29
May 22

¡Hoy vimos zompopos de mayo!

 

Salimos a caminar, para ir a desayunar, y en el camino encontramos zompopos de mayo.  Los que visitan este espacio saben lo mucho que me alegran estos animalitos y lo mucho que me gustan asados en comal, y aderezados con mantequilla y sal.

A mí me gusta comer una tortilla con frijoles, o con guacamol a la que le he añadido unos seis u ocho culitos de zompopos para elevar la experiencia. Allá por 1973, un cuate -cuya familia era de Santa Rosa- llevó al colegio una bolsa con zompopos de mayo fritos en mantequilla y les agarré más cariño a esos animalitos porque así son deliciosos.  Pero no los volví a probar hasta unas tres, o cuatro décadas más tarde.

Desde niño me llamaban la atención su tamaño, así como su dignidad y ferocidad porque cuando uno los agarraba, recibía rápido una mordida. Esta sin embargo, no era ponzoñosa como la de de una hormiga de fuego, ni nada parecido.  Pero era una señal inequívoca y valiente: ¡Conmigo no te metas y si caigo, voy a caer luchando!  Ese espíritu combativo también era su perdición; porque los chicos los cazábamos para hacer peleas de zompopos de mayo.  Yo prefería sentirlos caminar en mi manos y sentir los valientes mordidas; pero si había una pelea, no le hacía el feo.

En algunas poblaciones guatemaltecas a los zompopos de mayo los llaman macashes y en otras ch´eken. La semana. pasada me enteré de un área en la que les llaman chekeles, y de que son exportados.

En el siglo XVIII, Francisco Ximénez, tel traductor del Popol Vuh, se refirió a los zompopos de mayo en su obra Historia natural del reino de Guatemala; y escribió que tienen la cabeza grande y unas tenazuelas que parece que son de acero y tienen filo, y punta corva y cruzada como las tixeras; y así cortan con ellas cosas bien duras…entre ellas hay unas muy grandes, y con alas, no son que críen alas, sin que es como la gente principal entre ellas. Aquestas grandes y con alas, no salen del hormiguero, sino es cada año cuando caen los primeros aguaceros, que es por el mes de mayo…y se levantan volando con una singularidad maravillosa, por lo cual los indios, y otras personas que las comen tostadas, y dicen que es comida sabrosa, las cogen con facilidad…y es que como no han visto luz, al verla tan hermosa se van a ella, y así los indios no tienen más que encender unos ocotes, y con esto se les vienen todas a las manos, y cogiéndolas las tuestan, y las comen, y aun las sacan a vender, como lo he visto.

Para que esta temporada comience con la alegría que debe comenzar, espero con ansias los primeros anacates del año.

De paso, algunos ecohistéricos, socialistas y colectivistas creen que el futuro es comer insectos porque no deberíamos comer carne.  Creen, incluso, que se debería prohibir la carne, o por lo menos ponerle impuestos tan altos que la hagan prohibitiva.  Pero tu, que eres listo, puedes distinguir que no es lo mismo echarle chapulines a la naranja para tomarse un tequila, o comer una tortilla de frijoles volteados con unos cuantos zompopos, o deleitarse con unos escargots…¡Por placer!, que tener que comer bichos porque otras personas te fuerzan a hacerlo, o porque te prohiben, o te encarecen otras opciones.  Una cosa es comer algo por gusto y otra no tener opción.


11
May 22

Salmorejo “guatemalensis” y almuerzo frío

 

No se por qué, desde hace semanas andaba con la gana de hacer salmorejo.  Seguramente que el calor de esta temporada contribuye al deseo por esa sopa fría; pero también un poco de nostalgia por los días en que, al volver a casa, había gazpacho, o sopa de banano para el almuerzo en casa de mis padres.

En casa nos gusta interpretar las recetas ya sea que preparamos un clásico como el salmorejo, o que preparemos una receta familiar, o de amigos.  Es normal que le quitemos, o le pongamos ingredientes para que el resultado sea nuestro, aunque basado en receta ajena.

De ahí que al salmorejo que preparamos el lunes le hayamos añadido el adjetivo guatemaltensis.  Ya que a los ingredientes tradicionales: Tomates pelados y sin semillas, buen pan de ayer,  aceite de oliva virgen, ajos asados y sal, le añadimos…le añadimos…chile guaque asado.  MI mamá preparaba el gazpacho con chiles guaques y como no teníamos vinagre de Jeréz, usamos un toque, un toquecito de vinagre de manzanas.  El chile guaque le da mucho carácter al salmorejo.  Lo servimos bien frío.

