20
Abr 25

Desayuno de “Easter”

 

¿Te cuento? En los apuros de la semana antes de las conmemoraciones de la temporada olvidé comprar conejo y huevos de chocolate así que…¡Desayuno de Easter! ¿Y qué fue eso? Pues frijoles parados fritos con manteca de cerdo y aderezados con crema de don Rosendo en Chicamán y chiles jalapeños de Marisol, huevos fritos en mantequilla, panes de Quiché y de un panadero de Totonicapán, jalea de garbanzos y café del mejor, hecho con agua de manantial de El Soch

Celebramos “Easter” con un buen desayuno.

En casa nos gusta la fiesta de Easter o Pascua porque es una de vida, de luz y de fertilidad. Desde hace milenios es motivo de fiesta el inicio de la temporada en la que las noches son más cortas, en la que hay más horas de luz y cuando la primavera trae la fertilidad y la vida.

Los colores propios de esta fiesta antiquísima son los del amanecer y los de la vida  suave, agradable y tibia propia de la primavera, cuando hay luz y hay vida.  Mi abuela, Frances, solía estrenar ropa en esta fiesta y los colores que usaba eran los propios de la celebración.  También solía preparar almuerzos muy ricos, que normalmente incluían pays.

El lenguaje de los colores  es importante porque los de Easter contrastan notablemente con los de la Semana Santa, que son el negro y el morado.  El negro es el color de la muerte, de lo oscuro, de la soledad, del vacío de la noche, de la tristeza y del mal; y el morado (violeta, o púrpura) es el color del poder, de la magia y de la fe (vis a vis la racionalidad); es el color del confesionario y por consiguiente de la culpa, en contraste con la responsabilidad y es el de algunos ritos funerarios.

Cuando yo era chico, el conejo (animal que es imposible no relacionar con la fertilidad) llegaba a la playa, a Panajachel, a la casa porque mis padres acarreaban huevos de chocolate, o de almendras.  Sin que los niños nos diéramos cuenta, mis padres y tíos escondían los huevos en el jardín y en el momento oportuno nos decían que el conejo había llegado y que saliéramos a buscar los huevos. Cuando  crecimos, a los mayores se nos enviaba a alguna habitación lejos del jardín y -aunque ya sabíamos quienes escondían los huevos, y que no había tal conejo- igual disfrutábamos de salir a buscar y encontrar sus dulces y preciados obsequios.

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¿Y cómo fue a parar ese animalito allá?

Según una leyeda de Chiconamel, en Veracruz, México, un dios ocasionó un diluvio universal; y un hombre y su familia se salvaron de ahogarse porque se escondieron en un cajón, siguiendo el consejo que les dio un conejo.  El dios en cuestión se enteró de los sobrevivientes cuando estos encendieron fuego para asar pescados; y entonces castigó al conejo que,  por haber salvado a los hombres, fue condenado a alumbrarlos y fue transformado en la Luna.  Esto lo leí en Imágenes de la mitología maya, por Oswaldo Chincihlla.

Este año no hubo conejo, pero hay celebración.

Desde tiempos muy antiguos, el conejo era un símbolo de la fertilidad asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril.  En recuerdo de aquella diosa, a la festividad de pascua se la denomina Easter, en algunos paísesEsto es porque también era la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz, a quien se conocía en el mundo anglosajón como Easter.  Para el siglo VIII los anglosajones ya habían tomado dicho nombre para la fiesta que celebramos en este día.  Asarté es Ishtar y esta, en el cielo en esta temporada, es Venus el lucero brillante que ves al atardecer. No sorprende que Venus también fuera conocido como Lucifer, el traedor de luz, alegoría propia del inicio de la primavera.

¡Por supuesto que no celebro dioses, ni diosas, pero sí lo que representan aquellos mitos: la fertilidad, la vida, y la luz.

Fiesta en el barrio

En la Villa de Guadalupe, que es mi barrio, la Pascua se celebra con procesión y cohetes aqi que hoy está muy alegre por aquí. 


16
Abr 25

Semana Santa, raíces y sabores

 

En lo que va de abril ya comí dulce de garbanzos y miel de garbanzos. Esos son mis postres tradicionales favoritos de la temporada y en casa hacemos los dos porque cada uno tiene su carácter y cada uno nos conecta con las tradiciones propias de la Semana Santa chapina.

El bacalao a la vizcaína se sirve con arroz y el mejor pan posible.

¿Cuál es la diferencia? Que el dulce se hace con azúcar y la miel se hace con panela. Sin ningún fundamento científico digo que el dulce es propio de la ciudad de Guatemala, en tanto que la miel es propia de la costa sur. Esta se suele comer con buen pan de yemas que, este año, le compraremos a un panadero de Totonicapán.

¿Te vas dando cuenta? En casa el equinoccio de primavera gira alrededor de los buenos recuerdos que nos conectan con por lo menos tres generaciones de aficionados a la buena mesa. ¡Por supuesto que ya comí mangos en dulce!, que es otro postre que suele ser disfrutado en esta temporada; y la semana entrante será la oportunidad para gozar de los sabores, aromas y texturas de los moyetes en miel de anís, que a mí me gusta aderezar con almendras tostadas y un toque de ron Zacapa. ¡Por supuesto que ya tomé refresco de jocotes marañones!

No vayas a creer que todo gira alrededor de dulces y postres… pero tengo mucho antojo de comer conserva de tomates, como la que es tradicional en Huehuetenango.

