Erick Barrondo obtuvo una medalla de plata en Londres y ya es un objetivo político. ¿Oíste la conversación del presidente Otto Pérez Molina con Bernabé Barrondo, padre del campeón? Si no la has oído, escúchala y agárrate de la silla.
Hace poco se comentó el hecho de que el Presidente andaba a caballo y se lo comparaba con el general Jorge Ubico. En ese momento pensé que la crítica era exagerada y con mala leche. Pero en esta conversación es evidente que el Mandatario siente que tiene la facultad de actuar como un dictador de principios del siglo pasado y dar ordenes para que con un chasquido de sus dedos se cumpla su voluntad aunque para ello haya que pasar encima de la ley, de los procedimientos y de lo que sea.
Mi parte favorita de la conversación es cuando Pérez Molina le dice a don Bernabe que va a mandarlo a él y a doña Dora para apoyar al campeón (a pesar de lo antitécnica que es esa decisión arbitraria del Presidente). Y luego de oír todas las ofertas presidenciales, el señor Barrondo le dice a Otto Pérez que a ver si se va a poder porque su señora es salvadoreña y no tiene papeles. ¡Plop!, diría Condorito.
El presidente casi que se queda sin habla y empieza a repetir que tienen que hablar, y que van a revisar que hacer en Migración y en el Registro Nacional de Personas, y que va dar ordenes aquí y allá para resolver el asunto. De orden superior, digo yo.
Y todo esto es lo que me recordó lo que me contaban mis abuelas acerca de los tiempos de Ubico. Se hacía lo que Ubico quería y ordenaba. Bastaba una orden presidencial para que los nudos más apretados se desenredaran. No había ley, ni procedimiento que resistiera una orden presidencial . ¿Podrá Otto Pérez Molina sacarle al Departamento de Estado dos visas rapiditas y sin mal modo? ¿Podrá obtener una para una señora que no tiene papeles? Vamos a ver hasta donde llega el poder del Señor Presidente.
Por cierto que yo no digo que don Bernabé y doña Dora no deban ir a Londres…sólo objeto el modo; y los alcances que tiene el capricho presidencial.
Otra joya de la conversación es cuando don Bernabé le dice a Otto Pérez Molina que mejor sólo se van él y doña Dora porque no hay quien cuide la casa, y usted ya sabe que los ladrones andan por ahí. ¡Plop!, otra vez.
¿Qué es lo que se le ocurre al Presidente? Que va a darle la orden (oigase chasquido de dedos) al Gobernador para que se haga cargo del asunto. ¿Te sientes como en tiempos de Ubico, o no? ¿Cuándo fue la última vez que el Presidente ofreció cuidarte tu casa, tu automóvil, tu teléfono, o a tus hijos?
Reitero mis respetos y admiración para Erick Barrondo, y se me enchinan los brazos cuando veo lo alegres que están sus padres. ¡Que dicha, la verdad! Y por eso me indigna mucho que el triunfo del atleta esté siendo convertido en un objetivo político y demagógico.
Empero, y para ser justos, la culpa no es sólo del Presidente, sino de las miles y miles de personas que están colectivizando el triunfo de Erick Barrondo. Se dice, por ejemplo, que le dió a nuestro país la primera medalla olímpica; que consiguió la medalla olímpica para Guatemala; que es nuestra primera medalla olímpica; hay quien se atrevio a decir que ¡anhelamos otra medalla!, como si Erick u otro de los deportistas chapines que están en Londres nos la debieran, o tuvieran algún tipo de obligación con nosotros. Y así puede seguir la lista. ¡Aramos, dijo la mosca!
Erick Barrondo y su triunfo son un objetivo político porque todo el que puede y quiere está colectivizando su éxito.