23
Dic 22

¡Me encantan estas fiestas!

 

En mi casa, nochebuena y navidad huelen a pinabete y a manzanillas, huelen a tamal colorado y a tamal negro, huelen a pólvora, a ponche de frutas y a pavo relleno con la receta de mi bisabuela, Mami, cuidadosamente interpretada para adaptarla a nuestro gusto.  Es muy posible que la receta se remonte a Minnie, la madre de mi bisabuela.

¿Te la comparto?  Cortas pan francés del día anterior en cubos y los remojas en vino blanco; remojados los cubos, no empapados.  Picas los menudos del pavo y los fríes en mantequilla abundante y los sazonas con sal y pimienta.  Añades cebolla y apio picados fino.  A esa mezcla le sumas castañas y champiñones en rodajas y vuelves a sazonar.  Ahora es el momento de agregar salvia en polvo y perejil picado fino.  Cuando esa mezcla ya está unificada le añades el pan remojado en vino y te aseguras de que la mezcla quede pareja y vuelves a revisar la sazón.  El pan debe integrarse a los ingredientes anteriores; pero no debe convertirse en una masa.  ¡Esa es la clave!

Para mí, el pavo es sólo un vehículo para conseguir el relleno horneado.  Este último es mi parte favorita, aunque, la verdad sea dicha, nunca le digo que no a una buena rodaja de carne oscura.  Mami decía que comer pechuga es como comer sábana; y aunque en casa nunca nos sale reseco el pavo, estoy de acuerdo con mi bisabuela.  Por mucho, ¡prefiero la carne oscura!

Todo aquello, sin embargo, no tiene la menor importancia si no es compartido con personas que amo, o por lo menos que les tengo cariño.  En casa, en realidad, celebramos el solsticio de invierno, yuletide, las saturnalias, el cumpleaños de Newton, la nochebuena y la navidad.  Celebraríamos kwanza, ¿por qué no? Algunas de aquellas personas están presentes, y otras están en el recuerdo.

No tengo pruebas; pero tampoco tengo dudas de que los abrazos navideños de los seres queridos…e incluso de desconocidos son los mejores.  Desde que era niño, cuando mis padres nos despertaban a mis hermanos y a mi a la media noche, con el coheterío, y nos bajaban a la sala para ver la casa iluminada y los regalos, mi parte favorita eran los gritos de ¡Feliz navidad! y los abrazos.  Dime si no es dulce y encantador el momento de los abrazos.

Actualmente, en casa cenamos temprano y aprovechamos las visitas de familia y amigos.  Pero en aquel tiempo la cena se servía a la media noche porque la fiesta seguía hasta que los adultos quisieran.  De modo que al bajar había aromas, sabores, texturas y sonidos que fueron sumándose al baúl de los recuerdos más queridos.  El sonido de mi tortuga aporreada con un chinchín pintado con nij, por ejemplo. La letra y la música de A la rorro niño… y de O Tannembaum, para mencionar algo más.

Ya un poco mayor, ¿quién podía impedir que despenicáramos una ametralladora de cohetes y nos dedicáramos al antiguo arte de quemar uno por uno los petardos? ¿Quién podía evitar que fumáramos el cigarrillo que usábamos para encender los cohetes? ¿Quién podía evitar una guerrita?

Para mí, y en casa, estas fiestas son para vivirlas del modo en que nos hace felices.  Son para conectarnos con las generaciones que nos han precedido y con las que están llenando sus propios baúles de recuerdos.  Son para celebrar la vida; de modo que, a ti y a tu familia, desde estas líneas y desde nuestros corazones, les deseamos paz, salud, prosperidad y amor.

Columna publicada en elPeriódico.


21
Dic 22

Sopa de ajos para el alma

 

La sopa de ajos o sopa de pan era tradicional en casa de mis padres cuando los niños nos enfermábamos.  En el almuerzo, o en la cena, dudo que hubiera algo mas reconfortante y era como recibir un abrazo.

Pues…hoy tuve antojo de comerla y si…si es como recibir un abrazo.

