16
Sep 13

¿Cuál es el verdadero Barack Obama? Una perspectiva chapina

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¿Cuál es el verdadero Barack Obama; el joven y prometedor pacifista que anunciaba tiempos mejores, o el testarudo guerrerista que está desesperado por ir a tirar bombas a Siria?

Entre 2008 y 2009 algunos comentaristas guatemaltecos eran prudentes con respecto a las expectativas que levantaba Obama; al mismo tiempo que otros observadores fueron más entusiastas:

  •  ¿Estaremos entrando con el resultado de las próximas elecciones a una etapa de moralismo en el interior de esa “sociedad”, y en su política externa?  Es dudoso, y la elección de un ciudadano negro no garantiza  nada, lo que olvidan quienes se entusiasman frente a su eventual triunfo.  El momento que se vive en los Estados Unidos y en el resto del mundo –no sólo es una frase– constituye una ruptura sistémica, el inicio de un final de época que Obama tendrá que enfrentar.  El credo americano y la elección de Obama  (2008) Edelberto Torres-Rivas
  • La ola de expectativas que se desencadenaron con la elección de Obama, que en si mismo es un hecho cultural, no deben limitarse al hecho  de un afrodescendiente en la casa blanca. El nuevo presidente norteamericano tiene la enorme tarea de convencer con hechos de que encarna un intento de abrir una era novedosa. Su sola presencia como afrodescendiente, que de todas maneras es algo para recordar, no alcanza para constituir una nueva época.  Obama, ¿qué cambios esperamos? (2009) Miguel Angel Sandoval
  •  Aunque es alentador que el presidente del país más pesado del mundo esté dando señales de sensatez inesperadas, es temprano para decir si Barak Obama podría encabezar el tipo de cambio profundo que la humanidad y la Tierra necesitan para sanar.  ¿Medio ambiente? (2009)  Magalí Rey Rosa
  •  Hasta ahora EE.UU. posee la capacidad de liderar un proceso ordenado hacia la multipolaridad y Obama expresa el entendimiento de esa necesidad.  La misión histórica de Obama  (2008)  Edgar Gutiérrez
  •  La llegada de Barack Obama a la Presidencia de Estados Unidos ha despertado expectativas en Guatemala. Se piensa que con su toma de posesión no solamente cambiará la situación en aquel país, sino incluso Guatemala recibirá un gran impulso para desarrollarse…Probablemente en lo que sí haya un cambio sea en la actitud para manejar los conflictos internacionales. Obama para los estadounidenses (2008)  Gustavo Berganza
  •  El anochecer de ese primer martes de noviembre se fue plagando de noticias: el senador por Illinois triunfaba en forma arrolladora en muchos de los estados de la Unión Americana. Fue a eso de las 10 de la noche cuando se tuvo certeza de que el joven, carismático y pacifista (lo opuesto de su contrincante) dirigente del Partido Demócrata triunfaba como futuro Presidente de los Estados Unidos de América; su partido obtenía 56 escaños en el Senado y 251 en la Cámara de Re-presentantes; Barack Obama obtenía limpiamente 349 votos electorales que sobraban y bastaban.  El sueño del pastor (2008)  José Barnoya
  •  Ese bactún que tanto daño ha hecho al mundo, y a nuestro país, puede llegar a su fin hegemónico hoy, cuando EEUU elija a Obama. Este senador negro de 47 años nos ha ilusionado al mundo entero con una visión totalmente distinta. Una apuesta por la serenidad, por la ética, por la justicia social, por la palabra en vez de los puños (diplomacia directa en vez de guerra). Una apuesta frontal contra el racismo y contra el Estado al servicio de los más poderosos…En tiempos que Occidente, y probablemente América Latina en menor medida, entran en una recesión económica, no hay mejor noticia para nosotros, los ciudadanos del mundo, que una presidencia fresca de alguien tan brillante y ético como Obama…Con Obama el mundo tiene hoy una oportunidad de poner en el centro del debate la justicia social, la paz, la prosperidad.  Nuevo bactún (Bye bye, Reagan; hi Obama)  (2008) Martín Rodríguez Pellecer
  •  Pareciera que el mundo se apresta a observar la asunción al poder del primer afro americano en la historia de la unión americana, quien ya deja ver que su llegada a la Casa Blanca es sólo la antesala de una revolución de cambios que darán un matiz muy distinto al que se tenía pensado se viviría en la primera mitad del siglo XXI en Estados Unidos de América.  Victoria de Obama (2008)  Julio Ligorría
  •  Creo que así debe haberse sentido el día que tomó posesión Juan José Arévalo. Un día en que la inteligencia se impuso a la estupidez; la alegría y la esperanza al miedo; el optimismo y el sentimiento de justicia a la oscuridad…El conservadurismo republicano deja al planeta hecho trizas. Financieramente, moralmente. Fue como una estampida. Obama ciertamente no va a construirlo de nuevo. Pero creo que será más fácil cambiar cosas con un líder decente. La ética estará de nuevo en la mesa. Los ideales de un mundo mejor estarán de nuevo en la mesa…creo que hoy es de esos días en la vida en los que uno puede dejarse llevar por la ilusión de un cambio de dirección en el mundo con Obama.  Obama (2009)  Martín Rodríguez Pellecer
  •  Rigoberta Menchú manifestó su “felicidad y emoción” al enterarse de que el Premio Nobel de la Paz  le fue concedido a Obama, a quien comparó con luchadores sociales de talla de Martin Luther King y su “queridísimo” Nelson Mandela “La humanidad amaneció con una grata noticia: el Premio Nobel de la Paz fue otorgado a Barack Obama, quien no sólo es presidente de Estados Unidos, es una continuidad de Martin Luther King”, consideró.  Rigoberta Menchú compara a Obama con Martin Luther King (2009)  Rigoberta Menchú

La foto la tomé de Facebook.


