Libertad de expresión, “Plaza pública”, e impostura

Estoy de acuerdo con la idea de que los medios de comunicación -incluidos los masivos- existen para el ejercicio de la libertad de expresión de sus propietarios; y por eso creo que no se debe limitar la existencia de medios de comunicación.  The more, the merrier; porque así los hay para todos los gustos.  Creo, también -pero esta es una consideración más mercadológica, que de otra naturaleza- que a los medios de comunicación que tienen pretensiones de ser masivos, les conviene ser diversos.  Y a los usuarios nos conviene que compitan.

Estoy convencido de que cuando los propietarios de un medio de comunicación deciden publicar algo, o no, lo que hacen es ejercer su derecho de propiedad y que esa decisión no constituye censura.  El propietario tiene derecho a decidir qué ideas va a apoyar con sus recursos, y qué ideas no.  Y ya que hay ideas buenas, e ideas malas, no considero que sea algo virtuoso financiar, o apoyar la diseminación de las ideas malas.  Es más, creo que eso es intrínsecamente malo.  El buen periodismo debe ser objetivo; pero…¿tiene que ser imparcial?

Dicho lo anterior no me parece que Plaza pública haya cometido censura cuando su director, Martín Rodríguez tomó la decisión de quitar una columna de opinión y cerrar el blog: La vida parcialmente examinada, compartido por Walda Salazar y Oscar Pineda.  El director de aquel medio actuó en defensa de los intereses de los propietarios del diario y de sus patrocinadores.  El diario es de los jesuitas y estos tienen derecho a pedirles a sus empleados y a sus colaboradores que no critiquen a la Compañía, ni al Papa, ni al Vaticano.

Y hasta aquí llegaría la cosa si no fuera porque Plaza pública se presenta como paladín de la libertad de expresión sin compromisos con los poderes, ni con los patrocinadores o anunciantes.  Con respecto a la relación entre el periodismo y los patrocinadores, el 9 de marzo de 2012 el diario publicó un editorial titulado El periodismo y la censura empresarial.  En esa pieza el diario afirmó que  uno de los problemas más profundos de la libertad de expresión en una democracia y la consideración del derecho a la información como un bien público para la sociedad de Guatemala y Centroamérica: la censura empresarial y la autocensura de los medios.

“Plaza pública” surgió…porque un grupo de periodistas estábamos frustrados con los límites a la libertad de expresión y de prensa que existen en los medios tradicionales a la hora de abordar …el papel del sector privado en nuestro país.

Los periodistas y los medios en Guatemala nos legaron en 25 años una democracia en la que le perdieron el miedo a fiscalizar a los políticos y a los militares, pero nos heredaron también una gran deuda en cuanto a describirnos al resto de poderes en la sociedad, empezando por los más poderosos, los empresarios. Y es que, contrario a las restricciones imaginarias construidas por el discurso conservador, la cosa pública, el interés público, eso que debe ser discutido y abordado por una sociedad, no se limita a las acciones y a los actores del Estado.

En la democracia guatemalteca y su libertad de expresión –abortada en el siglo XX y amordazada desde el Estado al amparo de la elite conservadora– es comprensible que la alerta permanente para evitar censuras dirija sus reflectores a los políticos y al Estado. No está de más.

Pero desde esta tribuna…queremos apuntar otros reflectores hacia la censura que ejerce fuera de micrófonos parte del sector privado sobre el periodismo en Guatemala y que no tiene que ver con la línea editorial de los medios, línea que en muchos casos, da buen y legítimo cobijo a los intereses patronales. Es algo cotidiano que ante un cuestionamiento de parte de un reportero, un empresario llame al dueño del medio para vetar artículos que considera que pueden afectar a las aspiraciones de su empresas, o de sus amigos, casi siempre con éxito. O incluso llegar al extremo de que telefónicas tengan el poder de vetar cartas de los lectores que sean críticas con sus servicios.

En aquellas líneas, Plaza pública daba la impresión de ser un medio que estaría libre de la censura, o autocensura que supuestamente ejercen los poderosos, los dueños, los anunciantes y los patrocinadores.  Daba la impresión de que se erigía frente a los lectores un medio de comunicación al que no frustrarían los límites a la libertad de expresión que ejercen los poderosos y los conservadores.  Daba la impresión de que sus reflectores no iban a apuntar sólo a las acciones de los políticos y del estado, sino que iban a ser de más amplio espectro.  Daba la impresión de que ninguno de sus colaboradores iba a recibir llamada alguna de propietario alguno  para vetar artículos que perjudicaran sus intereses, o los de sus amigos.  Y daba la impresión de que, si eso llegara a suceder, el que llamara no iba a tener éxito.

Pero qué va.  Ahí está que no.  Ahí está que era impostura.  Ahí está que a Plaza pública, como a cualquier otro medio de comunicación masivo, tiene que pensar dos veces si se mete con sus propietarios, con sus intereses, con los amigos de sus propietarios, con los socios de sus propietarios, ni con sus intereses.  Y si se mete…tiene que enfrentar las consecuencias.

