que se asoma entre las ramas frondosas de un hermoso ejemplar de llama del bosque.

A lo largo de su historia de 15 años, nunca las he podido ver completas; pero más de una vez las he disfrutado por un ratito, o desde un rincón y siempre me han dejado boquiabierto. Me encantan la tecnología involucrada y la precisión del espectáculo. He leído que para el show se usan 357 cajas de luces, con un peso de 7000 kilogramos. Me encanta comparar lo impecables que son, con lo artesanales y arriesgados que son los toritos que comentaba ayer.

Con todo y que nunca las he visto completas, las Luces Campero me recuerdan que siempre es posible maravillarse por lo que es bello.


13
Dic 08

Torito, marimba y procesión

De todos los fuegos artificiales que he visto mi favorito es El Torito. Oí por primera vez de él cuando era niño y mi tía abuela La Mamita me contaba de los festejos populares de cuando ella era niña, a principios del síglo XIX.

Cuando ella llegaba a la parte del torito, y de cómo se dejaba ir entre la gente mientras disparaba cohetes y luces, yo me emocionaba mucho. Pero no fue hasta la adolecencia que yo vi uno en persona. Y desde entonces no me resisto a ver toritos, aunque me correteen.

¡Y anoche vi cuatro! Con mi amigo Raúl y mi sobrino El Ale, nos fuimos a meter a la procesión de Guadalupe en elCentro Histórico y la pasamos re bien. Entre nubes de pólvora y de incienso, al ritmo de la banda y de la marimba. Tomamos atol de elote y El Ale tuvo la audacia de comerse unas gringas, que son una especie de tacos hipergrasosos y sospechosos.

La procesión de Guadalupe, que va precedida por moros y por personas con trajes de indígenas, de charros y de chinas es muy alegre. La gente la celebra con gran pompa y las calles son una fiesta. Yo había ido antes y sólo había visto la entrada de la procesión al templo correspondiente; pero nunca había visto el cortejo en su recorrido; y si el año entrante usted puede ir, no deje de hacerlo. Es una experiencia chapina muy agradable.


12
Dic 08

Convivio y caballos andaluces

Con una interesante mezcla de personajes de las faunas artística, intelectual y diplomática fue celebrado el convivo de fin de año del programa Libre Encuentro. Dicho programa es un espacio independiente de opinión, análisis e información, que promueve el dialogo, la reflexión y la discusión. Y me dió mucho gusto que su director, Dionisio Gutiérrez, tuviera la gentileza de invitar a un grupo de estudiantes a los que les tengo mucho cariño y respeto; no sólo por sus dotes académicas, sino por su calidad humana, sus inquietudes cívicas y su compromiso con la filosofía de la libertad.

En su columna de hoy, Ramón Parellada hace una relación de esa fiesta, que francamente, fue una reunión de talentos extraordinaria; pero, además, el convivio incluyó una impresionante demostración hípica, protagonizada por magníficos ejemplares de la caballería andaluza y por sus jinetes ataviados con trajes goyescos. El vídeo no le hace mucha justicia al espectáculo; pero alguna idea da de la majestuosidad de aquellos caballos.

Durante cerca de 8 años fui escritor y conductor invitado en Libre Encuentro y siempre guardo buenos recuerdos de esa aventura y de lo mucho que ahí aprendí.


10
Dic 08

Paellada en la fiesta de Concepción Reyes

Con una majestuosa paella, preparada por mis amigos Ramón y Mercedes, empezaron las festividades chapinas de Concepción Reyes.

Ramón y Mercedes se lucieron, no sólo con la citada paella, sino con una reunión calurosa entre amigos. Uno de esos encuentros que lo llevan a uno a tiempos y a espacios familiares, donde lo que es bueno y lo que es bello (…y lo que es sabroso) son las notas que unen y animan.

Hacer una buena paella no es fácil; pero hay dos secretos que ayudan: El primero, es usar ingredientes frescos, y era evidente que esta los tenía. El segundo, está relacionado con la preparación cuidadosa del caldo con el que se cuece el arroz, y sin duda, la intensidad del sabor de esta paella, delataban que el caldo había sido preparado ¡como debe ser! La paella del sábado fue un gozo delicioso.

Mi padre, por cierto, preparaba una pella magnífica; y cuando la hacía, los niños lo ayudabamos. Lo hacíamos cuando lo acompañabamos al Mercado de La Placita a comprar ingredientes, y lo hacíamos cuando nos ponía a pelar calamares y a limpiar almejas. Y bueno…aunque tengo más de 5 años de no hacer una, mi paella es muy buena, también.

Para los no iniciados, es útil aclarar que la festividad chapina de Concepción Reyes tiene mucha raigambre. Comienza en el día de la Quema del Diablo, directamente relacionada con la celebración de la Inmaculada Concepción, el 7 de diciembre; y termina el 6 de enero, para la fiesta de Reyes. Una versión más corta es la Guadalupe Reyes que empieza el día de Guadalupe, o sea el 12 de diciembre, y termina en el citado 6 de enero.

