19
Oct 07

La defensa de las minorías

“Es un pequeñísimo grupo de la población”, dijo el vicepresidente guatemalteco Eduardo Stein al desestimar la impugnación de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala hizo la Liga Pro Patria, en la Corte de Constitucionalidad.

Talvez olvida el Comandante que precisamente, una de las más importantes funciones del gobierno y de organos como la Corte de Constitucionalidad es proteger a las minorías contra lo que Alexis de Tocqueville llamó La tiranía de las mayorías.

Quizás, Stein debería recordar que la minoría más pequeña es la minoría de uno; y que la CICIG no es sino la abdicación del estado de Guatemala a su facultad de gobernar. Una abdicación que, si fuera sometida a consulta popular, haría que su administración fuera el hazmerreir del mundo civilizado.


21
Jun 07

La indignidad del monopolio

“La Corte de Constitucionalidad (CC) negó un amparo a la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), que pretendía que se diera atención médica a todos los hijos de afiliados, menores de 18 años. La resolución de la CC deja en firme el artículo 128 del acuerdo 466 de la junta directiva del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), que reglamenta que serán atendidos sólo los hijos de afiliados, menores de 5 años”.

El problema de fondo, claro, es que el IGSS tiene el monopolio del seguro social en Guatemala. Los trabajadores “cubiertos” y sus familias no pueden “mandarlo por un tubo” y contratar un seguro alternativo que les de la cobertura que necesitan. Los trabajadores chapines están obligados a cotizar en el IGSS, sin importar si la cobertura que les da este es suficiente, o de calidad.


19
May 07

Cicig, no plis

En esta semana me llamó mucho la atención que el Vicepresidente de la República y el Procurador de los Derechos Humanos “¡urgieran a la creación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala!”; y se me hizo evidente que ambos temen que el Congreso no apruebe aquella instancia.

En días recientes la Corte de Constitucionalidad opinó que el proyecto de creación de la Cicig no es ilegal y esto abrió paso para que aquella propuesta sea discutida en el Parlamento.

Para los que llegaron tarde, como se decía en las tiras cómicas de El fantasma, la Cicig es una comisión que la Organización de las Naciones Unidas y “los países amigos” de Guatemala están tratando de forzarnos a aceptar. Su objetivo principal es “determinar la existencia de cuerpos ilegales de seguridad y aparatos clandestinos, su estructura, formas de operar, fuentes de financiamiento y posible vinculación con entidades o agentes del estado y otros sectores que atenten contra los derechos civiles y políticos en Guatemala”.

Como era de suponerse, los promotores de la Cicig han acusado a aquellos que nos oponemos a ella de ser miembros, o ser financiados por aquellos cuerpos ilegales y clandestinos. La falacia es absurda, pero no es nueva. Es común, entre los chapines, que si uno escribe contra el monopolio de la educación pública, a uno lo tachen de defensor del analfabetismo; y que si uno advierte contra las imprecisiones de las ideas prevalecientes sobre el calentamiento global, a uno lo tilden de enemigo de Bambi.

La Cicig es sucesora de la difunta Comisión de Investigación de los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad. Este engendro venía de la ONU plagado de inconstitucionalidades y de privilegios para sus ejecutivos y por eso fue rechazado. La Cicig superó aquellos obstáculos, pero su texto fue mantenido en secreto por sus promotores para que no pudiera ser conocido por los guatemaltecos antes de que aquellos estuvieran listos para “hacerla pasar” sin discusiones ni contratiempos.

Sin embargo, la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, que no desconocía los vericuetos por los que había pasado el proyecto, se curó en salud y sometió el texto al análisis de la Corte de Constitucionalidad y resultó que este ya había sido saneado. De esa cuenta es que el tema regresó al Legislativo y ahora ese organismo tiene en sus manos preguntarse, en serio, si en realidad necesitamos la Cicig.

Mi hipótesis es que no la necesitamos. La primera vez que entré en contacto con la Ciciacs/Cicig pensé que, como tradicionalmente en Guatemala no han funcionado los ministerios, entonces creamos fondos sociales. Y como la cosa sigue sin funcionar, creamos los comisionados; y cuando estos fracasan también, entonces pasamos a hacer otra cosa.Así nos está pasando con el combate a la impunidad. No sólo con la de los cuerpos ilegales y clandestinos de seguridad, sino con la del crimen organizado, la de la corrupción de los funcionarios y en general con el incumplimiento de los contratos. Como el Ministerio Público no funciona y como las leyes no son respetables, pues engendramos la Cicig, o la Ciciacs, o lo que sea.Sostengo que hay un patrón en esta forma de conducta; y lo ilustro con algo que escribió Thoreau: “por cada mil personas atacando las ramas de un problema, hay una sola atacando sus raíces.”

En Guatemala necesitamos fortalecer las instituciones que hay, hacer que se cumplan las leyes que hay. No es cuestión de hacer más oficinas y de hacer más comisiones, o de hacer leyes comos si fueran salchichas.