¿Sabes? Tenía como 30 años de no comerla y ayer en la cena sentí lo que sentía cuando mi madre llegaba con esa sopa a la cama y estaba debilitado por alguna fiebre, o algo parecido.  No dudo que los ajos tengan propiedades medicinales y, de hecho, confío en los ajos para mantener mi presión baja; pero la textura de esa sopa y los recuerdos que trae también son provechosos…aunque uno no esté enfermo en cama.

¿Cómo se hace? Pones aceite de oliva en una olla y doras los ajos a fuego lento.  ¿Cuántos ajos? Depende de cuántos panes.  Ja, ja, ja.  A mi me gusta que se sienta el sabor a ajo así que le pongo dos ajos por cada pan francés normal.  Aaaaah, pero antes de dorar bien los ajos se pone el pan francés a remojar en agua.  Cuando ya están dorados los ajos se pone el pan mojado en un colador (de aquellos coladores de frijoles de antes) y se cuela el pan sobre los ajos y el aceite.  Luego se sazona; y aquí viene un truco.  Cuándo estábamos enfermos la sopa solo era sazonada con sal; pero como es tan deliciosa y la comíamos en otras ocasiones, en la cocina la sazonaban con un toque, pero sólo un toque de consomé de pollo.  Eso eleva la experiencia y así es como más, más me gusta.

Para mí, la sopa de ajo es la comfort food por excelencia y tiene la propiedad de hacerme sentir arropado, me hace viajar en el tiempo y en el espacio, y ha creado -aquí y ahora- algo bastante cercano a lo que la gente conoce como magia.


16
Nov 22

Una pantera negra

 

Ahora que dicen que una pantera negra escapó de un circo y ronda por El Naranjo, me acordé de dos cosas: la película Cat People y una canción que me cantaba mi papá.

Cat People es una peli con Malcolm McDowell y Natasia Kinsky, un film erótico y de horror que en 1982 no fue entendida.  Fue fascinante la actuación hipnótica de Natasia Kinsky y fue fascinante el simbolismo de las panteras.

La canción a la que me refiero es Siete leguas, el caballo.  Su tema es un caballo de Pancho Villa que en su parte conducente decía:

Adiós torres, de ChihuahuaAdiós torres de canteraYa vino Francisco VillaA quitarles lo panteraYa llego Francisco Villa a devolver la frontera.

Todo inconexo, una pantera en El Naranjo, una peli ochentera y algo de nostalgia por una canción y momentos entrañables.


03
Nov 22

¿Quién leía guías telefónicas?

 

Cuando yo era niño y adolescente, y hasta digamos 1998, minutos más, minutos menos, las guías telefónicas eran imprescindibles en todo hogar y en toda oficina.

La Internet acabó con su utilidad práctica y…¿todavía existen? Hallé las dos de la foto en mi casa ahora que estamos haciendo limpieza general y me dio algo de nostalgia.

A mi siempre me ha gustado leer;…y…a veces…por no se qué razón extraña, leía diccionarios, o la guía telefónica. Ja ja ja.  No es que no hubiera mejores cosas que leer en casa; pero me daba por aquello.  Otras cosas que leía en esa misma dirección eran las biografías breves que venían en el Algebra y en la Matemática de Baldor.  No hacia los ejercicios ni aunque me pagaran; pero me encantaba leer las biografías.

¿Alguien más ha leído diccionarios y guías telefónicas?


09
Oct 22

Descubrimiento del Milano-Torino…y algo más

 

Como no sea del Amargo de Angostura,  no soy fan de las bebidas con aquel sabor.  Por eso nunca le hallé el gusto al Campari, por ejemplo.  ¡Pero mi vida ha cambiado desde el jueves pasado! Desde que conocí el cóctel Milano-Torino.

Cóctel Milano-Torino.

El Milano-Torino es un cóctel preparado con una parte de Campari y otra de vermuth italiano rojo.  Servido con Artisan Ice, me ha descubierto un mundo que no conocía.  Siempre me ha gustado el Vermú, especialmente mitad rojo y mitad blanco con un twist de mandarinas.  Pero el Campari no se ganaba mi corazón.

