El presidente Jimmy Morales le pidió al Congreso de la República que le devuelva su propuesta de puñalada tributaria. Que siempre no, dice. El Ministerio de Finanzas explicó que el Ejecutivo someterá el proyecto a una discusión más amplia Obvio que con grupos de interés…y ojalá que no sólo con los grupos de interés que viven de los impuestos que pagan los tributarios. Sería genial que la discusión fuera con los tributarios, ¿verdad?
La puñaldad tributaria de Don Toribio estaba destinada a encontrar una oposición descomunal, como nunca vista antes. En parte porque los pipoldermos han hecho mérito y medio para perder credibilidad. Lo ves en las redes sociales donde la oposición y la ridiculización alcanzan niveles hilarantes a más no poder. Lo ves porque los actos de corrupción y de mala administración -y sobre todo los privilegios- se comparten como regueros de pólvora entre los mandantes que son tributarios y tuiteros y feisbuqueros. Las redes sociales son la nueva Plaza de la Concordia.
Añádele a todo aquello el anuncio que hizo la Junta Monetaria en el sentido de que el Producto Interno Bruto del país se está encogiendo; y si estamos produciendo menos riqueza en el país, ¿qué más desatinado podría ser imponer una puñalada fiscal que asfixiara más al capital y a las inversiones productivas?
Consecuencia de lo anterior, sería bueno preguntarse: En una economía que es asfixiada y donde no crecen las oportunidades de empleo, ni mejoran las condiciones de emprendimiento, ¿qué sucederá con las migraciones? Los chapines que se sienten motivados para arriesgarse y viajar al Norte -aunque sea de forma ilegal- ¿se quedarían en Guate para sufrir las consecuencias de la puñalada tributaria, o se verían más animadas a escapar y buscar un mejor ambiente más allá del Río Grande?
En una república sana estaría bien visto que si el Ejecutivo y los patrocinadores de la puñalada tributaria se equivocaran, el siguiente paso fuera retirar la propuesta como ha ocurrido. Primum non nocere, debería ser la consigna. Sería bien visto, también, que en vez de elaborar una propuesta ideológica destinada a la redistribución y a castigar al que más tiene, y a satisfacer las demandas de la clientela y otros grupos de interés, la nueva propuesta fuera una de carácter técnico cuyo propósito único fuera dotar al estado de suficientes recursos para financiar las actividades propias de un estado cuya misión fuera proteger los derechos individuales de todos los habitantes de la república, con igualdad ante la ley y sin privilegios.
Lo peor que podría ocurrir es que los pipodermos integren más intereses particulares en la nueva propuesta y continúen en el empeño de gravar para gastar, a cualquier costo. No vaya a ser que un día encontremos por ahí un letrero que diga: El último que salga, que apague la luz.
La ilustración la tomé de aquí.