23
Dic 13

Tarjetas de fin de año

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En casa, este año decidimos volver a practicar una tradición que habíamos abandonado: la de enviar por correo tarjetas de fin de año.  ¿Sábes qué? Me emocionó mucho la alegría con la que fueron recibidas.

Abandoné aquella tradición cuando colapsó el correo estatal allá por finales de los años 90. Cuando yo estudiaba en Maryland escribía tres cartas a la semana; pero las tenía que enviar por medio del P.O. Box en Miami y luego por correo privado.  Ahora no existe correo estatal, y el correo nacional funciona bien…algo lento…pero bien.

Hay algo encantador en los actos de enviar y recibir correo que no sea el estado de cuenta de la tarjeta de crédito, ni las cuentas de la luz y el teléfono.  Hay algo especial en elegir las tarjetas, escribir a mano unas líneas, meter las tarjetas en los sobres y llevarlas al correo.

Mi bisabuela, Frances, enviaba y recibía centenares de tarjetas.  No exagero…eran un mínimo de 200.  Cuidadosamente dedicaba varias horas a eso de las tarjetas y de ella aprendí a hacerlo.  Cuando era niño me gustaba mucho ver las tarjetas que a veces colgaba en la baranda de las gradas de su casa, o en las cortinas que había al lado de las gradas.  Me gustaba ver hasta dónde llegaban de tantas que venían y me gustaban las imágenes que traían.

En casa estamos muy contentos de haber revivido la tradición; y seguramente la haremos crecer el año que viene.


17
Dic 13

¡LLegó la Navidad a casa!

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Con el pinabete y las manzanillas llegó la Navidad a casa.  Con el pinabete, las manzanillas y la Navidad llegó la fiesta.

La navidad guatematleca huele a pinabete y a manzanillas; y huele a pólvora, a tamales, y a aserrín coloreado.  Huele a estreno.

A mí el aroma del pinabete me transporta en el tiempo y en el espacio.  A veces me pone en pijama de piesitos y y me baja del dormitorio a la sala en brazos de mis padres.  A veces me pone en pantalones cortos y me sube a mi primera bicicleta.  Otras veces me mete a la cocina a hacer galletas con, o a rellenar el pavo con mi madre.  El aroma del pinabete me lleva por las casas de mis abuelas y me acaricia con las manos suaves de mi bisabuela. El aroma del pinabete me lleva de compras con mi padre.

El pinabete y las manzanillas me dicen: Esta es tu casa.

El pinabete y las manzanillas me invitan a agradecer todo lo bueno que me rodea y, sobre todo, a agradecer todas las personas buenas que me enriquecen mi vida.  Me invitan a agradecer el amor, el cariño y los cuidados de quien comparte mi camino.

En casa el arbolito, sus aromas, sus luces y sus decoraciones nos recuerdan el mensaje de la Navidad: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Y también simbolizan la alegría de que podemos reunirnos a su alrededor y celebrar.

Como en otros años el pinabete que celebra la alegría de estas fechas es gracias a doña Mireya, don Ronald y al Rafa; y si quieres el tuyo los hay hermosos en la 30 calle 11-42, zona 12, colonia Santa Rosa II; teléfono 2476-0496.


13
Dic 13

Colorida la fiesta en mi barrio

Los colores, la música, los cohetes, los aromas y los sabores llenan las calles de mi barrio durante su fiesta.  La villa de Guadalupe, su mercado y su plaza se llenan de un ambiente festivo.  Y el tráfico es una vaina, especialmente cuando sale la procesión.

De cualquier manera es difícil no contagiarse y disfrutar del alboroto.  En el mercado echan la casa por la ventana y la marimba suena todo el día.  Este año la procesión no fue en la noche del 11 como en otras ocasiones, sino al medio día del 13 y los bailarines que la precedían eran impresionantes.  Especialmente sus tocados que nunca había visto antes.  No eran las coronas de reyes y reinas que he visto con anterioridad aquí en La villa y en el Centro Histórico, sino enormes soles y lunas.  Tampoco en el Centro Histórico usaron las coronas de siempre, en esta ocasión los bailarines iban con sombreros de tres picos y con gorras como de gendarmes.   Otro detalle que me llamó la atención es que mientras que en La villa los del tambor y el pito eran jóvenes, en el Centro eran ancianos.