El vermú era una de las bebidas que mis padres nos dejaban, para celebrar el Año Nuevo cuando ellos se iban a parrandear y mis hermanos y yo recibíamos el nuevo año con mi abuelita Juanita y su hermana, La Mamita.

Al Campari lo conocía desde siempre porque en casa de mi tía Sylvia siempre había y yo veía a mi madre tomarlo con jugo de naranja; pero me parecía demasiado amargo.  Amargura que disminuye y toma carices delicados cuando se mezcla con el vermouth. Además, el Artisan Ice, un hielo cristalino sin burbujas de aire, le añade magia a la bebida.

Campari, con “Artisan Ice”.

El jueves también conocí el Negroni, un cóctel que se hace con una parte de Campari, una de vermouth y otra de ginebra.  Esta última no me era ajena porque mi padre era el dios viviente de los martinis, que preparaba shaken, not stirred, como para James Bond.

El Negroni se me atravesó en los años 80 cuando mi abuela, Frances, era bar tender en el Hotel Cacique Inn, de Panajachel (que era de su hermana, mi tía Adelita); pero no quise probarlo por mis prejuicios contra la amargura (en las bebidas, en las comidas…y en la vida).  Un error lamentable que ha sido enmendado.

…ah, no olvides cáscara de naranja para el Mi-To y para el Negroni.

¿Por qué te cuento esto? Porque nunca es tarde para descubrir y aprender y para enmendar errores; y por lo importante que es la familia para aprender a disfrutar de los placeres, con moderación y joie de vivre.


25
Sep 22

Familia que celebra la hora del cóctel unida…

 

Familia que celebra la hora del cóctel unida, permanece unida.  Aquello se me ocurrió mientras, en casa, tomábamos un Licor 43 al atardecer.

El Licor 43 siempre me da algo de nostalgia porque era uno de los que había en casa de mis padres, y como a los niños se nos permitía un plus, o algo parecido de cuando en cuando, nos lo servían con hielo, o con leche.  Era delicioso el toque de 43 en la leche.

También me cae en gracia porque un día andaba yo por el aeropuerto de la ciudad de Panamá cuando pasé a una tienda de licores duty free en busca de Licor 43 porque en ese tiempo no estaba de moda, ni se conseguía en Guatemala. Me acerqué al dependiente y le pregunté: ¿Tiene 43? y me contestó . Acto seguido fue a la trastienda y trajo una botella.  El ver la botella el hombre que estaba a mi lado, en el mostrador se rió con ganas y me dijo: Pensé que estaban apostando y que usted le había apostado al número 43.

Ahora el Licor 43 está de moda para hacer carajillos y me alegro porque siempre me trae recuerdos gratos. ¿Qué otros licores parecidos me traen recuerdos gratos?

  • Apry, de Marie Brizard
  • Calisay, que no se si todavía se consigue
  • Pastis, de Pernod Ricard

09
Sep 22

¡Gracias, Dodgers!

 

El equipo favorito de las grandes ligas de beisbol, de mi papá, era el de los Dodgers.  Yo no tenía equipo favorito porque normalmente elegía cualquiera que se compitiera contra el equipo angelino; no por afición, ni nada parecido, sino por lo divertido de llevarle la contraria a mi papá. Por eso es que, a pesar de que a mí me gusta mucho la marimba, nunca dejaba pasar la oportunidad de cambiarle la estación de la radio cuando él sintonizaba Fabumarimbas, al medio día.

Haz clic en la foto para ver el vídeo. La foto es de guatemala.com

A aquellas circunstancias, añádele que septiembre es mi mes favorito del año.  Es el de los pasteles de Luna y el de los chiles en nogada, es el de la fiesta de las antorchas y el de los desfiles; y claro…es el mes de mi cumpleaños.

