09
Jun 23

El trono, ¿para qué lo quieres?

 

¿Verdad que no estoy equivocado? Esta es la campaña presidencial más populista, más superficial y en la que más ofrecimientos descarados para grupos de interés ha habido.  Un candidato ofrece subsidio a la energía eléctrica, otro promete laptops con Internet, otra dice que va a regalar maletines deportivos.  Y eso es de lo que uno se entera.  ¿Qué tanto les ofrecerán -en privado- a dirigentes de grupos de interés específicos y claves para conseguir el poder por el que están compitiendo?  ¿Qué piñatas estarán ofreciendo los candidatos a diputados y los pretendientes a las alcaldías?

Este es el libro que dio origen a estas meditaciones.

Cuando veo cómo se desempeñan los candidatos en estas elecciones no puedo sino acordarme de El rey enamorado, de Les Luthiers: ¡El poder, la prisión, el trono! ¿El trono, o María? Al fin y al cabo, el trono lo quiero para posarme sobre el, y satisfacer mis deseos, los mas sublimes y los mas perversos, en cambio a María la quiero para…. caramba, ¡qué coincidencia!

Y desde una perspectiva menos chistosa, pero no menos seria, también me acuerdo de una lección que ofreció Francisco de Vitoria en Salamanca, a finales de 1528, titulada Sobre el poder civil.

Dice el célebre escolástico salamantino que el poder público es la facultad, la autoridad o el derecho de gobernar la república civil; ¿Y qué es la república? Es la sociedad civil organizada. ¿Organizada para qué? Para que las personas puedan florecer, desarrollarse, llegar a sus cumbres, vivir plenamente, alcanzar la completa realización de sus virtualidades.  De ahí la necesidad de que la república (y quienes ejercen el poder público) respeten absolutamente los derechos individuales de todos por igual. De Vitoria les recuerda a los gobernantes que el poder no es suyo; sino del pueblo y les recuerda a quienes ejercen el poder público que hay unos límites muy fuertes para el ejercicio del poder: los derechos de los individuos.

La república, por cierto, es lo que John Locke llamó commonwealth; y los romanos llamaban civitas, es la polis, de los griegos.  No debe confundirse la república en este sentido, con república como forma de gobierno. 

Cuando leo a De Vitoria y dice que el poder reside en el pueblo y que este lo da a quien considera apto para desempeñarlo, no puedo dejar de inquietarme porque ¿a quiénes les daremos el poder el próximo 25 de junio? ¿Se los daremos a quienes consideramos más aptos, o se los daremos a quienes consideramos menos ineptos? ¿Se lo daremos concentrado, o disperso?  En ese contexto, Ramón Hernández, en Los Derechos Humanos, Francisco De Vitoria, cita a Cayetanno y dice: No puede ser que se muestre buen príncipe [o presidente para el caso] el que es ala persona. Elegid para gobernaros un buen sujeto y estará en próxima disposición a ser buen príncipe. A la vista de cómo se desempeña la campaña, ¿hay buenos sujetos entre los candidatos?

De Vitoria advierte contra la acepción de personas, que es la práctica de preferir -sin una razón que lo justifique- a una persona, o varias entre otras en el contexto de la repartición de cargos públicos y del gobierno de la república.  Las implicaciones del poder son muchas, absorbentes y de muy gravosas responsabilidades, dice Hernández al comentar a De Vitoria y lo que viene a mi mente es ¿cuánto nepotismo hay entre los candidatos y sus seguidores? ¿Cuánta repartición de cargos hay sólo por haber contribuido a la campaña, sólo por ser socios, o sólo por ser compadres sin atender a la capacidad?

Dice De Vitoria que la república no puede ser privada del derecho de defenderse y de administrarse contra las injurias de los propios y de los extraños; de lo que se desprende, como dice Hernández, que la sociedad no puede renunciar al derecho a la conservación o supervivencia y, por lo mismo, al derecho a defenderse contra todo lo que pudiera destruirla.