En el Centro vi dos buenos toritos (y no pude tomarles vídeo porque se me acabó la pila del teléfono); y tanto en La villa como en el Centro hubo quema épica de pólvora.


12
Dic 13

Bombas en la fiesta de mi barrio


La fiesta de Guadalupe es la fiesta  de mi barrio; y así comienza el día, con bombas pirotécnicas a las cinco de la mañana.

A los guatemaltecos nos gusta quemar cohetes y bombas para las festividades.  Los chapines quemamos pólvora cada vez que podemos.  Cuenta la leyenda (que leí en Noticias del imperio, por Fernando del Paso)  que en tiempos de Fernando VII . cierto mexicano visitó la corte de aquel monarca español y en algún momento de la mañana el Rey le preguntó que qué es lo que sus paisanos estarían haciendo en ese momento.  Y el mexicano contestó que seguramente estarían quemando cohetes.  El Deseado volvió a hacer la pregunta más tarde, sólo para obtener la misma respuesta.  Y a la misma pregunta, horas más tarde, volvió a contestar lo mismo.  Exactamente lo mismo durante todo el día. Lo que digo es que eso mismo se nos aplica a los chapines.  Los chapines quemamos pólvora con cualquier pretexto, a cualquier hora

La villa de Guadalupe es un barrio antiguo de la ciudad de Guatemala.  Tiene su plaza, su mercado y su iglesia.  Allá por principios del Siglo XX era un pueblo distinto al la ciudad capital y entre ambos corría un tranvía Decauville.

El área todavía conserva algo de su carácter de pueblo y la fiesta de hoy es una de esas características. También lo es la vida en la plaza, el convite, el aroma a leña que las áreas más interiores del barrio y el hecho de que si caminas por sus calles la gente te saluda. Buenos días. Buenas tardes.

He vivido aquí en dos etapas de mi vida.  La actual y cuanto tenía entre 8 y 14 años.   En los 70 era un área residencial muy tranquila; pero ahora se ha animado.  Hay muchos negocios; tres, o cuatro restaurantes buenos; un bar que se ve muy alegre.  Y todo ello hace una emocionante y agradable mezcla de tradiciones y dinamismo.


09
Dic 13

Luces Campero 2013

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Así vimos las Luces Campero, acompañados con queso chancol, paches quetzaltecos y vino tino. El niño que hay en mí goza mucho con las luces y las formas.  Es muy agradable, también, verlas acompañados por la familia y amigos.  Me encanta escuchar los ¡Oooh! y ¡Aaah! de la gente y echarme mis propios ¡Ooloh! y ¡Aaah!

El año entrante quiero grabar los últimos 4 minutos del espectáculo que que son más que impresionantes.


07
Dic 13

¡A quemar al Diablo!

131205_diablos_luis_figueroaLos diablos -cachudos, barbados, rojos y con sus números 7- está por todas las calles de la ciudad de Guatemala a la espera de arder hoy en la noche.  Y con los diablos arderá El Diablo; aunque a El Diablo esas cosas le dan risa..

Es tradición chapina que el 7 de diciembre a las 6 de la tarde las familias se reunan para encender un fogarón en el cual se supone que arde Satanás.  Es un rito purificador en el cual se supone que se entragan a las llamas nuestros diablos personales.  ¿Cúal es tu diablo para quemar el 7?, me preguntaron en el programa de radio Así es la vida.  Y yo respondí que mi diablo es la impaciencia; pero igual hubiera podido responder otras cosas como la maña de procrastinar.

Con los fogarones se queman cohetes y a su alrededor también acuden los amigos. Es tradición chapina que en esta fecha se coman buñuelos con miel de anís; y que se beba un ponche de frutas (con piquete, mejor).

Con esta fiesta comienzan los festejos chapines del fin de año, conocidos popularmente como La vuelta Concepción Reyes en alusión al santoral.


10
Nov 13

¡Premio Charles L. Stillman para una de mis columnas!

