Entre las 47,629 cosas que a mí me importan poco, o nada, está el fútbol, como no sea para juntarme con los cuates a comer pizzas y beber cerveza, durante un partido importante del Mundial. Empero, este tema de la bandara chapina y el Real Madrid es un despropósito.
En dos platos, un par de muchachos publicaron una foto de ellos, acompañados por un niño, con una bandera de Guatemala que, en vez del escudo nacional, tiene el logo del equipo madridista con un quetzal y hojas de ¿laurel? con la leyenda Guatehala Madrid.
…y acto seguido los muchachos sufren un linchamiento mediático protagonizado por patrioteros, fanáticos y palurdos. Hasta hay quienes claman por que le sea aplicado el artículo 416 del Código Penal, que dice que quien públicamente, ultraje, menosprecie o vilipendie bandera, emblema, escudo o himno, nacionales, será sancionado con prisión de seis meses a dos años.
Vamos por partes, como dijo el descuartizador: ultrajar quiere decir ofender a alguien con hechos o insultos atentando contra su dignidad, su honor, o su credibilidad, especialmente cuando se humilla a alguien en público y con cierta violencia. Por donde lo vea, el acto de los muchachos más es un homenaje a Guatemala y al equipo de sus amores, que un acto ofensivo y menos violento.
Menospreciar es concederle a una cosa, o persona menor valor o importancia del que merecen. ¡No friegues! Si el fan de un equipo de fútbol une la iconografía de aquel equipo con la de su país, ¿no es evidente que lo hace a modo de homenaje y no de menosprecio?
Vilipendiar es mostrar desprecio por una persona o cosa mediante la palabra o los actos. ¿Viste las caras de los de la foto? Están orgullosos y felices de expresar y de haber econtrado la forma de unir su valoración del Real Madrid y de Guatemala.
¡No hay forma de que la tipificación del delito de Ultraje a símbolos nacionales se aplique a los de la foto! Y a pesar de ello vale la pena comentarlo porque:
Es un caso típico de linchamiento en redes sociales. Las redes sociales son las nuevas plazas de La concordia, a donde la plebe acude a pedir más cabezas; o los nuevos parques centrales a donde el populacho acude a pedir ¡Otro toro!, como ocurría en el parque central de Guatemala, a la caída de Manuel Estrada Cabrera, cuando la canalla acudió a linchamientos.
Ilustra muy bien el daño que hacen el nacionalismo y los fanatismos de esa gente que no entiende la naturaleza de la libertad de expresión, confunde al amor por el terruño con el chauvinismo, odia a quienes no comparten sus valores y quizás no dudarían en arrojar la primera piedra durante un lapidación.
El nacionalismo militante, agresivo y patriotero que pretende impedir el uso de los símbolos nacionales en un contexto que no sea el del estatismo más rancio y necio, unido al fanatismo futbolero propio de hooligans y de sujetos capaces de amenazar a un portero porque no paró un gol, o de amenazar a alguien porque puso el logo de su equipo en la bandera de su país, son una mezcla peligrosa que no debe pasar inadvertida. Y no deben ser confundidos, ni con el nacionalismo liberal y pacífico, propio del amor natural a la tierra donde está enterrado tu ombligo, ni con la sana afición a un equipo deportivo.
Además…con la mala calidad del fútbol chapín, ¿se puede culpar a la afición de ese deporte por preferir equipos extranjeros?
Vale la pena meditar sobre estas cosas, especialmente si eres de esos que a pintan la bandera de negro, ponen el escudo al revés, sustituyen al quetzal por un buitre, o manchan la bandera con pintura. Lo que es salsa para el ganso, es salsa para la gansa…pero en última instancia la libertad de expresión debe prevalecer sobre el nacionalismo agresivo y el fanatismo enfermizo.