Ya que es imposible que la república civil se gobierne todos al mismo tiempo hay que optar por una representación; de ahí que no está de más invocar la necesidad de una participación lo más amplia posible del pueblo en el poder, dice Hernández y estoy de acuerdo.  Sólo queda añadir que, en una república el mejor gobierno es ql que sabe administrar de tal modo el bien de la sociedad que respeta el mayor número y mejor calidad de las libertades individuales. 

El mejor gobierno no es el que da más subsidios, más pelotas, más privilegios, ni satisface a más grupos de interés.  Es el que más protege los derechos de las personas como tú, como tú y como tú.  No es el que carga con impuestos, ni endeuda, ni roba el capital de las personas como tú, para engañar a su clientela. 

De ahí que las preguntas que pudieras hacerle al rey enamorado son muy pertinentes para los candidatos: El trono, ¿para qué lo quieres?  Y no son menos pertinentes para los electores y para los tributarios, El trono, ¿a quién se lo vas a entregar?

Columna publicada en República


03
Abr 10

"El lenguado es alabado, y el bacalao es alabao"

El bacalao es, para mi gusto, el rey de los platos de la Semana Mayor chapina. En casa lo preparamos con base en la receta de mi bisabuela, Adela; pero he ido modificando la receta. Las claves, sin embargo, son usar bacalao noruego para que su carne sea resistente; cambiarle el agua al pescado unas tres veces antes de freírlo y dejarlo en agua durante la noche del jueves, para quitarle la sal; y usar aceite de oliva de forma muy generosa, pero muy generosa.

El aceite contribuye mucho a que la salsa tome un color intenso; y una de las cosas más ricas de comer bacalao a la vizcaína es remojar en la salsa y el aceite pedazos de pan francés de horno de leña. Y, por supuesto, no debe faltar un buen Reserva, y mejor si es de la ribera del Duero.

La salsa tradicional se prepara con cebollas y ajos, tomates, aceitunas y alcaparras; pero en la casa le añadimos un chile guaque asado y al tomate le licúo unas aceitunas. En esta ocasión, por cierto, usamos cebollas cultivadas en la casa.
Mucha gente no le atina a quitarle la sal al pescado; y encima, prepara el plato y se lo come. He encontrado que lo más fácil es pasar los filetes por agua fría; y luego dejarlos remojar durante una hora y cambiarles el agua; luego se dejan durante la noche y se les vuelve a cambiar el agua en la mañana; antes de empezar a preparar el plato se vuelve a cambiar el agua en una tercera ocasión previo a cortar en cubos el bacalao y dejarlo escurrir para luego freírlo. Así no hay pierde, y, con la sal de las alcaparras (normales, no saladas) es suficiente para que el plato salga bien sazonado.
Los tomates pueden ser asados, o cocidos; pero si puedo escoger, prefiero usarlos asados. Mi abuela, Frances, y una de mis tías abuelas se tuvieron durante años una discusión acerca de si mi bisabuela los usaba asados, o cocidos. He encontrado que no hace mayor diferencia, pero prefiero usarlos asados.
El buen bacalao es blanco cuando se lo compra; y su carne es resistente cuando se lo prepara. Por eso es bueno comprarlo de las aguas más frías posibles, para que su carne sea firme.
Los postres tradicionales apropiados para el bacalao en la Semana Mayor chapina, son el dulce de garbanzos, la miel de garbanzos, los moyetes, o las torrejas. Pero a mí me gusta usar estos para la refacción y de postre acudir a sorbetes de mango, de jocotes marañones, o de berries porque son refrescantes.
El bacalao me gusta mucho desde que era muy niño; y estoy consciente de haberlo comido, por primera vez, a eso de los 8 años. Y en aquel entonces no venía casi sin espinas, como viene ahora, de modo que había que comerlo con mucho, pero mucho cuidado para no terminar con una espina metida en el gaznate.
La otra forma en la que me gusta mucho este pescado es en forma de frituras, plato que comí por primera vez en la casa de la tía abuela cubana de un amigo.
..y bueno, como dicen Les Luthiers: Alabado sea el lenguado, y el bacalao alabao.

12
Feb 10

El poder, Los Colom y Les Luthiers

El trono lo quiero para posarme sobre el, y satisfacer mis deseos, los mas sublimes y los mas perversos, en cambio a Maria la quiero para …. caramba, !que coincidencia!

