La última vez que visité la tumba de mi bisabuela, Gilberta Cabrera, fue cuando yo tenía como 6, o 7 años de las manos de mi abuelita Juanita y mi tía abuela La Mamita. Y durante 43 años, a pesar de mis frecuentes visitas al Cementerio General, nunca volvía visitar aquel sepulcro. Mi madre lo había visitado, hacía años, y no se acordaba donde estaba. Y yo tampoco.
Ayer, mientras hacía mi exploración anual del cementerio, con ocasión del Día de los muertos, me topé con ella. Caminaba sin rumbo, buscando escenas para mi cámara fotográfica y para Carpe Diem cuando me llamó la atención una tumba abandonada que daba la impresión de haber tenido mejores días. ¡Y qué, si era la de mi bisabuela! , acompañada por por lo menos cuatro familiares más: Elvira, Luz, Guadalupe y Manuel*.
Yo no creo en la vida después de la muerte y en esas cosas; pero me dio mucho gusto dar con la tumba de doña Gilberta a quien sólo conozco por dos retratos que tengo de ella y por las historias que me contaba mi abuelita Juanita. En las fotos están la lápida de doña Gilberta, y una foto en la que aparece. Ella es la tercera dama de negro, sentada de derecha a izquierda.
En esta visita a la necrópolis descubrí que los ladrones se robaron la barda de hierro que rodeaba la tumba de mi bisabuela, Adela; de donde ya, hace años, se habían robado los floreros de bronce y la lápida de mi tío abuelo, Emilio. De todo el cementerio, los ladrones se han llevado el bronce y el hierro.
En junio de 2010 me enteré de que había sido descubierta la tumba del abuelo de mi bisabuela, Adela; el capitán de barco y arquitecto Isaac Hart, que vivía en Hawaii.
*En abril de 2022 mi sobrino, Andrés, descubrió que la lápida fue robada.