Los tropiezos fueron el clásico huevo duro; y sustituimos el jamón serrano por tocino sólo porque eso es lo que había en casa.  También sustituimos los trocitos de pepino por trocitos de uvas verdes, práctica que aprendí con mi amiga, Maite y que nos gusta mucho en casa.

La verdad es que quedamos contentos con el resultado y con ganas de volverlo a hacer.

Esto me lleva a la tradición del almuerzo frío.

Cuando pasaba la fiesta de Pascua en el Hotel Cacique Inn, en Panajachel (gracias a la generosidad de mi tía Adelita) era tradición que el jueves se sirviera un plato frío para el almuerzo.  Práctica atinadísima para los calores y el espíritu relajado de la temporada. La semana pasada, en casa, hicimos una interpretación de aquella costumbre y preparamos platos con pastrami, jamón de York y jamón prensado, acompañado por huevos endiablados, chucrut, ensalada de papas, y mostaza a la antigua o mostaza de grano. Acompañado por buena baguette fue un éxito.

¿Y la sopa de banano?

Cuando yo estudiaba la primaria había dos jornadas en el colegio: de 8:00 a 12:00 y de 14:00 a 16:00 horas.  Uno llegaba a casa, con calor justo antes de la hora del almuerzo, y en esta temporada mi madre a veces servía sopa de banano.

Aquella no era más que un batido de banano con leche servido bien frío en un plato sopero con un cubito de hielo flotando.  A los niños nos caía en gracia la ocurrencia y siempre era motivo de alegría que hubiera aquella sopa fría.  Luego se servía el almuerzo normal.

¿Te animas a preparar alguno de estos tres platos antes de que se termine la temporada de calor?


02
Oct 21

Pay de ruibarbo, recuerdos y rescate

 

Solemnemente declaro que en casa somos los dioses vivientes del pay de ruibarbo que, cuando yo era niño, no estaba en mi lista de favoritos; pero ahora lo hemos rescatado y ¡Ya!, ya está en mi lista de preferidos.

De cuando en cuando mi abuela, Frances, hacia rhubarb pie con esa maestría que tenía para los pays.  Quizás porque era algo ácido y porque su color no es atractivo nunca estuvo entre mis preferidos, yo me lo comía porque era sabroso, pero nunca se me hubiera ocurrido pedirlo.  A Nora, mi madre, no le gustaba, tampoco, de modo que ella no lo incorporó a su menú de pays; y voy a decir que tenía unos 38 años de no comerlo.  Pero andaba con antojo y desde hace ratos quería hacerlo.

Esta semana, Raúl llegó con un manojo de ruibarbos frescos y aromáticos, de modo que, anoche, Nora y yo hicimos el pay; pero primero, no hallamos la receta de La Abui y Nora no se acordaba exactamente de cómo se hacía el pay; segundo, busqué rectas en Google y las que encontré no se parecían a la de La Abui; tercero, Nora sugirió que exploráramos el Joy of Cooking y siendo que nos dio la impresión de que esa receta era la que usaba La Abui, pues Raúl sugirió que la interpretáramos.   Cambiamos ligeramente algunas proporciones (que hicimos a ojo de buen cubero) y salió delicioso el pay.  Justo de ácido y de dulce, justo de consistencia, justo de sabor y aroma.

La nota chistosa es que cuando yo era niño era…¿cómo se dice?…algo bravo…rascado; y no recuerdo si mi abuelita Juanita, o mi bisabuela, Mami, me daban polvo de ruibarbo; remedo que suelen tomar las personas enojonas.  Y ahora que publiqué mi desayuno en Facebook, don Manuel Figueroa, propietario de una farmacia en Jalapa, comentó: Esa si no me la sabía, el ruibarbo lo vendo en la Farmacia FAS para los de carácter bravo, espero no sea al caso. Pues vea, don Manuel, todavía me enojo cuando me incomodan, ja ja ja, pero no fue por eso que hicimos el pay en casa.

¡Estoy contento porque hemos rescatado el pay de ruibarbo para el menú de la casa!


23
Sep 21

¡Sorpesa! Chicle de verdad

 

Los chicozapotes o chicos son mis frutas favoritas; más que los mangos, que los higos, que las fresas y las moras, que las peras, que las manzanas, que los melones y las papayas, que los bananos y que los melocotones.  Tanto como los persimones. No sólo por su sabor amielado delicioso, sino porque desde niño me llamaba la atención que de su árbol salía el chicle natural. ¿Ves el chicle entre la pulpa?