18
Feb 13

Libertad de expresión, “Plaza pública”, e impostura

Estoy de acuerdo con la idea de que los medios de comunicación -incluidos los masivos- existen para el ejercicio de la libertad de expresión de sus propietarios; y por eso creo que no se debe limitar la existencia de medios de comunicación.  The more, the merrier; porque así los hay para todos los gustos.  Creo, también -pero esta es una consideración más mercadológica, que de otra naturaleza- que a los medios de comunicación que tienen pretensiones de ser masivos, les conviene ser diversos.  Y a los usuarios nos conviene que compitan.

Estoy convencido de que cuando los propietarios de un medio de comunicación deciden publicar algo, o no, lo que hacen es ejercer su derecho de propiedad y que esa decisión no constituye censura.  El propietario tiene derecho a decidir qué ideas va a apoyar con sus recursos, y qué ideas no.  Y ya que hay ideas buenas, e ideas malas, no considero que sea algo virtuoso financiar, o apoyar la diseminación de las ideas malas.  Es más, creo que eso es intrínsecamente malo.  El buen periodismo debe ser objetivo; pero…¿tiene que ser imparcial?

Dicho lo anterior no me parece que Plaza pública haya cometido censura cuando su director, Martín Rodríguez tomó la decisión de quitar una columna de opinión y cerrar el blog: La vida parcialmente examinada, compartido por Walda Salazar y Oscar Pineda.  El director de aquel medio actuó en defensa de los intereses de los propietarios del diario y de sus patrocinadores.  El diario es de los jesuitas y estos tienen derecho a pedirles a sus empleados y a sus colaboradores que no critiquen a la Compañía, ni al Papa, ni al Vaticano.

Y hasta aquí llegaría la cosa si no fuera porque Plaza pública se presenta como paladín de la libertad de expresión sin compromisos con los poderes, ni con los patrocinadores o anunciantes.  Con respecto a la relación entre el periodismo y los patrocinadores, el 9 de marzo de 2012 el diario publicó un editorial titulado El periodismo y la censura empresarial.  En esa pieza el diario afirmó que  uno de los problemas más profundos de la libertad de expresión en una democracia y la consideración del derecho a la información como un bien público para la sociedad de Guatemala y Centroamérica: la censura empresarial y la autocensura de los medios.

“Plaza pública” surgió…porque un grupo de periodistas estábamos frustrados con los límites a la libertad de expresión y de prensa que existen en los medios tradicionales a la hora de abordar …el papel del sector privado en nuestro país.

Los periodistas y los medios en Guatemala nos legaron en 25 años una democracia en la que le perdieron el miedo a fiscalizar a los políticos y a los militares, pero nos heredaron también una gran deuda en cuanto a describirnos al resto de poderes en la sociedad, empezando por los más poderosos, los empresarios. Y es que, contrario a las restricciones imaginarias construidas por el discurso conservador, la cosa pública, el interés público, eso que debe ser discutido y abordado por una sociedad, no se limita a las acciones y a los actores del Estado.

En la democracia guatemalteca y su libertad de expresión –abortada en el siglo XX y amordazada desde el Estado al amparo de la elite conservadora– es comprensible que la alerta permanente para evitar censuras dirija sus reflectores a los políticos y al Estado. No está de más.

Pero desde esta tribuna…queremos apuntar otros reflectores hacia la censura que ejerce fuera de micrófonos parte del sector privado sobre el periodismo en Guatemala y que no tiene que ver con la línea editorial de los medios, línea que en muchos casos, da buen y legítimo cobijo a los intereses patronales. Es algo cotidiano que ante un cuestionamiento de parte de un reportero, un empresario llame al dueño del medio para vetar artículos que considera que pueden afectar a las aspiraciones de su empresas, o de sus amigos, casi siempre con éxito. O incluso llegar al extremo de que telefónicas tengan el poder de vetar cartas de los lectores que sean críticas con sus servicios.

En aquellas líneas, Plaza pública daba la impresión de ser un medio que estaría libre de la censura, o autocensura que supuestamente ejercen los poderosos, los dueños, los anunciantes y los patrocinadores.  Daba la impresión de que se erigía frente a los lectores un medio de comunicación al que no frustrarían los límites a la libertad de expresión que ejercen los poderosos y los conservadores.  Daba la impresión de que sus reflectores no iban a apuntar sólo a las acciones de los políticos y del estado, sino que iban a ser de más amplio espectro.  Daba la impresión de que ninguno de sus colaboradores iba a recibir llamada alguna de propietario alguno  para vetar artículos que perjudicaran sus intereses, o los de sus amigos.  Y daba la impresión de que, si eso llegara a suceder, el que llamara no iba a tener éxito.