De ahí que me haya dado muchísimo gusto que, el domingo pasado, los Dodgers le hayan dedicado su juego contra los Padres, de San Diego, a Guatemala; y que hayan sonado las notas del Himno Nacional en marimba.  No sólo eso, la noche se llamó Guatemalan Heritage Night y fueron repartidas tshirts con los colores de la bandera chapina y con el código de área 502. Abi Rodríguez, vestida con traje indígena, fue la marimbista.

¿Así, o más chulo?

Si yo hubiera estado ahí se me hubiera puesto la carne de gallina por tres motivos: el primero es que uno que es más chapín que las champurradas no puede sino emocionarse cuando escucha marimba en el extranjero; el segundo es porque es septiembre, el mes en que se recuerda la desvinculación de Guatemala de la monarquía española; y el tercero es que actos como el de los Dodgers visibilizan a los migrantes chapines cuyos aportes culturales y económicos a las sociedades donde se asientan no deberían pasar inadvertidos.

Como no deberían pasar inadvertidos los aportes culturales y económicos de los migrantes a sus poblaciones originales.  Una amiga que sabe de esas cosas sostiene que la actitud más positiva y humanitaria que actualmente tienen los indígenas hacia los perros se debe a que han aprendido cómo es que sus familiares en Los Ángeles, Chicago y otras ciudades gringas tratan a los canes.

De todos modos, ¡Gracias, Dodgers…y salud, papa!

Columna publicada en elPeriódico.


24
May 22

Panchito, el mono araña

 

Debe haber sido en 1974, no recuerdo bien; pero una noche de esas mi papá entró a la casa, subió a su cuarto que mis hermanos y yo invadíamos para ver televisión y saludó como si nada.  Los niños y mi madre tardamos unos segundos en notar que en uno de sus brazos levaba un pequeño bulto peludo y ¡Oh, sorpresa! no era un perro.

¡Era un monito araña!

Haz clic en la imagen para ver el ensayo fotográfico de Nicholas Helmuth.

A Nora por poco y le da algo; y los niños nos volvimos locos.  Le pusimos de nombre Panchito.  Bebía agua en un pocillo y lo tomaba de una forma perturbadoramente humana.  Pelaba sus bananos con habilidad. Y a mi, lo que más me fascinaba, era su cola prensil.  ¡Ah, la cola prensil es una maravilla!

No duró mucho en casa porque cuanto se agarraba de ti y no quería soltarte no había modo de removerlo; y se ponía agresivo si uno intentaba separarlo contra su voluntad.  También porque ensuciaba mucho el área que le había sido asignada junto a la mesa de ping pong que había en el garage.  Nadie quería hacerse cargo de limpiar esa área.  Luego se decía que en su adolescencia, los micos se ponían celosos y acosaban a las mujeres. Todo aquello selló la suerte de Panchito que primero se fue a vivir a Panajachel donde lo recibió mi tía Adelita y luego fue a parar al zoológico La Aurora.

De aquello me acordé cuando me topé con el ensayo fotográfico que hizo Nicholas Helmuth sobre los monos araña. Animalitos que son mencionados en el Popol Vuh y son mostrados, con frecuencia, en la cerámica clásica de los mayas. Nichola y su proyecto FLAAR Mesoamérica hacen este tipo de ensayos y siempre son valiosos.  No se por qué no te había compartido uno antes.


22
May 22

En recuerdo de Juan José Hurtado

 

Juan José Hurtado fue mi pediatra; y la última vez que lo vi como médico fue en 1997.  Tenía que ponerme unas vacunas de niño y más por visitarlo que por las inyecciones decidí volver a su clínica.

Fue una buenísima decisión porque sentí muy agradable entrar a aquel lugar, sentarme en la camilla en la que me había sentado quién sabe cuántas veces cuando era niño y platicar con Juan José.  Pocos años después lo vería con alguna regularidad en la Universidad Francisco Marroquín donde era profesor.  Donde era un querido profesor, lo cual no me extrañó para nada.

La foto la tomé de Facebook.