Los chicos de ahora no traen chicle como cuando yo era niño.  Los de ahora son injertados y supongo que la eliminación del chicle en la fruta es un plus de la modernidad.  Pero cuando yo era niño los chicos casi siempre traían chicle y era muy alegre y divertido separarlo de la pupa y masticarlo por buen rato aunque no tuviera sabor.

Ahora es raro encontrar chicos con chicle; pero en casa, cuando los encontramos, siempre nos alegra.  Ya sabes…el club de la nostalgia se alborota. En la foto una bolita de chicle natural.

Cuando fui a El Mirador, en el reino Kan, la primera noche en la selva la pasamos junto al sitio arqueológico La Florida, donde hay un campamento de chicleros.  Ahí conocí el chicle natural en bloque.  Durante nuestra expedición vimos muchísimos árboles de chicozapote con los cortes cruzados característicos que son necesarios para extraer la preciosa materia prima. En la foto: El Ale y nuestro guía, Darwin, con un bloque de chicle.

No soy de mascar chicle; pero la idea del chicle natural, su conexión con la selva y con exploradores me encanta.  Por eso me gustó mucho la novela Guayacán de Virgilio Rodríguez Macal y disfruté mucho la conexión entre Uaxactún y la actividad chiclera cuando visité aquel sitio en compañía de Mart Laar, ex primer ministro de Estonia, su esposa y mi amiga, Lissa.

Ahora la goma de mascar se hace con acetato polivinílico; pero originalmente se hacía con la savia del chicozapote; su historia es como de película e involucra al dictador mexicano Antonio López de Santa Anna, y a entrepreneurs fascinantes como Thomas Adams y William Wringley Jr.

Mi amiga, Lucía, suele regalarnos chicos de su propia cosecha; y a veces traen chicle y entonces los disfrutamos a la N potencia.


30
Ago 21

Anacates con frijoles colorados

 

Los anacates -en cualquiera de sus formas de preparación- son uno de mis platos chapines favoritos. Los chanterelles, sin embargo, no son exclusivos de la comida tradicional guatemalteca y son apreciados en muchas culturas.

En casa los disfrutamos mucho con frijoles colorados, con salsa de perejil y jerez, en pizza, con crema y sobre spaghetti.  También los probé una vez en pulique y fueron deliciosos.  Desde niño, en la casa de mis padres y de mi abuela, Frances, los gozaba mucho.  En aquel tiempo no eran tan abundantes como ahora y siempre fueron bocatto di cardinale.

La época de oro de los anacates en casa de mis padres y de mi abuela fue en los años 90 cuando una señora de San Juan Sacatepéquez los traía en pequeñas y encantadoras cestas de hojas.  Fresquísimos a más no poder.

Estos hongos no sólo destacan por su sabor particular y delicado; sino por su consistencia que ofrece algo de resistencia a la mordida.  Su color anaranjado es muy atractivo y sus formas son variadas.

Los de la cesta, en la foto que ilustra esta entrada, fueron escogidos a mano, uno por uno; y son los más galanes que hemos tenido en la temporada.


16
Ago 21

Mi pastel de chocolate favorito

 

Mi pastel de chocolate favorito es el que hacía mi abuela, Frances. Estaba anotado en su recetario como Mother´s $100 chocolate cake y el turrón era de menta.

No es que la receta costara $100 hacerla, claro; sino que sabía como $100. Ya sabes…en sentido figurado, claro. La receta era de mi bisabuela, Adela.

La semana pasada traté de hacerlo y aunque tenía la apariencia de $4, sí tenía ese sabor y esas texturas que yo recordaba desde niño.  El chocolate magnífico y el sabor de la menta no me defraudaron.  Todavía no domino el arte de ese pastel del modo en que domino los pays de mi abuela y de mi madre; pero ya voy cerca.

Me encantan esas comidas que me transportan en el tiempo y en el espacio.  Esas comidas que con aromas, sabores, colores, formas y texturas me llevan a cocinas ocupadas, a mesas alegres y a las sonrisas y miradas de personas con las que tuve la dicha de crecer.  Me encanta compartir aquellas experiencias con las personas que amo y con las que comparto el camino.


25
Jun 21

Anacates y zompopos de mayo

 

Hoy comeremos los primeros anacates de la temporada, y temprano, en la mañana, hubo zompopos de mayo en mi oficina.  ¿Así, o más chulo el día?