Pero qué va.  Ahí está que no.  Ahí está que era impostura.  Ahí está que a Plaza pública, como a cualquier otro medio de comunicación masivo, tiene que pensar dos veces si se mete con sus propietarios, con sus intereses, con los amigos de sus propietarios, con los socios de sus propietarios, ni con sus intereses.  Y si se mete…tiene que enfrentar las consecuencias.

Más valiente y cabal hubiera sido que Plaza pública fuera sido objetivo y que no se hubiera puesto ínfulas de paladín contra los poderes, ni contra los intereses de los propietarios y patrocinadores de otros medios.  Mejor hubiera sido que, desde el principio, hubieran dicho que aunque no reconocían el derecho que los anunciantes tienen de decir que ideas patrocinan y qué ideas no patrocinan, si reconocían la facultad de los jesuitas a decidir qué ideas patrocinan y qué ideas no.  Hubieran dicho, desde el principio, que no creían que los propietarios y anunciantes de otros medios tuvieran el derecho de negarle espacio y tiempo a nadie; pero que esa creencia exceptuaba a los jesuitas, al Papa, al Vaticano y a sus intereses.  Así la gente no se hubiera confundido y las cosas hubieran sido claras, respetuosas y transparentes; sobre todo para sus lectores, y también para Salazar, Pineda y otros colaboradores.

Al final de cuentas Plaza pública no va a morder la mano que le da de comer; porque si lo hace, y ad majorem dei gloriam, un jesuita va a llamar a Martín para recordarle que en ese medio no se debe criticar a los dueños, ni a los patrocinadores.


03
Feb 09

Wachik’ aj, los derechos y ProReforma

Con esta frase es que el autor de Wachik´aj se pegó un somatón: “En la Universidad Marroquín enseñan en las aulas que es una aberración que el interés general prime sobre el interés particular porque el individuo es lo más importante del orden social. Ahora lo matizan en su presentación diciendo que aunque debe prevalecer el interés general sobre el particular, no así sobre los derechos individuales. O sea, por qué no dicen las cosas claras. ¿Por qué no dicen la verdad de lo que piensan?”

A mi juicio su observación demuestra una de dos cosas. Primero, que W no entiende la diferencia entre derechos e intereses; o segundo, que está dispuesto a escribir cualquier cosa con tal de confundir a sus lectores.

Si todavía no ha entendido la diferencia entre derechos e intereses, el asunto es preocupante: pero tiene solución porque no es que sea rocket science. Si es lo segundo, ahí sí que está mal; pero muy mal, porque implica mala fe.

Lo que yo tengo años y años de estar leyendo, escuchando y difundiendo es que “los derechos individuales deben prevalecer sobre los intereses colectivos”. Mucha gente modesta (y algunos malintencionados) aseguran que la frase significa, que los intereses individuales deben prevalecer sobre los intereses colectivos. Así se lo he escuchado periodistas y hasta a un prócer de La Revolución[1]. Sin embargo, es obvio que la frase distingue entre derechos e intereses. Usted, ¿qué dice?

Hay dos grandes tipos de explicaciones para que aquello deba ser así, si uno comparte los valores liberales o libertarios. El primer tipo de explicación es algo altruista[2] y por eso es que no me gusta. Dice que la razón por la que los derechos individuales deben prevalecer sobre los intereses colectivos, es porque es de interés colectivo que así sea. Eso es cierto, claro. ¡A todos nos interesa que nuestros derechos individuales sean inviolables, supremos y oponibles erga omnes! A todos, menos a los delincuentes, por supuesto; pero a esos no vale la pena tomarlos en cuenta en este tipo de asuntos. Ellos no viven conforme a los valores y las normas que las gentes pacíficas respetamos. Empero, esa explicación, aunque ingeniosa, es una débil la defensa de los derechos individuales si al final su valor depende de que la colectividad los considere dignos de respeto.

La verdadera defensa del valor del respeto absoluto a los derechos individuales, sobre los intereses de la colectividad, reside en que sólo si se respetan los derechos individuales de todas las personas, sin excepción y siempre, sólo así se puede garantizar lo que he escuchado llamar la infinita dignidad humana. La propiedad de uno mismo quiere decir que uno es dueño de su vida; y negar eso, implica que otros tienen más derechos sobre la vida de uno, que uno mismo. Nadie más que uno es dueño de su propia vida, y uno no es dueño de la vida de otros. Ese es el principio generador de los derechos individuales[3].

La supuesta primacía de los intereses individuales sobre los colectivos, que el autor de W pretende hacer pasar como un principio liberal es insostenible, aún si uno no conoce los argumentos anteriores. Y de verdad prefiero pensar que Martín no ha entendido la diferencia entre derechos e intereses, y no que está tratando de retorcer argumentos para confundir a los lectores y hacerles creer algo que es tan evidentemente ajeno hasta para el sentido común.