Más valiente y cabal hubiera sido que Plaza pública fuera sido objetivo y que no se hubiera puesto ínfulas de paladín contra los poderes, ni contra los intereses de los propietarios y patrocinadores de otros medios.  Mejor hubiera sido que, desde el principio, hubieran dicho que aunque no reconocían el derecho que los anunciantes tienen de decir que ideas patrocinan y qué ideas no patrocinan, si reconocían la facultad de los jesuitas a decidir qué ideas patrocinan y qué ideas no.  Hubieran dicho, desde el principio, que no creían que los propietarios y anunciantes de otros medios tuvieran el derecho de negarle espacio y tiempo a nadie; pero que esa creencia exceptuaba a los jesuitas, al Papa, al Vaticano y a sus intereses.  Así la gente no se hubiera confundido y las cosas hubieran sido claras, respetuosas y transparentes; sobre todo para sus lectores, y también para Salazar, Pineda y otros colaboradores.

Al final de cuentas Plaza pública no va a morder la mano que le da de comer; porque si lo hace, y ad majorem dei gloriam, un jesuita va a llamar a Martín para recordarle que en ese medio no se debe criticar a los dueños, ni a los patrocinadores.

Comments

comments

8 comments

  1. Roberto Farfán

    A mi, puesto que comulgo con las ideas de Walda y Oscar, y disfrutaba mucho sus columnas. Me pareció personalmente indignante. Entiendo tu punto de vista y creo que estas en lo correcto. Siento que se quisieron vestir con un traje que les quedó grande y ahora no tienen como defenderlo.
    Saludos.

  2. A mi además, me da la impresión (eso, subjetiva, sujeta nada más de mis percepciones emanadas de leerte) que lo disfrutás, que sea evidente que tanto los de la placita, como vos, tienen dueño…

  3. José Raúl González

    Como dice el chiste, solamente hay dos tipos de hombres: los que son dominados por su mujer… y los que no lo admiten.
    Eso mismo se aplica a los “periodistas” en mayor o menor medida. No existe “libertad de expresión absoluta”. Todos tenemos límites. Unos más, otros menos. El problema no es admitirlo públicamente sino la hipocresía de hacer creer lo contrario.

  4. Krishna van den Brule

    Me parece que desde la perspectiva de la libertad hay un ángulo que falta tratar. Si la libertad es “ausencia de coacción” y hay quienes tienen el poder de coaccionar por medios económicos (llameseles patrocinio o como quieran) estamos ante un verdadero dilema desde el punto de vista libertario que a mi no me parece del todo resuelto desde la perspectiva de la propiedad que abordas. ¿Si el poder económico lo puede todo que hay con los principios? ¿Es posible que el más vil de los criminales pueda impedir cualquier esfuerzo por saber la verdad sólo porque posee los medios para lograrlo? Definitivamente debo ser un idealista porque no me agrada la idea. Tampoco dices una palabra acerca de la tolerancia que todos debemos de tener a la hora de recibir críticas y en eso la URL, la Compañia de Jesús y el Vaticano salen bastante mal parados.

  5. La libertad, Krishna, no es “ausencia de coacción”. Es ausencia de coacción arbitraria. Ese detalle debería ayudar a aclararte la confusión.
    Por otro lado, coacción sería obligar a alguien a patrocinar ideas que no comparte, o…peor aún, obligarlo a patrocinar a aquellos que perjudican sus intereses.
    Por último la tolerancia no tiene nada que ver con el patrocinio. Alguien puede tolerar que lo critiquen; pero desde ningún punto de vista puede ser obligado a proporcionar recursos, espacio, o tiempo para difundir esas críticas. Aquí es donde el derecho de propiedad juega un papel importante.
    Revisá tus premisas.
    Te recomiendo volver a leer la entrada que comentas; ahí, en la parte de la diversidad de los medios de comunicación se resuelve tu duda acerca de la búsqueda de la verdad. ¡Nada como la competencia!
    Saludos

  6. libertad de expresion asolapada por los intereses mesquinos economicos de los capitalistas, religiosos, fanaticos y retrogrados que solo ven los intereses particulares e individuales, el egoismo es parte de su ser; si se quiere anunciar, que se anuncie y que deje escribir al escritor, al poeta, al que la pluma llama para que sea su editor, zapatero a sus zapatos…

  7. Arturo Villagran

    Contundente!! Además como dijo P. Trujillo: MAGISTRAL… y E. Zapeta: Excelente…

  8. Totalmente de acuerdo LuisFi con tus comentarios. Estos inconsistentes pseudo-paladines de un montón de valores que al final del día no defienden descubrieron que “El traje nuevo del emperador” era de color morado. 🙂 Desafortunadamente en sus discusiones no han notado cuál es el error que están cometiendo.