Sopa de ajos para el alma

 

La sopa de ajos o sopa de pan era tradicional en casa de mis padres cuando los niños nos enfermábamos.  En el almuerzo, o en la cena, dudo que hubiera algo mas reconfortante y era como recibir un abrazo.

Pues…hoy tuve antojo de comerla y si…si es como recibir un abrazo.

¿Sabes? Tenía como 30 años de no comerla y ayer en la cena sentí lo que sentía cuando mi madre llegaba con esa sopa a la cama y estaba debilitado por alguna fiebre, o algo parecido.  No dudo que los ajos tengan propiedades medicinales y, de hecho, confío en los ajos para mantener mi presión baja; pero la textura de esa sopa y los recuerdos que trae también son provechosos…aunque uno no esté enfermo en cama.

¿Cómo se hace? Pones aceite de oliva en una olla y doras los ajos a fuego lento.  ¿Cuántos ajos? Depende de cuántos panes.  Ja, ja, ja.  A mi me gusta que se sienta el sabor a ajo así que le pongo dos ajos por cada pan francés normal.  Aaaaah, pero antes de dorar bien los ajos se pone el pan francés a remojar en agua.  Cuando ya están dorados los ajos se pone el pan mojado en un colador (de aquellos coladores de frijoles de antes) y se cuela el pan sobre los ajos y el aceite.  Luego se sazona; y aquí viene un truco.  Cuándo estábamos enfermos la sopa solo era sazonada con sal; pero como es tan deliciosa y la comíamos en otras ocasiones, en la cocina la sazonaban con un toque, pero sólo un toque de consomé de pollo.  Eso eleva la experiencia y así es como más, más me gusta.

Para mí, la sopa de ajo es la comfort food por excelencia y tiene la propiedad de hacerme sentir arropado, me hace viajar en el tiempo y en el espacio, y ha creado -aquí y ahora- algo bastante cercano a lo que la gente conoce como magia.

Comments

comments

Comments are closed.