Cabe, ahora, hacer algunas profundizaciones sobre el tema de los derechos, para ayudar a Martín y para hacer más valiosa esta discusión.

Un derecho es una facultad de las personas individuales que se ejerce sin necesidad de pedir permiso a nadie, ni a costas de nadie [4]. Como los derechos son inherentes a los seres humanos, eso quiere decir que todas las personas individuales gozan de los mismos derechos, siempre. Luego, la única obligación implícita en el ejercicio de un derecho es el respeto de los derechos ajenos. Los seres humanos, como personas individuales, tenemos derechos. Los grupos no; y precisamente los derechos los gozan los individuos no porque el grupo se los conceda, ni los goza para bien del grupo: sino que, en muchos casos, los goza para defenderse de la colectividad y de los otros.

Cualquier cosa, parecida a un derecho, de la cual gocen sólo unos, y no todos los miembros de una sociedad; cualquier imitación de derecho de la que las personas gocen de cuando en cuando; cualquier pseudoderecho que para disfrutarlo haya que pasar sobre los derechos ajenos; y cualquier otra gracia que concedan la colectividad, o el tirano de turno, no son derechos, sino privilegios o prebendas. Usted tiene derecho a la vida; y para ejercerlo no le pidió permiso a su vecino, ni al gobierno. Pero además, al ejercerlo, no afecta la vida, la libertad, la propiedad, o el derecho a la búsqueda de la felicidad de nadie. Por otro lado, si yo pretendo vivir a costillas de otras personas, es decir, reclamando para mí una parte del fruto del trabajo, el tiempo, u otros recursos de mis vecinos, entonces me hago de privilegios.

Si todos somos iguales ante la ley, podemos ejercer nuestros derechos; pero si hay leyes especiales para unos, que no se le aplican a otros, entonces se ejercen los privilegios.Usted tiene determinados valores y determinadas costumbres culturales que puede ejercer tranquilamente, como expresión de su derecho a la libertad; pero si consigo que usted me financie mis costumbres culturales sólo porque no puedo hacerlo por mi mismo, o porque no encuentro quién me las pague voluntariamente, entonces tengo un privilegio que usted no tiene, y a su costa.A estas alturas, ya puedo preguntar: ¿Cuál es la mejor forma de eliminar los privilegios: mediante la igualdad de todos ante la ley, o mediante la multiplicación de los privilegios existentes y la creación de nuevos? Si nuestros derechos individuales de todos no prevalecen sobre los intereses colectivos de algunos (ya sean mayoría, o minoría), ¿son derechos realmente, o son concesiones o privilegios?

[1] http://luisfi61.blogspot.com/search?q=bauer
[2] El principio básico del altruismo es que “el hombre no tiene derecho a existir para su propio beneficio. Que servir a los otros es la única justificación de su existencia y que el auto-sacrificio es su debger moral supremo, su virtud y valor”. Ayn Rand. Filosofía: ¿quién la necesita. Grito Sagrado Editorial, Buenos Aires, 2008. Pp. 92-93. Esta definición filosófica de altruismo no debe ser confundida con lo que coloquialmente se quiere dar a entender por benevolencia.
[3] http://www.isil.org/resources/introduction-spanish.swf
[4].“Quien usa su derecho no daña a nadie. Un derecho, por tanto, es una facultad natural del hombre que se ejerce sin pedir permiso ni a expensas de nadie. Se trata, pues, de una cualidad enraizada en la propia naturaleza humana, independiente de todo sistema político. Un derecho no tiene vencimiento. Es inviolable y absolutamente inseparable del hombre”. Francisco Pérez de Antón. La libre empresa. Universidad Francisco Marroquin /UniónEditorial, Madrid, 2004. P. 78. “El origen de los derechos del hombre no es la ley divina ni la ley parlamentaria, sino la ley de identidad. A es A y el Hombre es el Hombre. Los derechos son las condiciones de existencia requeridas por la propia naturaleza humana para su supervivencia como tal”. Ayn Rand. La rebelión de Atlas. Grito Sagrado Editorial, Buenos Aires, 2005. P. 1139.


02
Feb 09

Wachik´aj, la democracia y ProReforma

Sigo comentando las críticas que el blog Wachik`aj pretendió hacerle al proyecto de reforma constitucional ProReforma; y esta es mi tercer entrega. ¿Por qué me estoy ocupando tanto de esto? Porque W es un catálogo de los prejuicios y las superficialidades más comunes acerca de aquel proyecto; y porque es una buena oportunidad para conversar sobre un tema tan importante.

Martín, el autor de W, desenfunda su espada a favor de la democracia y dice que “democracia es el juego de diálogo entre distintas formas de ver el mundo que se someten a las urnas para ver quién convence a más ciudadanos”; y añade, sin duda refiriéndose a los promotores de ProReforma, que “eso no lo tienen claro”. W lanza, ¡otra vez y otra vez!, acusaciones infundadas.

El libertarianismo, que une a muchísimos promotores de ProReforma, tiene clarísimo cuál es el papel de la democracia; y como Martín pasó “cinco años de su vida leyendo todo lo que pudo sobre el liberalismo”, incluida la obra de Friedrich A. Hayek, seguramente recordará que el Nóbel se ocupa muy bien de ese tema.

