¡Vaya!, la última fabrica de máquinas de escribir anunció el fin de su producción. Yo me deshice de mi última máquina de esas a mediados de los años 90; una vieja Royal reconstruida, que mi padre había comprado cuando yo estaba en la Secundaria. En esa misma ocasión me deshice de una pequeña máquina portatil, cuya marca no recuerdo, que mi padre me había comprado cuando estudiaba Derecho.
Cuando eramos niños, mis hermanos y yo aporreábamos la Underwood eléctrica de mi abuela, seguramente de los años 50, y yo disfrutaba mucho de cómo era que las téclas respondían fácilmente al toque de mis dedos. Cuando estaba en Sexto grado traté de aprender a escribir a máquina con un método que me regaló mi tía Paty; pero no fui perseverante.
Ya en la Secundaria, y como parte del pensum tomé clases de mecanografía en el Instituto de Señoritas El Rosario…y perdí la clase. Por esa razón tuve que repetir meca y creo que la gané raspado. ¿Quién diría que luego me ganaría la vida escribiendo en un teclado? Fue en el noticiario Aquí el mundo (ca. 1986) que di el brinco de máquina de escribir a MacIntosh; y de ahí nunca volví a usar máquina de escribir.
Aunque sí puedo escribir sin ver el teclado, no soy particularmente veloz; y algo que nunca aprendí es a usar el dedo pulgar izquierdo en el tabulador. Siempre uso el pulgar derecho para apretar esta tecla.