Mi hermano y yo íbamos con mi madre a donde Juan José cuando su clínica estaba en la 6a. avenida A de la zona 1; y luego seguimos yendo con mis otros hermanos cuando él, Maruca y Martita se trasladaron a la 2a. calle de la zona 9.

Cuando nos enfermábamos de gravedad, Juan José llegaba a la casa al salir de su clínica y era un alivio verlo llegar.  Se sentaba junto a uno en la cama y se acomodaba.  Llegaba con un jade colgado al cuello y a mí siempre me fascinaba esa piedra.  Recuerdo su sonrisa con los ojos cuando me operaron de las amígdalas y entre muchos otros recuerdos no olvido una vez que se me infectó un dedo de la mano y lo limpió con maestría.

En los 80 Juan José enfrentó la adversidad como un caballero y, ¿quién de sus familiares, amigos, pacientes y conocidos no lo sintió muy profundamente?

En su clínica siempre había buena música clásica.  La que más me impresionó, una vez, fue Las cuatro estaciones, de Vivaldi, disco que en ese año les pedí a mis papás que me regalaran para una Navidad de los 70…y recuerdo que costó Q16 de aquel entonces y fue comprado en Musical.

Adiós Juan José, y muchas gracias.


11
May 22

Salmorejo “guatemalensis” y almuerzo frío

 

No se por qué, desde hace semanas andaba con la gana de hacer salmorejo.  Seguramente que el calor de esta temporada contribuye al deseo por esa sopa fría; pero también un poco de nostalgia por los días en que, al volver a casa, había gazpacho, o sopa de banano para el almuerzo en casa de mis padres.

En casa nos gusta interpretar las recetas ya sea que preparamos un clásico como el salmorejo, o que preparemos una receta familiar, o de amigos.  Es normal que le quitemos, o le pongamos ingredientes para que el resultado sea nuestro, aunque basado en receta ajena.

De ahí que al salmorejo que preparamos el lunes le hayamos añadido el adjetivo guatemaltensis.  Ya que a los ingredientes tradicionales: Tomates pelados y sin semillas, buen pan de ayer,  aceite de oliva virgen, ajos asados y sal, le añadimos…le añadimos…chile guaque asado.  MI mamá preparaba el gazpacho con chiles guaques y como no teníamos vinagre de Jeréz, usamos un toque, un toquecito de vinagre de manzanas.  El chile guaque le da mucho carácter al salmorejo.  Lo servimos bien frío.

Los tropiezos fueron el clásico huevo duro; y sustituimos el jamón serrano por tocino sólo porque eso es lo que había en casa.  También sustituimos los trocitos de pepino por trocitos de uvas verdes, práctica que aprendí con mi amiga, Maite y que nos gusta mucho en casa.

La verdad es que quedamos contentos con el resultado y con ganas de volverlo a hacer.

Esto me lleva a la tradición del almuerzo frío.

Cuando pasaba la fiesta de Pascua en el Hotel Cacique Inn, en Panajachel (gracias a la generosidad de mi tía Adelita) era tradición que el jueves se sirviera un plato frío para el almuerzo.  Práctica atinadísima para los calores y el espíritu relajado de la temporada. La semana pasada, en casa, hicimos una interpretación de aquella costumbre y preparamos platos con pastrami, jamón de York y jamón prensado, acompañado por huevos endiablados, chucrut, ensalada de papas, y mostaza a la antigua o mostaza de grano. Acompañado por buena baguette fue un éxito.

¿Y la sopa de banano?

Cuando yo estudiaba la primaria había dos jornadas en el colegio: de 8:00 a 12:00 y de 14:00 a 16:00 horas.  Uno llegaba a casa, con calor justo antes de la hora del almuerzo, y en esta temporada mi madre a veces servía sopa de banano.

Aquella no era más que un batido de banano con leche servido bien frío en un plato sopero con un cubito de hielo flotando.  A los niños nos caía en gracia la ocurrencia y siempre era motivo de alegría que hubiera aquella sopa fría.  Luego se servía el almuerzo normal.

¿Te animas a preparar alguno de estos tres platos antes de que se termine la temporada de calor?