Y yo, humildemente, escribí hace ratos unas meditaciones al respecto, mismas que voy a usar –revisadas– para esta argumentación[1]. Hace años me gustaba una frase de Tomás Mazaryk[2], citada por Vaclav Havel[3], que decía que “la democracia es una discusión. Siempre es una discusión de acuerdo y consenso, lo cual implica un compromiso…y movilizar los instintos para determinar qué tipo de compromiso es aceptable y cuál no lo es”[4].

Me gusta la frase de Mazaryk porque veo que es un contrapunto[5] útil para reforzar la definición de democracia, entendida como una buena forma pacífica para elegir y cambiar autoridades y tomar ciertas decisiones; como una forma de toma de decisiones que protege la libertad; y como una buena forma de educación cívica[6]. Esto es lo que muchos liberales entendemos por democracia, y por eso es que la apreciamos mucho, dentro de aquellos límites.

Esto de los límites es importante porque si llegáramos admitir que la mayoría puede imponerse sobre minoría, y que todo está sujeto a acuerdos y compromisos, ¿qué ventajas tiene la democracia sobre otras opciones? Si la democracia es un sistema social en el que la vida, la propiedad, y los frutos del trabajo y del intelecto de cada uno están a merced de cualquiera que obtenga el voto de la mayoría, entonces ¿para qué querríamos la democracia?

Aquí viene algo más que es útil de la cita de Mazaryk: en democracia es preciso definir qué compromisos son aceptables y cuáles no; porque la democracia sin estado de derecho es inadmisible. Pero, ¿qué es el estado de derecho? Es un sistema en el que el ejercicio del poder (incluido el de la mayoría) está sujeto a la limitaciones señaladas por la Constitución y las leyes[7]; y en el que el imperio de la ley se extiende por igual a todas las personas (sin importa su etnia, su sexo, su nacionalidad, o su clase).

Es uno en el que la vida, la libertad, la propiedad son derechos de todos[8]; y uno en el que estos derechos no pueden ser violados por los intereses de nadie (por más mayoría que lo apoye y por más compromisos que haga). Las limitaciones a las que hacía alusión en el párrafo anterior están estrechamente relacionadas con la protección de estos derechos, a los que el poder (de la mayoría, o de la minoría) no debe tener posibilidades de vulnerar sin que tenga que enfrentar consecuencias jurídicas.

En una democracia -para que sirva a la cooperación social pacífica y a la prosperidad- la ley es un medio para proteger aquellos derechos y para garantizar el cumplimiento de los contratos. La ley no debe ser utilizada para violar los derechos, ni para violar los contratos, aunque aquello sea del interés de muchos. La ley, entonces, sólo puede ser igual para todos, sólo puede ser general y sólo puede ser abstracta. La ley no debe crear privilegios de ninguna clase. La ley no debe decirle qué hacer, sólo puede decirle qué no hacer. En sus críticas, W se enreda con esto de los derechos y los intereses, tema que abordaré después.

Si no ha de decepcionarnos y si no ha de servir para que unos se impongan sobre otros, la democracia –debidamente acompañada por el estado de derecho– no sólo puede ser una forma pacífica de tomar decisiones, sino que debe tomar en cuenta la protección los derechos de todos; incluidos los de la mayoría más pequeña de todas, que es el individuo.

A W no le gustó una frase de ProReforma que dice que “el sistema actual permite que gobiernos populistas con retórica paternalista lleguen al poder”; y, como Perogrullo, descubre que “si ganan partidos que se dicen de izquierdas en elecciones democráticas, es porque los que son de derecha perdieron”. También descubre “que populismos hay de derechas y el mejor ejemplo es El Salvador con Arena”; para luego incurrir, otra vez, en la manía de no argumentar lo que los promotores de ProReforma decimos, o hacemos, sino criticar lo que él dice que los promotores decimos, o hacemos. W pregunta que si los promotores de ProReforma prohibiríamos “que la izquierda paternalista participe, o que si participa y gana no pueda actuar”.

Repito que argumentar así arrastra el nivel a la conversación. ¿Notó usted que el texto de ProReforma no hace alusión a la izquierda que menciona W? ¿Notó la manipulación? A los promotores de ProReforma nos incomodan los gobiernos populistas con retórica paternalista, ¡de izquierdas, o de derechas!, y si W no fuera tan manipulador en sus críticas superficiales, les hubiera ahorrado a sus lectores tiempo y esfuerzo alrededor de una idea que él pretende colgarle al proyecto, y que el proyecto no tiene por ninguna parte. ¡En una buena argumentación, no se debería valer eso que hace Martín!

Ahora bien. Esa incomodidad que muchos tenemos contra el populismo paternalista no sólo tiene que ver con su naturaleza engañosa. Tiene que ver con el hecho de que las experiencias en donde este ha sido puesto en práctica, demuestran que los gobernantes populistas y paternalistas usan la democracia para hacerse del poder y luego no dudan en arrasar los derechos individuales de las personas en nombre del interés nacional, del interés de clase, del interés de la etnia, del interés del partido, o del interés general. Dígame, usted, si no. Así fue en la Alemania nacionalsocialista y en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Así es más cerca y ahora, en lugares como Venezuela y Nicaragua, en donde críticos inflamados, como el autor de W no serían tolerados por los regímenes democráticos de turno, si las críticas se opusieran a los designios de quienes ejercen el poder.

