¿Sabes cuándo vi por primera vez la foto de gente desesperada durante la evacuación de Saigón, huyendo por el tejado hacia un helicóptero? Seguramente en abril de 1975 cuando llegaron los periódicos a la casa de mis padres. Yo estaba en la cocina esperando el desayuno y me impactaron mucho las escenas. La guerra había terminado; pero muchísima gente sólo quería huir del Viet Cong.
https://in.news.yahoo.com/why-afghanistans-fall-compared-vietnam-081944590.html
No me extraña que, durante la cesión de Afganistán a los talibanes por parte del ejército y el gobierno de los Estados Unidos de América, igual de impactante fuera el abandono de la embajada estadounidense en Kabul y que igual de escalofriantes fueran las escenas de personas tratando de abordar los aviones para escapar de los talibanes.
Mucha gente hay, en Afganistán que vivió los horrores del régimen talibán en los años 90 y no hay motivo alguno para pensar que su emirato islámico va a ser muy diferente en este siglo.
En medio de aquella tragedia humana quiero apuntar algunas reflexiones:
¿Puede un país invadir otro para arreglarlo? Verás: el derecho a la soberanía de un país se deriva de los derechos individuales de sus habitantes; y ese país tiene derecho a exigir que se respete aquella soberanía si la Constitución de ese país limita el poder de quienes controlan el gobierno y protege los derechos individuales de las personas. Las dictaduras, las tribus de salvajes y las tiranías totalitarias y colectivistas no pueden reclamar aquel respeto porque un país que viola los derechos individuales de sus habitantes no puede reclamar derecho alguno. El derecho a la autodeterminación de las naciones se aplica sólo a las sociedades libres, o a aquellas que buscan establecer la libertad. Estas ideas están muy bien desarrolladas en el capítulo Los derechos colectivizados, por Ayn Rand, que hallas en La virtud del egoísmo, de la misma autora.
Dicho lo anterior, es un error -cometido demasiadas veces en la historia reciente de la humanidad- tratar de construir naciones al estilo occidental y republicano donde no hay ni instituciones, ni cultura occidentales y republicanas, ni valoraciones occidentales y republicanas. Es un error construir naciones, en general, porque, en lenguaje hayekiano, las sociedades no son órdenes creados o taxis, sino ordenes espontáneos o cosmos; y porque no puede haber estados, ni naciones, sin sociedades. ¿Se puede intentar el diseño y construcción de una sociedad? Claro que sí; pero el costo se paga en vidas humanas, en pérdida de la libertad y en niveles de hostilidad que (en el mediano plazo) hacen esos experimentos inviables. En Derecho legislación y libertad, Friedrich A. Hayek, explica muy bien la diferencia entre cosmos y taxis.
Dicho de otra forma: no puedes invadir la casa de tu vecino para decirles cómo es que él y su familia deben vivir sus vidas; pero si alguien ejerce violencia en la casa, si sus habitantes son víctimas de abusos y de la fuerza bruta, puedes intervenir para detener la violencia; más no para instalarte en la casa, ni para regular sus vidas, ni para imponerles cómo deben vivirlas, ni qué valores deben perseguir.
En aquel contexto y aunque los gobiernos pueden hacerlo, porque los gobiernos tienen el poder para sacrificar vidas y haciendas ajenas, no deben meterse a una guerra si el propósito de la misma no es derrotar totalmente al enemigo y acabar con su voluntad de pelear. Un conflicto armado peleado sobre principios ambiguos, mediante maniobras defensivas, de forma indecisa y sin convicción no puede llevar a la paz duradera. En Nothing Less than Victory, John D. Lewis explica bien cómo es que los comandantes militares victoriosos han logrado períodos de paz duradera al identificar el núcleo del apoyo ideológico, político y social de los enemigos, atacar ferozmente aquellos núcleos y exigir que los enemigos reconozcan su derrota.
Pero aquello sólo es posible si se tiene tiene la certeza moral necesaria para defenderse. Es imposible para un país que carece del orgullo y de la autoestima necesarias. Es imposible sin confianza en sí mismo. El totalitarismo islámico está invicto, advierten Onkar Ghate y Elan Journo en Después del 11 de septiembr las ideas predominantes sobre la moralidad hasn socavado la política exterior de los EE. UU. y los paralizarían en la acción. El problema fundamental, dicen los autores, radica en las ideas filosóficas irracionales que impregnan —y subvierten— la política exterior estadounidense. Estados Unidos es una superpotencia militar, pero carece de la confianza en sí mismo y la certeza moral necesarias para defenderse a sí mismo y a sus ideales. Y sus líderes políticos e intelectuales evaden la naturaleza del totalitarismo islámico. En esta semana, por ejemplo, ha habido líderes políticos y estadounidenses que creen que el talibán de 2021 es una organización moderada y desdentada. Nickki Haley, que entiende el problema mucho mejor que otros, les ha advertido que negociar con el talibán es tratar con el diablo.
Por cierto que Elan Journo acaba de publicar un artículo que puede ayudar a esclarecer las cosas. El mismo se titula Why U.S. Failed in Afghanistan. No, It’s Not What You Think.
En resumen, por las mujeres, los jóvenes y los niños en Afganistán, coincido con que un país tiene derecho a defenderse de grupos terroristas, tiene derecho a intervenir en otro país para defender a sus habitantes frente a la tiranía, pero no puede quedarse ahí y meterse a construir instituciones, ni a practicar ingeniería social.