Durante Concepción Reyes se come y se bebe -a diario- en compañía de familiares, amigos, colegas, clientes, proveedores. Generalmente hay más de una de esas reuniones en el día; y los chapines les damos el nombre de convivios.

Este año, la paellada de la víspera del día de la Quema del Diablo, en casa de Ramón y Mercedes, inauguró mi temporada de Concepción Reyes. ¡Y fue una inauguración soberbia!

La foto es por mi amiga Marta Yolanda.


08
Dic 08

¡Quémate, diablo, quémate!

En casa de mi amiga, Lucy, quemé al diablo como buen chapín; es decir: con cohetes, buñuelos, y lo más importante, rodeado de familia y amigos.

Lucy se lució con sus buñuelos, que le salieron esféricos, esponjados y dorados, como debe ser. Aquellas confecciones son la mejor parte de esta celebración y siempre es maravilloso comerlos bañados en miel de anís.

Una de mis anéctotas favoritas acerca de los buñuelos es la de una ocasión en la que mi padre decidió jugarle una broma a mi hermano, Juan Carlos. Resulta que JC es de los que tomaba la porción más grande y el buñuelo más grande, siempre que podía; así que un 7 de diciembre, mi padre tomó un pedazo de algódón, lo forró con masa de buñuelos y produjo uno notablemente más grande y hermoso.

Ya cubierto con miel, el buñuelo en cuestión se veía tentador, así que cuando JC entró a la cocina y vio el buñuelo grande lo reclamó para sí. Mi padre entabló con él una discusión y le disputó el buñuelo. Los que sabíamos de la broma observábamos con entusiasmo y el momento culminante fue cuando mi hermano tomó el buñuelo y se lo metió entero a la boca.

Y tardó unos segundos en notar que había algo extraño. Unos segundos más se requirieron para que se diera cuenta de que había caído en una broma y que estaba mascando un buñuelo de algodón.

En casa siempre recordamos esa broma de mi padre, que se caracterizaba -entre otras cosas- por su sentido del humor alimenticio, del cual JC era una víctima perfecta.

Resulta que Juan Carlos era muy melindroso; y a la hora del almuerzo siempre preguntaba que qué era lo que le estaban sirviendo. Y eso contrasta conmigo, porque yo comía lo que me sirvieran, y nunca objetaba lo que había en la mesa. De hecho, para mí el asunto era que mientras más exótico, mejor.

Así que mi padre se inventaba que estabamos comiendo culebra, brontosaurio y cosas así; de modo que le pobre JC no sólo se tenía que comerse lo que hubiera, sino que se lo tenía que comer creyendo que era algo repugnante.

Una vez traté de hacerle la broma a mi sobrino, el Ale. Regresábamos de Tikal al hotel y sin duda él llevaba hambre; así que preguntó que qué ibamos a almorzar. Yo le dije que no sabía, pero que suponía que comeríamos mono, como los mayas. Y bueno…el Ale no dijo nada; y se sentó a la mesa a comer su bistec, tranquilo y contento, creyendo que era mono.


05
Dic 08

¡Me reiré del diablo!

Mis primeras memorias de la Quema del Diablo se remontan a finales de los años 60.  Recuerdo a mi padre juntando algo de leña y periódicos viejos, recuerdo las llamas y una escoba vieja. Recuerdo los cohetes y a los ahora extintos saltapericos; un tipo de fuegos artificiales que uno arrastraba con la suela del zapato y que tronaban y sacaban chispas hasta hacer que uno pegara de brincos.

En la noche del 7 de diciembre, se estima que unas 500 mil hogueras son encendidas en la ciudad de Guatemala.  Se dice que dichas piras se originaron para iluminar el paso de la procesión de la Inmaculada Concepción…y de pasó, ahí se quemaba a Satanás.
En casa de mis padres, la fiesta de la Quema del Diablo traía consigo dos cosas igualmente importantes: los magníficos buñuelos hechos por mi madre, y -cuando mis hermanos y yo estabamos más grandes- la tarea de ir a conseguir ramas para hacer buen fuego.  Las mejores las conseguíamos en el barranco de la zona 15, en compañía de nuestros amigos del vecindario.
Muchas culturas tienen tradiciones similares y las que recuerdo ahora son las hogueras de los celtas y las fallas valencianas.  De distinta naturaleza entre sí, y muy diferentes a nuestra Quema del Diablo, todas están relacionadas con el uso del buen fuego que ilumina y que purifica.
Según la tradición chapina, el fuego incinera al diablo representado por las cosas viejas que se queman en aquel.  La tradición demandaba que en al fuego del 7 de diciembre fueran arrojados los vejestorios, símbolos de rencores, de envidias, de malas experiencias del año y de otras cosas que son el diablo y que hay que arrojar fuera de la casa (o del corazón) y entregar a las llamas.
Por supuesto que hay mara que no le atina y que quema llantas, colchones, y otros materiales inapropiados, con lo cual la hoguera adquiere características altamente tóxicas.  Y con eso, los irresponsables están conjurando, no a la eliminación de los demonios, sino a la intervención del estado niñera, que es igual, o peor que el mismísimo Belzebú.
Voto porque la tradición de la Quema del Diablo sea conservada, no sólo por su simbolismo, sino por lo hermoso que es ver a las familias reunidas alrededor del fuego y comiendo buñuelos.  Este año tengo dos que tres cosas que entregarle al fuego, así que haré mi hoguera y me reiré del diablo…otra vez.