Próximamente, como lo comenté arriba, abordaré el tema de los derechos y los intereses, en el que W hizo piruetas y se somató.

[1] Luis Figueroa, ¿Caballo de Troya?. http://www.eleutheria.ufm.edu/, Primavera, 2005
[2] Tomás Mazaryk fue el primer presidente de Checoslovakia (1918).
[3] Presidente de Checoslovaquia y luego de la República Checa (1989).
[4] Sondra Myers. La democracia es una discusión. Connecticut College, Connecticut, 1997. P. viii
[5] En música, el contrapunto es la técnica de composición que combina diferentes líneas melódicas con coherencia armónica.
[6] Friedrich A. Hayek. Los fundamentos de la libertad. Unión Editorial, Madrid, 1978. P. 148-150.
[7] Leyes como normas generales y abstractas, claro; y no como reglamentos particulares y específicos.
[8] Si quiere saber por qué es que los derechos son estos, y no otros, vea http://www.isil.org/resources/introduction-spanish.html


30
Ene 09

Wachik’aj, las ideologías y ProReforma

Sigo comentando las criticas que el blog Wachik’aj le hace a ProReforma; y otro tema que abordó Martín es el de las ideologías.

Curiosamente, Martín se queja de que los chapines no estamos acostumbrados a debatir los argumentos; pero su exploración sobre el tema de las ideologías se pierde en distracciones y ofensas. Por ejemplo, cuando acusa a los promotores de ProReforma de mentir y de engañar, y hasta de algo tan absurdo como de querer ocultar que muchos de nosotros somos libertarios. ¡Esto es el colmo!, porque aunque yo no voy hablar por los demás promotores de ProReforma, ¿quién ignora que soy libertario? ¡Yo presumo de ser libertario! De hecho, hace ratos le tuve que explicar, a Martín, las diferencias entre los neoliberales y nosotros los libertarios.

Martín abusa, porque ¿por qué es que gente como Manuel F. Ayau iba a no aceptar que es libertario? ¡Hasta las piedras saben que Ayau, y docenas de promotores de ProReforma somos libertarios, paleoliberales, liberales clásicos, objetivistas, austriacos, u otras cosas parecidas! Martín abusa cuando clama: “Mentira. Acepten que todos son libertarios. No engañen”. Abusa porque trata de cuentearse a sus lectores, haciéndoles creer que los promotores de ProReforma hacen y dicen, lo que sólo él dice que hacen y dicen.

W se queja de que los chapines no estamos acostumbrados a debatir argumentos; pero, ¡Chispas!, si eso no le gusta (y yo comparto su disgusto), ¡que no lo haga él! ¡Que discuta argumentos, y que se deje de falacias ad hominem! Usted perdonará que le dedique tantas líneas al tema; pero aunque este tipo de recursos ofenden a la inteligencia y arrastran el nivel de las discusiones, vale la pena ocuparse de ellos para ponerlos en evidencia.

Ahora entremos en materia.

Es totalmente cierto que los libertarios, liberales clásicos y afines defendemos la vida, la libertad y la propiedad; es cierto que sostenemos que el poder del estado debe ser restringido; es cierto que no aprobamos que leyes concretas y específicas violenten aquellos derechos y la esfera de acción privada de las personas. ¿Con qué está, usted de acuerdo?

Pregunto, porque ¿cómo sería una sociedad en la que la vida, la libertad y la propiedad de las personas no fueran respetadas? ¿Le gustaría, a usted, vivir en una sociedad así? ¿Le gusta, a usted, vivir en una sociedad así?

Pregunto, porque lo de las leyes tiene que ver con algo que usted tiene que decidir. ¿En dónde prefiere vivir, en una sociedad en la que usted pueda hacer todo lo que desee, excepto aquellas cosas que por ser violatorias de los derechos individuales estén prohibidas por la ley; o en una en la que usted sólo pueda hacer lo que está permitido por la ley, aunque lo que vaya a hacer no viole los derechos de nadie? De esto se trata la distinción entre normas generales y abstractas, frente a las que son específicas y concretas. ¿Prefiere vivir en una sociedad en la que las leyes prohíban y castiguen las conductas criminales y el fraude; o en una en las que las leyes controlen, dirijan, especifiquen, y ordenen? ¿Prefiere vivir en una sociedad de personas libres, o en un hormiguero?

Yo quisiera saber qué prefiere W; porque, al parecer, su autor cree que aquellas aspiraciones libertarias son ideología. Y, ¡ay Martín!, ¿dónde están tus argumentos que tanto extrañas en otros?

Si uno va a un diccionario corriente, ideología es “la manera de pensar de cada uno[1]”; pero una simpleza así no es digna de Wachik´aj. ¿Por qué no exploramos mejor, y con profundidad, lo que es una ideología? Según Walter Scott, Napoleón despreciaba las ideologías porque, “sólo podían ejercer influencia sobre jovenzuelos de cerebro inflamado[2]”.

