A estos heladeros los vi desde mi balcón. Antes me gustaban mucho los helados de carretilla. Me gustaban los sandwichs, los olímpicos y los de crema forrados de chocolate. Los olímpicos, por cierto, eran de naranja, rellenos de crema y esos eran mis favoritos. Cuando mis padres nos mandaban a las matinales, en el cine, nos daban 15 centavos y con eso comprábamos un helado a la entrada, uno en el intermedio (porque había dos pelis) y uno a la salida.
Cuando era muy niño, mi abuelita Juanita y La Mamita, a mi hermano y a mí no nos dejaban comprar más que helados Sharp. Yo resentía eso porque unos compañeros de colegio eran hijos de los propietarios de los helados Super Ricos.
Más tarde en mi vida, al principio de la Secundaria, el heladero de mi barrio era Nelson. A él le comprábamos helados Foremost con frecuencia, y nos conocía de nombre. Uno conocía el sonido de las campanas de su carretilla, y la forma de su sombrero.
Si me preguntan ahora, que cuánto tengo de no comer helados de carretilla, diría que por lo menos unos 25 años. Cuando hace unas semanas estuve en Comalapa estuve a punto de comprar uno; pero los de pueblo son distintos. Generalmente son de crema y se ponen en cono de galleta; y se adornan con jalea de fresa.