Saqueo y robos en cementerios

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Hoy leo la denuncia de un lector de diarios que cuenta que en el Cementerio General de Chimaltenango a los panteones les han robado todos los elementos metálicos y que en el lugar abundan grupos de jóvenes que se drogan y piden dinero (PL, P. 19) Lo mismo ha de ocurrir en otros cementerios; y el de Quetzaltenango es un ejemplo.  Ahí los ladrones se roban todo lo que pueden.

En Cementerio General de Guatemala hay mausoleos que están por caerse al barranco; y el saqueo y los robos son cosa de todos los días.

De la tumba de mi bisabuela, Adela, hace ratos que fueron robados una lápida y dos floreros de bronce que la adornaban; también fue robada la baranda de hierro que rodeaba el lugar.  Afortunadamente cuando cambiamos de cementerio a mi abuelo, Luis, rescaté su lápida de bronce.  Si no hubiera hecho eso, la pieza también hubiera sido robada.

Hace dos años, y por casualidad, descubrí la tumba de mi bisabuela Gilberta; y a los pocos días de hacerlo llevé a mi madre.  Ni bien habíamos bajado cuando notamos movimientos extraños de un hombre con moto y dos que merodeaban.  Nos dió mala espina, nos subimos al automóvil y no volvimos jamás.  En realidad no vale la pena el riesgo, aunque es una lástima no poder hacerlo.  Hemos ido a entierros de amigos y familares, pero nada más.

Cuento aquello porque el 1 de noviembre es tradición chapina la de visitar cementerios.  Práctiva que yo disfrutaba mucho; pero que me anima menos y menos.

El Cementerio General se ha deteriorado muchísimo.  Los saqueos y los asaltos están acabando con él.  La basura y la inmundicia se ven en todos los rincones.  La belleza arquitectónica y artística de muchos mausoleos es eclipsada por las consecuencias del abandono, la mala administración y la indiferencia.

Cuando yo era niño, mi padre solía llevarnos a mis hermanos y a mí al Cementerio el 1 de noviembre; y como en estas fiestas no se permite la entrada de automóviles a la necrópolis, mi madre nos pasaba dejando, entrábamos caminando y visitábamos a varios familiares enterrados allá.  Luego salíamos a tomar horchata a una célebre refresquería que quedaba por ahí cerca y mi madre nos recogía para ir a almorzar el fiambre a casa.

Hasta hace un par de años todavía llevaba a amigos extranjeros a observar esta costumbre chapina…pero no más.  Ahora tengo la impresión de que es peligroso, inseguro y muy, muy  insalubre.

La foto es de una gárgola en un mausoleo del Cementerio General de la ciudad de Guatemala.

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1 comment

  1. Pero si el Estado no cumple con su función de dar seguridad a los vivos, era de esperar que no se las den a los muertos, que por cierto cada vez son mas gracias a que no dan seguridad a los vivos.

    Eso suena como a una mala regurgitación del “ideal de democracia”, todo un círculo vicioso.