Dicho lo anterior, veamos dos visiones encontradas acerca de las ideologías, que sí vale la pena explorar en este contexto:

Ayn Rand explica que “una ideología política es un conjunto de principios apuntados a establecer o mantener un cierto sistema social; es un programa de acción de largo alcance, con los principios sirviendo para unificar e integrar pasos particulares en un curso coherente [3]”. En este sentido, como ProReforma es un proyecto de largo plazo que busca establecer normas que faciliten un sistema social más justo, y como se basa en principios unificadores como el respeto absoluto a los derechos individuales y a la igualdad de todos ante la ley, pues…bien podría responder a aquella definición de ideología. Sin embargo, la corriente de libertad que prevalece entre los promotores de ProReforma es otra. Ludwig von Mises, nos dice que las ideologías “son doctrinas sobre la forma de comportarse, es decir, sobre los fines últimos a que el hombre debe aspirar durante su peregrinar por la tierra[4]”.

¡Es en este sentido, austriaco, en el que ProReforma no es, ni puede ser ideología! De hecho, es en este sentido que el libertarianismo no puede ser ideología. Porque en tanto que a las ideologías les importa mucho orientar los fines individuales de las personas hacia los presuntos fines de la sociedad; al libertarianismo los fines no le interesan. Dice Mises que “puesto que nadie puede reemplazar los juicios de valor del sujeto en acción por los propios, es inútil enjuiciar los anhelos y las voliciones de los demás. Nadie está calificado para decidir qué hará a otro más o menos feliz. Quienes pretenden enjuiciar la vida ajena, o bien exponen cuál sería su conducta de hallarse en la situación del prójimo, o bien, pasando por alto los deseos y aspiraciones de sus semejantes, se limitan a proclamar, con arrogancia dictatorial, la manera en que el prójimo serviría mejor a los designios del propio crítico[5]”.

¡Más claro, no canta un gallo! En este sentido, en el Misiano, las ideologías se ocupan de los fines y del camino que ellas conocen para llegar a ellos; ya los libertarios, liberales clásicos y afines lo que nos interesa son los medios. Nos interesa saber si son idóneos, o no. Y ahí nos quedamos. Los que apoyamos ProReforma creemos que el proyecto es un medio atinado para conseguir una sociedad más justa, en la que cada cual pueda perseguir y alcanzar sus fines particulares, siempre y cuando no perjudique a terceros. Y ahí nos quedamos. No nos interesa imponer fines, ni señalar caminos. Eso se lo dejamos a las ideologías (en el sentido napoleónico y en el sentido misiano), de las cuales desconfiamos; y más si son totalitarias. Esto es porque como escribió Hannah Arendt “a lo que aspiran las ideologías totalitarias no es a transformar el mundo exterior o a transmutar revolucionariamente la sociedad, sino a transformar la propia naturaleza humana[6]”. Y en cambio, el libertarianismo respeta la naturaleza humana; con sus imperfecciones y todo.

En cuanto a sus objetivos, ProReforma explica claramente que “lo único que pretendemos es que impere el Derecho y la igualdad ante la ley para que todos los guatemaltecos, gobernantes y gobernados, con mismos derechos y obligaciones, vivamos en un país donde impere la paz, la justicia y la prosperidad”. ¿Está usted ideológicamente de acuerdo (en el sentido randiano), o en desacuerdo con estos planteamientos? En serio…¿quién puede estar en desacuerdo?

Ah, como quisiera que este fuera el tono de las discusiones sobre ProReforma –sin ninguneos, ni falacias-. Francamente me lo disfrutaría mucho más, si el asunto se tratara de argumentos. Eso sí, con todo y todo, seguiré comentando las críticas de Martín.

[1] Rances, diccionario ilustrado de la lengua española. Editorial Ramón Sopena, Barcelona, 1976. P. 403
[2] Alberto Méndez Martínez. Fundamentos generales de la ciencia política. B.Costa-Amic Editor, México, 1972. P. 206
[3] Ayn Rand. Capitalismo: el ideal desconocido. Grito Sagrado Editorial, Buenos Aires, 2008. P. 289
[4] Ludwig von Mises. La acción humana. Unión Editorial, Madrid, 2001. P. 214
[5] Ludwig von Mises. Ibidem. P. 24
[6] Hannah Arendt. Los orígenes del totalitarismo. Taurus Ediciones, Madrid, 1974. P. 556.


29
Ene 09

Las críticas de Wachik´aj, a ProReforma

El blog Wachik´aj se ha ocupado de ProReforma; lo cual es una oportunidad buena para iniciar otra discusión seria acerca de esta importante propuesta de reforma constitucional.

Esto es, claro, si logramos quitar algo de la paja abundante que Martín dejó entre el trigo de sus críticas a ProReforma. El autor de Wachik´aj dice que se ha propuesto hacer un análisis de los principios del proyecto; pero empieza con dos costumbres despreciables que muchos chapines tienen cuando pretenden animar un intercambio de ideas: Empieza descalificando y se queda en la superficie.