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¡Por esta  columna publicada en El periódicogané el Premio Charles L. Stillman 2013 para columna de periódico!   Este es un concurso al que están invitados todos los profesores universitarios de América Latina y me siento muy honrado y agradecido porque ese artículo haya sido elegido.

El texto de la columna, titulada: Se muere el palo volador, dice así:

La presentación de la danza precolombina del palo volador está en riesgo debido a la escasez de pinos de más de 50 metros de altura en bosques comunitarios. Este hecho, culturalmente triste, expone una realidad que hay que reconocer: El sistema colectivista de protección de bosques no está funcionando y la clave está en la palabra comunitario. Lo que es de todos, no es de nadie; y por eso es que la gente derriba los árboles que son de todos para hacerlos leña.

Entre la tragedia de los comunes y la pobreza (que hace que la gente tenga que usar leña), las malas políticas económicas están acabando no solo con los árboles, sino con la riqueza cultural de la gente.

¿Sabes? Nunca he visto un palo volador de verdad; y por compromisos de trabajo no lo vi este año. Una vez vi uno de metal en el D.F. en México; pero no es lo mismo. En los años setenta fue puesto un palo volador allá por donde está la estatua de Tecún Uman al lado del zoológico La Aurora. Se lo usó y ahí estuvo por años. Lo veía todos los días porque por ahí pasaba el bus de mi colegio y siempre me llamaba la atención. Me impresionaba lo alto que era y me imaginaba a los voladores bajando de él, porque mi padre me había explicado para qué servía.

En Cubulco, este año usaron el palo de 2012 luego de inspeccionar que la humedad no hubiera dañado la base; y afortunadamente no se supo que hubiera accidente alguno. Yo espero ver el palo volador el año entrante.

Para proteger la naturaleza y la cultura hace falta sustituir el régimen colectivista que carece de reguladores de las acciones de las personas y el estatista que se basa en la fuerza, por uno compatible con la naturaleza de los seres humanos. Uno que produzca incentivos para el éxito y los beneficios; así como sanciones para el fracaso y los costos innecesarios. Nadie cuida mejor lo tuyo, que tú. H. Lepage explicó que la función social de la propiedad privada ha sido, siempre, la de asegurar el buen uso y la conservación de aquello que se considera como los bienes que en común hemos recibido como humanidad*. ¿Qué tal si probamos algo diferente para no seguir teniendo resultados tristes?

Este es el quinto Premio Stillman que recibo y estoy feliz como una perdiz.

* Bendfelt J.F.  Economía y medio ambienteCentro de Estudios Económico-Sociales, Guatemala, 1992.


01
Nov 13

Helado de camotes

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¡Ay caray!, como si el fiambre no fuera suficiente delicia para la celebración de este día en casa preparan un magnífico helado de camotes aderezado con mermelada de mandarinas.

El color cremoso y amarillo intenso de los camotes combina maravillosamente con el dorado y anaranjado de las mandarinas; escogidas una por una de modo que sus cáscaras sean impecables y aromáticas como uno no puede imaginarse.

Los sabores y los aromas se combinan graciosa y generosamente para producir una experiencia intensa y algo lujuriosa.  Este helado es perfecto para amarrar un almuerzón de fiambre porque a la tradición de aquel plato propio de este día se le añade la innovación audaz a partir de otro plato tradicional como lo es el dulce de camotes, o ate de camotes.


01
Nov 13

¡A comer fiambre, pues!

¡Qué dicha y qué alegría es ser parte de esta celebración del fiambre, en esta tierra costumbrera, como decía José Milla.

El que hacemos en casa es la receta de mi madre que, a su vez, es la receta de  mi abuela y de mi bisabuela paternas. No hay una sola receta de fiambre, porque cada familia tiene la suya; y aunque dos, o tres recetas vengan de una misma, todas serán distintas, porque cada quien le pone su sazón y cada quien le quita, o le pone ingredientes a su gusto. En mi familia –por ejemplo– aunque los fiambres de mi abuelita Frances y el de mi tía Baby venían del de mi bisabuela Adela, el primero tiraba a dulzón y el segundo, a ácido. A mí me gusta ligeramente endulzado con miel de abejas por el toque de madera que da la miel.