20
Nov 08

Tortillas negras, ¿o azules?

Estas son tortillas de maíz negro, aunque algunos dicen que en realidad es azul.

La primera vez que ví tortillas de maíz negro, iba rumbo a San Juan Ostuncalco con mi tía Adelita. En algún pueblo ella le pidió a su chofer que se detuviera y que fuera al mercado a comprar comida. Y Baltasar volvió cargado con tortillas y queso.

Grande fue mi decepción cuando abrió la servilleta con tortillas porque eran oscuras; y yo nunca había visto tortillas de ese color. Las había visto blancas, por supuesto; y las había visto amarillas, que son hermosas y dan hambre. Pero estas, me dije, de plano que están enmohecidas. Y pregunté, para mis adentros, que qué le habría pasado por la cabeza a Balta, para haber comprado tortillas pasadas.

Grande fue mi sorpresa cuando mi tía abuela preparó tres tortillas y nos dió una a cada uno. Ese fue el momento que escogí para preguntar si las tortillas estaban buenas. Y grandes fueron las risas de la tía Adelita y de Balta cuando cacharon lo que estaba pasando. Y yo quedé grandemente azareado.

Por supuesto que el sabor de las tortillas negras con queso era delicioso; y, desde entonces, siempre que las hay me las gozo mucho. Su sabor es ligeramente más dulzón que el de las de maíz blanco, que son las más comunes.

Estas, las de la foto, nos las sirvieron en Casa Xara, el viernes pasado, durante el almuerzo. Ocasión en la cual disfrutamos un delicioso jocón, plato típico de Huehuetenango, hecho con pollo y una salsa de culantro.


09
Nov 08

Tortillas a la velocidad de un rayo

A mí me gustan mucho las tortillas torteadas; es decir, hechas a mano en la forma tradicional y cocidas en comal de barro. Sin embargo, compro las mías donde estas señoras porque son divertidas y muy amables; y porque siempre usan buen maíz. A ellas se las encuentra en el Mercado de la Villa de Guadalupe.

Cuando voy, nunca deja de impresionarme la velocidad con la que producen las tortillas. Note usted lo rápido que toman la masa, le dan forma de bolita, la ponen en la maquina aplastadora y luego la tiran sobre el comal. La puritita producción en masa. Vea lo calientes que salen y cómo las manipula habilmente la tortillera.

Cuando era niño había una tortillería frente a la casa, así que, para el almuerzo, las tortillas llegaban directamente del comal a la mesa. A mí me gusta comerlas con mantequilla y sal, y podía comerme hasta 12. También me gustan con queso derretido, o con frijoles y queso fresco.

Recuerdo muy bien la primera vez que visité una tortillería. Eso fue cuando vivía en la Avenida Independencia y debe haber sido cuando tenía unos 6 años. Con la muchacha de la limpieza caminamos unas dos, o tres cuadras y llegamos a una estructura que a mí me parecía un granero, de esos que se ven en las películas de vaqueros. Entramos por la parte de atrás y ahí estaban el fuego, el comal y las señoras torteando.

A la izquierda estaba lo verde y hermoso que era el barranco que separa la Avenida Independencia de el área de la Avenida Simeón Cañas y de la Cervecería Centroamericana; a la derecha estaba la pared inmensa del granero de madera y al frente estaba la tortillería.

Nunca olvidé lo hermoso que era eso.


08
Nov 08

El fiambre de Gilberto

Mi amigo -Gilberto- que tiene 10 años de edad, coordinó el fiambre en su casa y le salió delicioso. Y tuvo la magnífica idea de regalarme un plato.

El suyo es de la variedad verde; porque, sepa usted, que hay fiambres rosados (como el que hacemos en casa) y los hay verdes y blancos. Por cierto que el de Gilberto me recordó al que hacía su abuela, Lucrecia, y que yo me disfrutaba mucho.

Hacer buen fiambre no es fácil; porque el éxito está el talento necesario para balancear esa delicada mezcla de carnes y vegetales. En un descuido, y lo que debería ser un orden armonioso, puede convertirse en un revoltijo.

¡Mis felicitaciones a Gilberto por su primer fiambre! ¡Y muchas gracias por haber enviado un plato! ¡Estaba riquísimo!