Los neoyorkinos eligieron como alcalde a Zohran Mamdani, un islamista, comunista, recién naturalizado en los Estados Unidos de América. Su menú de ofertas electorales incluye congelamiento de alquileres, y guarderías y transporte pagados por los tributarios. Su lado socialista es preocupante; pero su lado islámico es alarmante porque los radicales musulmanes ya están reclamando la Gran Manzana para su causa colectivista, místicista y de odio. ¿Mamdani será el Sadiq Khan de Londrestán, en Yorkistán?
Por cierto que esta no es la primera vez en la historia que los musulmanes se hacen con una gran manzana. Durante siglos, Constantinopla (la actual Estambul) fue conocida entre los otomanos, como la Manzana Roja (Kızıl Elma en turco). Esta expresión representaba un objeto de deseo supremo, una fruta tentadora y accesible solo para los más audaces, simbolizando la ambición de conquistar la ciudad, vista como el premio definitivo en la expansión islámica.
Esta metáfora tiene raíces en leyendas y proverbios turcos, donde se dice que una manzana roja despierta la tentación. Para los sultanes otomanos, como Mehmed II, Constantinopla era precisamente esa manzana roja: un bastión cristiano impenetrable que había resistido múltiples asedios musulmanes desde el siglo VII, pero que finalmente cayó en 1453, lo que marcó el fin del Imperio Bizantino y el auge del Imperio Otomano. La conquista no solo fue un triunfo militar y religioso, sino la realización de un mito profético en la tradición otomana, donde la ciudad era comparada con una fruta prohibida y deseada.
Y, pues bien, ya sabes que Nueva York es conocida como la Gran Manzana. Este apodo evoca su imagen de oportunidad, energía y tentación. El término surgió en el mundo de las carreras de caballos durante la era de la Prohibición y el jazz. En 1921, el periodista deportivo John J. Fitz Gerald escuchó la expresión de mozos de cuadra negros en el hipódromo de Nueva Orleans. Estos la usaban para referirse a Nueva York como el destino supremo que ofrecía los premios más jugosos, comparables a una manzana grande y roja que simbolizaba ganancias y éxitos. El mote se filtró en la escena del jazz de Harlem, donde Nueva York era el epicentro mundial de la música y La ciudad que nunca duerte era la Gran Manzana por sus clubes legendarios.
Así las cosas, Nueva York consiguió llegar al siglo XXI como la Gran Manzana de occidente. Ayn Rand vio en NYC un símbolo supremo del logro humano, la racionalidad y el capitalismo. La ciudad representó, para ella, la concreción de la mente del hombre en acción, un monumento al individualismo y la innovación. La ciudad aparece prominentemente en El manantial y en La rebelión de Atlas, donde la describe con admiración poética, y en declaraciones personales, entrevistas y notas biográficas. La filósofa anticipó que cuando se apagara Nueva York se apagaría la civilización bajo el peso del colectivismo y el misticismo.
Porque tu ya sabes: las culturas no son iguales. La mala filosofía, el relativismo cultural, el remplazo poblacional, la empatía suicida y la demagogia se aparearon para erradicar aquella realidad obvia y la Gran Manzana fue entregada a odiadores de mujeres, odiadores de judíos, odiadores de cristianos y odiadores de la civilización occidental. ¿Cómo explicas que 84% de las mujeres de entre 18 y 29 años de edad votaron por el candidato islámico? ¿Cómo explicas que los neoyorquinos votaron por el candidato islámico sólo 24 años despuíes del 11/9? ¿Qué rol jugaron los lobotimizados en las universidades gringas? ¿Cómo explicas que 33% de judíos votaron por el candidato islámico?
En esta entrega voluntaria, ¿Nueva York perderá su brillo? ¿Se extinguirá la luz de la libertad que iluminaba al mundo a pesar de la necedad woke de sus habitantes?





