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Estos versos, de El rey enamorado, de Les Luthiers, son lo que vino inmediatamente a mi mente al ver, en el noticiario Hechos Guatemala, con el periodista José Eduardo Valdizán, que Alvaro San Nicolás Colom le prometió a su Sandra Evita, hace ocho años, que podría hacer lo que quisiera en el gobierno.

Tanto Enrique VI -el personaje del drama que da origen a estas meditaciones- como San Nicolás, entienden que el trono o el poder, son para satisfacer deseos sublimes y perversos, según uno; y para hacer lo que se quiera, según el otro. La mentalidad totalitaria cree que se llega al poder para usarlo sin límites y para hacer con él lo que se desee, para bien, o para mal.

La mentalidad totalitaria no reconoce límites para el poder y ve a la ley como un obstáculo que le impide hacer uso pleno del poder que, en aquel contexto, le ha sido dado para hacer y deshacer a su antojo. La filósofa Hannah Arendt sabía que esta mentalidad es peligrosa para los gobernados y por eso advirtió que a lo que aspiran las ideologías totalitarias no es a transformar el mundo exterior o a transmutar revolucionariamente la sociedad, sino a transformar la propia naturaleza humana. ¿Cómo iba a ser de otra forma? Si es para mal, la mentalidad que cree que el poder es para usarlo plenamente y sin límites, o para hacer con él lo que se quiera, lo usa para su propio beneficio, para el de sus cómplices y para el de su clientela; y si cree que es para bien, la mentalidad totalitaria usa el poder para transformar a la sociedad -e incluso transformar la naturaleza humana- para que se ajusten a lo que esa mentalidad cree que deberían ser la sociedad y las personas. La mentalidad totalitaria, constructivista y racionalista, cree que el poder es para hacer lo que se quiera hacer en el gobierno.

Cuando estemos en el poder puedes hacer lo que quieras en el gobierno, es una promesa peligrosa. Se empieza con manejar fondos con completa discrecionalidad y al amparo de secreto; pero, ¿dónde se termina?


10
Abr 09

Homenaje al bacalao

Hoy, mientras almorzábamos el tradicional bacalao a la vizcaina, unos eramos partidarios de comerlo una sóla vez al año, en tanto que otros eran de la opinión en que se debería comer con más frecuancia.

En Guatemala, el bacalao es el plato tradicional del Viernes Santo; y a mí me gusta esperar todo el año para gozármelo. Es que no me gusta trivializar las cosas buenas.
En casa lo preparamos con aceite de oliva abuntante, con tomates, cebollas, ajos y chile guáque asado, y con pimientos morrones, aceitunas y alcaparras.  La clave es usar cantidades generosas de aceite de oliva; y a mí me gusta comerlo con arroz, acompañado por pan francés de horno de leña y un buen tinto.

En la foto hay dos bacalaos distintos.  El de la izquierda lo trajo mi tía Ana María y es el que hace la esposa de su papá; en tanto el de la derecha es el que hicimos en la casa.  Y como dicen Les Luthiers, Alabado sea el lenguado, y el bacalao alabao.


Digg!

07
Abr 07

El bacalao

De todas las comidas típicas de la Semana Mayor en Guatemala, mi favorita es el bacalao que aquí se come en el almuerzo del Viernes Santo. Me gusta por su consistencia y por su sabor intenso.

Esta es la receta de mi bisabuela, adaptada a la modernidad; y lo que siempre me da gracia es que mi abuela y mi tia abuela discuten acerca de si su mamá asaba, o no el tomate.

Yo lo dejo remojar temprano en la mañana del jueves para quitarle la sal y le cambio el agua una vez al medio día.

Luego lo escurro y lo seco. Lo pongo a freír en aceite de oliva abundante (¡generosamente abundante!). Le añado ajo picado y cebollas rodajadas finamente. Luego pimiento morrón en tiras. Luego añado el tomate licuado con un chile guaque y por último aceitunas y alcaparras. Y lo dejo hervir bastante.

..y, como creo que dijeron Les Luthiers: El lenguado es alabado, y el bacalao es alabao.