Hay cuatro tipos básicos de fiambre: verde, blanco, rojo y rosado; y el que hacemos en casa es de este último tipo. Lo importante, sin embargo, es que no importa qué receta se haga, el fiambre sea armonioso y balanceado. Demasiados, o muy pocos de algunos ingredientes pueden estropear la elegancia sutil de este plato.

El fiambre es, por mucho, el plato más extraordinario y magnífico de la cocina chapina. El plato tiene sus detractores que yo pongo en dos cajones: el de los melindrosos, del cual no vale la pena ocuparse; y el de los que han tenido una mala experiencia con él, principalmente porque han probado alguno que, en vez de ser una combinación armoniosa y balanceada, ha sido una mezcla pretenciosa, o sin equilibrio, ni sentido común.

Este es un plato que se come en familia y compartido. En la ciudad es algo difícil notarlo, pero en los pueblos es muy evidente. A lo largo de la mañana del día 1 de noviembre, platos van y platos vienen de una casa a otra. O bien, a la casa donde se hace el fiambre, llegan familiares y amigos a comer. Los invitados –y los invitados de los invitados– suelen llevar algo de su propio fiambre, o bien, a veces llevan otra cosa, como dulces de ayote, o de jocotes, conocidos como cabeceras. O panes de muerto. En casa el postre tradicional es helado de camote con mermelada de mandarinas. ¡Hágase, pues, la fiesta!

Columna publicada en El periódico.


30
Oct 13

Saqueo y robos en cementerios

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Hoy leo la denuncia de un lector de diarios que cuenta que en el Cementerio General de Chimaltenango a los panteones les han robado todos los elementos metálicos y que en el lugar abundan grupos de jóvenes que se drogan y piden dinero (PL, P. 19) Lo mismo ha de ocurrir en otros cementerios; y el de Quetzaltenango es un ejemplo.  Ahí los ladrones se roban todo lo que pueden.

En Cementerio General de Guatemala hay mausoleos que están por caerse al barranco; y el saqueo y los robos son cosa de todos los días.

De la tumba de mi bisabuela, Adela, hace ratos que fueron robados una lápida y dos floreros de bronce que la adornaban; también fue robada la baranda de hierro que rodeaba el lugar.  Afortunadamente cuando cambiamos de cementerio a mi abuelo, Luis, rescaté su lápida de bronce.  Si no hubiera hecho eso, la pieza también hubiera sido robada.

Hace dos años, y por casualidad, descubrí la tumba de mi bisabuela Gilberta; y a los pocos días de hacerlo llevé a mi madre.  Ni bien habíamos bajado cuando notamos movimientos extraños de un hombre con moto y dos que merodeaban.  Nos dió mala espina, nos subimos al automóvil y no volvimos jamás.  En realidad no vale la pena el riesgo, aunque es una lástima no poder hacerlo.  Hemos ido a entierros de amigos y familares, pero nada más.

Cuento aquello porque el 1 de noviembre es tradición chapina la de visitar cementerios.  Práctiva que yo disfrutaba mucho; pero que me anima menos y menos.

El Cementerio General se ha deteriorado muchísimo.  Los saqueos y los asaltos están acabando con él.  La basura y la inmundicia se ven en todos los rincones.  La belleza arquitectónica y artística de muchos mausoleos es eclipsada por las consecuencias del abandono, la mala administración y la indiferencia.

Cuando yo era niño, mi padre solía llevarnos a mis hermanos y a mí al Cementerio el 1 de noviembre; y como en estas fiestas no se permite la entrada de automóviles a la necrópolis, mi madre nos pasaba dejando, entrábamos caminando y visitábamos a varios familiares enterrados allá.  Luego salíamos a tomar horchata a una célebre refresquería que quedaba por ahí cerca y mi madre nos recogía para ir a almorzar el fiambre a casa.

Hasta hace un par de años todavía llevaba a amigos extranjeros a observar esta costumbre chapina…pero no más.  Ahora tengo la impresión de que es peligroso, inseguro y muy, muy  insalubre.

La foto es de una gárgola en un mausoleo del Cementerio General de la ciudad de Guatemala.