Los anacates son mis hongos favoritos, no sólo por su sabor y su textura, sino porque me gustan desde que era muy niño y siempre me traen recuerdos gratos.  A mi familia también les han gustado los anacates mucho.  Nos gustan sólo con mantequilla, cebolla picada, sal, pimienta, perejil, Jerez seco y un poco de maicena para espesar y así fue como los probé por primera vez hace décadas.  Pero también nos gustan con spaghetti, sobre pizza, y con frijoles colorados (como los comeré hoy). Una vez los comí en pulique y también estaban ricos así.

En mi casa es fiesta cuando llegan los primeros anacates y anuncian el principio del segundo semestre del año.

Como si aquello no fuera suficiente para hacer un día alegre, la Universidad Francisco Marroquín amaneció visitada por multitud de zompopos de mayo.  Esas criaturas adorables que tanto me alegran.  Cuando me bajé del auto pasaban zumbando a mi lado y me di cuenta que es la primera vez, en vi vida, que me zumban así.  Siempre los había encontrado, abundantes, o no, en el suelo caminando; pero nunca había visto tantos volando cerca de mi.

Los zompopos de mayo son comestibles.  Suelen prepararse asados, en el comal, y aderezados con mantequilla y sal.  A mi me gusta comer una tortilla con frijoles, o con guacamol a la que le he añadido unos seis u ocho culitos de zompopos para elevar la experiencia. Allá por 1973, un cuate -cuya familia era de Santa Rosa- llevó al colegio una bolsa con zompopos de mayo fritos en mantequilla y les agarré más cariño a esos animalitos porque así son deliciosos.  Pero no los volví a probar hasta unas tres, o cuatro décadas más tarde.

Desde niño me llamaban la atención su tamaño, así como su dignidad y ferocidad porque cuando uno los agarraba, recibía rápido una mordida. Esta sin embargo, no era ponzoñosa como la de de una hormiga de fuego, ni nada parecido.  Pero era una señal inequívoca y valiente: ¡Conmigo no te metas y si caigo, voy a caer luchando!  Ese espíritu combativo también era su perdición; porque los chicos los cazábamos para hacer peleas de zompopos de mayo.  Yo prefería sentirlos caminar en mi manos y sentir los valientes mordidas; pero si había una pelea, no le hacía el feo.

En algunas poblaciones guatemaltecas a los zompopos de mayo los llaman macashes y en otras ch´eken.

En el siglo XVIII, Francisco Ximénez, tel raductor del Popol Vuh, se refirió a los zompopos de mayo en su obra Historia natural del reino de Guatemala; y escribió que tienen la cabeza grande y unas tenazuelas que parece que son de acero y tienen filo, y punta corva y cruzada como las tixeras; y así cortan con ellas cosas bien duras…entre ellas hay unas muy grandes, y con alas, no son que críen alas, sin que es como la gente principal entre ellas. Aquestas grandes y con alas, no salen del hormiguero, sino es cada año cuando caen los primeros aguaceros, que es por el mes de mayo…y se levantan volando con una singularidad maravillosa, por lo cual los indios, y otras personas que las comen tostadas, y dicen que es comida sabrosa, las cogen con facilidad…y es que como no han visto luz, al verla tan hermosa se van a ella, y así los indios no tienen más que encender unos ocotes, y con esto se les vienen todas a las manos, y cogiéndolas las tuestan, y las comen, y aun las sacan a vender, como lo he visto.


20
May 21

En el Día de las abejas

 

Hoy es el Día de las abejas; y como esos son unos de mis animalitos favoritos, pues lo celebro.

De vez en cuando una abeja cansada, o dos, caen en mi balcón y si tienen suerte me doy cuenta.  Me gusta prepararles agua con miel para que beban, se repongan y alcen el vuelo.  ¡Ni te imaginas lo alegre que me pongo cuando veo que vuela y se va!

En casa siempre hay miel y la usamos para comer waffles, panqueques y crepas, para comer con bananos, como golosina y para cocinar.  Siempre andamos en busca de mieles y tenemos preferncia por las que tienen sabor amaderado.  ¿Sábes qué es delicioso? Comer la miel con una astilla gruesa de madera recién cortada. ¡Que cosa rica el buen pan francés con miel!  ¿Has comido queso chancol, o queso manchego con miel?

El año pasado dos amigas nos regalaron cuatro mieles distintas, muy distintas, para catar y fue una experiencia encantadora.