Talvez es hora de decirles a la Organización de Vacaciones Unidas y a “los países amigos” que gracias, pero no gracias. Y que para cambiar vamos a hacer las cosas bien. Y si no las vamos a hacer bien, de todos modos, ¿para qué queremos una nueva versión de aquella Minugua que tantos malos recuerdos nos dejó?

Publicada en Prensa Libre el sábado 19 de mayo de 2007


09
Mar 07

Dirigencia popular al servicio de los yanquis

Uno de los objetivos de la visita de George W. Bush, a Guatemala, es empujar la aprobación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), iniciativa que respalda su gobierno. Esto es, en parte por el interés que tiene por los derechos humanos, y en buena parte, también, porque es un componente importante de su guerra contra las drogas.

Así que la dirigencia popular que apoya la citada Comisión, termina sirviendo a los intereses de los yanquis que tanto dice despreciar. Por eso es que se dice que nadie sabe para quién trabaja.

Ahora bien, desde el punto de vista de defensa del estado de derecho (que es el mejor garante de los derechos individuales), es muy malo que el presidente del país más poderoso del mundo y su gobierno vengan a presionar para la aprobación de algo como la CICIG (sucesora de la inconstitucional CICIACS); sobre todo en el preciso momento en que el texto legal para la aprobación de la misma se halla en la Corte de Constitucionalidad con el objetivo de que aquel alto tribunal emita su opinión en cuanto a la viabilidad constitucional del mismo.

La Corte, por supuesto, no debería ser sometida a presión alguna para dictaminar; y en ese sentido se ha manifestado muy acertadamente el columnista Eduardo Mayora: “En las actuales circunstancias estimo particularmente importante que tanto el Ejecutivo, como también los amigos y los detractores de esta iniciativa, dejen la resolución del problema en manos del Tribunal Constitucional sin pretender ejercer presiones de ningún tipo. Ese sería, me parece, el mejor tributo que podría rendirse a lo que queda de institucionalidad en la República, como también la aceptación respetuosa del dictamen que tendrá que emitirse (mejor meditadamente que con prisas). Es conveniente recordar que de los responsables de la administración de justicia no se espera que sean infalibles, sino imparciales, prudentes y justos en cuanto a los problemas que analizan y resuelven”.


26
Ene 07

Sus dientes, el flúor y el estado niñera

En Guatemala, el Acuerdo Gubernativo 29-2004 obligaba a los salineros a añadirle yodo y flúor a su producto. Adicionalmente, los miembros de la Asociación Nacional de Salineros consiguieron que la sal importada -que carecía de flúor- fuera retirada del mercado.

El estado niñera chapín relevaba a los guatemaltecos de la responsabilidad de velar por su nutrición adecuada; y un grupo de empresaurios obtuvo protección contra la competencia. ¿Se dá cuenta?

Ahora, un grupo de salineros ha conseguido que la Corte de Constitucionalidad revoque la obligación de ponerle flúor a la sal. Esto es porque si toda la sal que hay en el país está fluorizada, por mandato de la legislación, ¿qué pasará con aquellas personas que sufren de fluorosis? Ellos no tendrían la posibilidad de conseguir sal sin flúor debido a que el estado niñera obliga a que toda la sal tenga flúor y a que los empresarios mercantilistas consiguieron prohibir que sea importada la sal sin el elemento que perjudica a quienes padecen por exceso de exposición al flúor.

Yo creo que la decisión de la CC, con respecto a revocar la obligación de fluorizar la sal es muy acertada. Yo digo que los guatemaltecos -por razones de salud y por respeto a la libertad individual- debemos tener derecho a escoger si queremos consumir ciertos productos, o no. ¡Sobre todo si nuestra salud está en riesgo!

Foto de un diente maya por http://ess.geology.ufl.edu/hodell/Maya_tooth.jpg


12
Ene 07

La presión del Imperio

Maura Harty, secretaria de Estado adjunta para Asuntos Consulares, de los Estados Unidos de América, presiona a Guatemala para que nuestro país se adhiera al Convenio de la Haya.

Señora procónsul: El presidente de la República no tiene facultades para adherirse a un tratado. Dicha facultad fue eliminada de la Constitución y así lo confirmó la Corte de Constitucionalidad de Guatemala en una sentencia del 13 de agosto de 2003. Guatemala no ha suscrito el tratado. Las pretensiones de su gobierno violan la ley y la soberanía de Guatemala. Por favor, deponga su actitud imperial.

En su libro Philosophy: Who Needs It, la filósofa Ayn Rand escribió: “Puedo decir –no como un eslogan patriótico, sino con pleno conocimiento de las raíces metafísicas, epistemológicas, éticas, políticas y estéticas necesarias, que los Estados Unidos es el más grande, el más noble y, en sus principios fundadores originales, el único país moral en la historia del mundo”; y aunque yo estoy completamente de acuerdo con esa afirmación, no está de más observar que mensajes como el que usted trae contradicen de muy mala manera lo dicho por Rand.