W ningunea a ProReforma porque según él, “es el ideario neoliberal de una parte retrógrada de la élite guatemalteca”; y bueno…a partir de ese argumentum ad hominem, Martín hace lo que puede, y establece el tono del resto del análisis que prometió.

Dice, por ejemplo, que él pasó cinco años de su vida leyendo “todo lo que ha podido sobre el liberalismo de Hayek, Misses y Ayau”; pero uno se pregunta qué tanto ha comprendido, si ni siquiera puede escribir correctamente el nombre de Ludwig von Mises. ¡Hombre!, no es que sea un nombre difícil como Keirkegaard, o como Schopenhauer; Mises, sólo tiene cinco letras. Y no hago esta observación para hacer chanza del buen Martín; pero sí para poner en perspectiva lo que viene de sus críticas y para poner en evidencia que así se puede ir uno en una discusión, pero que así no se llega a nada bueno.

W se queja porque ProReforma dice que “no es partidista porque no buscamos el poder; no lanzamos candidatos a presidente ni a diputados”. Acierta, cuando dice que “la parte clave” de un partido político es la de servir de intermediario entre la ciudadanía y el Estado (frase que yo preferiría poner como intermediario entre gobernados y gobernantes, esto es porque todos los ciudadanos son gobernados, pero no todos los gobernados son ciudadanos). Acierta cuando dice que, en Guatemala, el sistema de partidos políticos es precario. Empero, su crítica falla cuando se niega a ver que, precisamente por esa precariedad, en Guatemala los partidos son meras maquinarias electoreras, o roscas de amigos, constituidas para llevar a alguien al poder. Eso explica que el FRG sea de Ríos Montt; que Maíz sea de Rigoberta Menchú; que el Unionista sea de Arzú; y que la UNE sea de Colom, por ejemplo. Y falla la crítica de W porque, precisamente por esa precariedad y por ese carácter electorero, no son intermediarios de nada; y sólo sirven para alcanzar el poder, o para que sus propietarios influyan en él. ¡Por eso, precisamente, es que los gobernados buscan vías alternas para facilitar la intermediación! Seguramente, el ciudadano promedio se siente más representado por su sindicato, su cámara empresarial, su asociación cívica, su asociación gremial, ¡y hasta por su mara!, que por partido político alguno. A usted, ¿qué partido lo representa?

A mí me parece obvio que se puede tener participación política, sin que esta sea partidista, y me parece evidente que los partidos sirven más para alcanzar el poder, que para otra cosa, como no sea para conseguir empleo. Por eso es que es útil destacar el carácter no partidista de ProReforma, y es útil hacer énfasis en que no es una organización establecida para ofrecer candidatos a puestos públicos.

Y a estas alturas quizás valga la pena imaginar un ejercicio: que Martín organice un partido político; pero que les diga a las personas que no es para alcanzar el poder y que el partido nunca va a proponer candidatos para nada. Que les diga a los afiliados potenciales, que su partido sólo va a ser para intermediar entre los ciudadanos y el Estado. ¿Cuántos afiliados calcula usted que va a conseguir?

En entradas posteriores continuaré comentando las críticas de Martín.


19
Ago 08

Martín y los libertarios: No más corrupción

“Los neoliberales están convocando a unas manifestaciones por la libertad, en contra de la tibia reforma fiscal que impulsa el Gobierno. No más impuestos, no más corrupción, es el lema”, así anuncia hoy, Martín Rodríguez, la gesta cívica que muchos ciudadanos estamos planeando para este viernes 29 y sábado 30.

Le agradezco a Martín su aporte; pero aprovecho para aclarar algo importante porque soy de los que está convocando y no me siento cómodo con la etiqueta de neoliberal. No porque no me gusten las etiquetas, como está de moda decir; sino porque creo que es inapropiada. En todo caso, prefiero la de libertario, liberal clásico, o incluso liberal (en español).

¿Y cuál es la diferencia?, dirá usted. Pongámoslo en ejemplos, digo yo; y sugiero usar libertario para referirme a cualquiera de las tres posibilidades citadas.

Un neoliberal favorece los tratados de comercio como el DR-CAFTA y otros; pero un libertario prefiere la eliminacion unilateral de aduanas y tarifas.

Un neoliberal favorece la dolarización como la que hubo en El Salvador y en Ecuador; pero un libertario prefiere la libre contratación y libre eleccion de monedas, como ocurre en Guatemala.

Un neoliberal favorece la privatización de las empresas estatales (incluso en condiciones monopólicas) como ocurrió en México, Argentina, y Perú, entre otros; pero un libertario prefiere la desmonopolización y la liberalización como ocurrió en Guatemala.

Un neoliberal favorece el flat tax; pero un libertario prefiere el poll tax. Un neoliberal prefiere eliminar las exenciones del Impuesto sobre la Renta; pero un libertario prefiere eliminar totalmente ese impuesto a los rendimientos del capital.

Un neoliberal sigue las directrices de organizaciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; pero un libertario prefiere que ambas sean cerradas.

¿Por qué? Porque el libertario tiene como principios el respeto de los derechos individuales de todos, y la igualdad de todos ante la ley. No por cuestiones utilitaristas, sino por razones éticas.