Desde que en la Primaria estudié a las abejas, las colmenas y la miel -en la clase de Ciencias naturales, agropecuaria y salud y seguridad, con Miss Estercita- valoro mucho el trabajo de aquellos animalitos.  Pero ya antes, desde la preprimaria cuando mi abuelo Jorge volteaba la botella de miel y subía la burbuja y él decía que era el paracaidista, la miel llamaba mi atención y despertaba mi imaginación, y se me antojaba.

Cuando era niño, mi tía abuela, la Mamita hacía turrón a mano y cuando le ponía miel caliente a las claras de huevo para preparar aquel postre tradicional, a la cocina llegaba multitud de abejas que revoloteaban en el lugar; y a mí me fascinaba ese espectáculo.

Una vez, cuando tenía unos 14 años estaba viendo un documental de abejas en casa de mis padres y me entró un deseo irresistible de comer miel.  Fui a la despensa y me llevé la sorpresa de que no había miel de abejas.  Había de maple y de caña en el refrigerador, ¡Pero no había miel de abejas!  Lo que se me ocurrió fue dirigirme a la casa vecina de una amiga de mi abuela, y pedir que me regalaran miel.  ¡Así me quité el antojo!…y decidí que nunca debe faltar aquel producto en mi casa.

Gracias a mi amigo, Bobby, cuyo padre tenía colmenas en Amatitlán, una vez –ca. 1979- participé en el proceso de sacar las colmenas, ponerlas en la extractora centrífuga y extraer el producto precioso y dulce elaborado por las abejas.  Me gocé lamer y chupar trocitos de colmena.

¿Cuándo fue la última vez que me picó una abeja? Creo que fue cuando estaba en Quinto año de primaria, minutos más, minutos menos, y fue en la finca Florencia durante un día de campo con mi familia, durante la temporada en la que mi papá corría en moto. Creo recordar que mi abuela me puso tabaco en la picadura, luego de sacar el shute de la abeja que me picó.

En otro orden de ideas, las abejas eran el símbolo personal de Napoleón I, emperador de los franceses.  Las abejas son símbolos muy antiguos relacionadas con la dinastía merovingia, símbolos del trabajo y de la inmortalidad.

Hoy celebro a las abejas y al magnífico producto de sus afanes.


01
Oct 20

Celebramos el festival de medio otoño

Con pasteles de Luna, en casa y en familia, celebramos el festival de medio otoño.

Pasteles de Luna.

Es una costumbre china que también se conoce como el Festival Zongquiu. Para el mismo son elaboradas aquellas delicias que tienen rellenos riquísimos y suelen estar decoradas con caracteres que aluden a la felicidad, la longevidad y otros buenos deseos, acompañados por imágenes de flores y conejos entre otros.

A mí me gustaron desde la primera vez que los probé, seguramente allá por finales de los años 90, gracias a mis amigos de Taiwán; y desde entonces siempre estoy pendiente de que salgan a la venta a mediados de septiembre. En Guatemala los venden en el restaurante Lai Lai.  Los hay sin huevo y con huevo.  Los primeros no serán ajenos al gusto occidental y de hecho pueden recordar algunos dulces tradicionales chapines hechos con camote; pero los segundos sí son un gusto adquirido que, a quienes nos fascina la comida oriental, nos parece encantador.

Gracias a la embajada de Taiwán por los que alegraron el día de hoy.


01
Oct 20

Celebración del salsifí

Si digo que tenía 40 años de no comer salsifíes no es una exageración; y a mí siempre me gustaron, desde que era niño.

Salsifíes recién lavados.

Los salsifíes son hortalizas y en casa de mis padres se comían de tres formas: migados, rodajados finos en tortitas como blinis, y en salsa bechamel.  Mi forma favorita para comerlos era la primera, creo que porque así se lucía más el sabor delicado de esas raíces.

De repente, los salsifíes escasearon, o desaparecieron.  Como que pasaron de moda y pues…en casi cuatro décadas no me encontré con ellos ni en el mercado, ni en la verdulería, ni en el super.  De cuando en cuando oía el rumor de que había salfifíes aquí y allá; pero no es como que uno pudiera salir a comprarlos como sale a comprar zanahorias.

En fin, para hacer la historia corta, el martes llevaron unos a casa y ayer los preparamos migados, y viajé en el tiempo, y me gocé su sabor delicado.

Salsifíes migados, listos para alegrar el almuerzo.

Cuando era niño me parecían colitas de perro; pero que eso no te desanime si alguna vez te encuentras con ellos.  Definitivamente son bocatto di cardinale, como diría mi padre.