El menú de la Semana Mayor chapina incluye pescado seco envuelto en huevo, que se sirve en caldo con verduras o con chirmol; e incluye encurtido de remolachas. Pero el rey indiscutible de la mesa, el más magnífico de los platos magníficos, es el bacalao a la vizcaína. En casa preparamos nuestra interpretación de la receta de mi madre, que viene de la receta de mi abuela y esta, a su vez, se deriva de la que preparaba mi bisabuela.

¿Te comparto la receta? El día anterior a la preparación lavamos bien el bacalao de la mejor calidad posible, lo cortamos en cubos, le quitamos las espinas si las hubiera y lo dajamos remojando en agua. A mí me gusta cambiarles el agua por lo menos cuatro veces a lo largo del día y dejarlo en la noche en agua fresca. El objetivo es remover toda, toda la sal posible. Un bacalao salado no es agradable y es un desastre.

Al día siguiente asamos los tomates, chiles pasa y guaque. Licuamos esos ingredientes y ya tenemos la salsa. En una olla freímos ligeramente los cubos de bacalao, removemos el agua excesiva, añadimos la cebolla morada rebanada y el ajo abundante picado. Agregamos aceite de oliva de forma generosa y sumamos la salsa. Este es el momento de añadir aceitunas rellenas de chiles pimientos, tiritas de chiles morrones o del piquillo, y alcaparras (mejor si son de las pequeñas y bien lavadas para quitarles la sal). Dejamos hervir todo aquello, checamos la sazón (sal, pimienta y un toque de azúcar moreno) y añadimos más aceite de oliva. Nos gusta la salsa ligeramente aceitosa para remojar el pan en ella. Y es importante que la salsa obtenga un color rojo profundo e intenso. Que no se vea una salsa pálida.

Los guatemaltecos celebramos esta temporada rodeados de jacarandas, matilisguates, paloblancos y nazarenos en flor. A ratos embobados por los aromas del incienso y del corozo. Al ritmo de marchas fúnebres que celebran la vida, ¿vas a creer? Porque la vida está en las generaciones que vienen y mantendrán vigentes las tradiciones ricas, intensas y a veces absurdas que nos hacen tan chapines.

Y hablando de la vida: en esta temporada, si manejas, no bebas; y si bebes, no manejes. Sé prudente en la carretera y en el mar. ¡Que la Semana Santa nos devuelva vivos, habiendo saboreado la más chapina de todas las celebraciones!

Columna publicada en República.


31
Mar 24

La fiesta de Easter fue diferente

 

¿Vas a creer? Hoy almorzamos fiambre. Tradicionalmente, en casa, almorzamos fiambre el sábado de Dolores (¿O es sábado de Ramos?). Esto es porque en casa de mis padres era costumbre almorzar aquel platillo el día en que llegábamos al mar para pasar allá la temporada de estas festividades (¿O son conmemoraciones?).

Este año, como nos fuimos de aventura a el sitio arqueológico de El Soch, Chicamán, en Quiché, diferimos el almuerzo tradicional para hoy que se celebra la fiesta de Easter, combinada con el equinoccio de primavera.  El fiambre lo compartimos, Raúl y yo con mi madre y mi hermana, así que estuvo festivo.

¡Fiambre!…ese fue el almuerzo de hoy.

De la aventura en El Soch te voy a contar luego.

Para la temporada tuvimos pan de Santa Cruz del Quiché, que trajimos de la maravillosa panadería Zuly en aquella ciudad.  Si algún día andas por allá te recomiendo la cazueleja y el bizcocho, panes que descubrimos gracias al consejo de la familia García Urizar, en El Soch. También gozamos tortas de pan de yemas, de El panadero de La Vienesa, originario de Totonicapán y que puedes conseguir en los bajos del Edificio el Centro en la zona 1 de la ciudad de Guatemala.

Pan de la Panadería Zuly y de El panadero de La Vienesa.

El rey de la fiesta, por supuesto, es el bacalao a la vizcaína que preparamos de acuerdo con nuestra interpretación de la receta de mi abuela, Frances.  Este año, el viernes lo compartimos con nuestros amigos, Sergio y William que nos ofrecieron no sólo su compañía genial,y su anfitrionía impecable sino su bacalao delicioso, precedido por una caponata con pasas que estuvo riquísima, y un gazpacho de remolachas que merecía ovación de pie.  El sábado tuvimos la dicha de almorzar donde don Roberto y Miti, acompañados por buenos recuerdos, amigos queridos y las celebérrimas enchiladas de Miti. 

El bacalao es alabo y el lenguado es alabado. Les Luthiers.

Mies en place para el bacalao a la vizcaína.

Este año no hubo garbanzos en dulce porque se pasmaron.  Es la primera vez que se nos pasman y mi tía abuela, La Mamita, siempre nos advertía que eso podía ocurrir.  Yo lo atribuyo a que, como viajamos, no los pudimos pelar nosotros y fueron refrigerados, de modo que eso estropeó el proceso.  En fin…no nos quedamos con la gana porque Raúl había preparado un poquito hacía poco menos de un mes.

Los garbanzos se me pasmaron.

Hubo tortilla de flores de izote y refresco de jocotes marañones endulzado con miel de dulce de mangos.

Tortilla de flores de izote, bocatto di cardinale.

La fiesta de Easter

Debido a la excursión a El Soch se me olvidó comprar huevos de pascua y conejos; así que el postre para el fiambre de hoy fue la deliciosa, pero deliciosa panela elaborada por don Julio en aquel sitio arqueológico y el último pedacito de melcocha elaborada por doña Mimí, esposa de don Julio. 

Eso no impide que recordemos la importancia de esta fiesta:

La de Easter o Pascua es una fiesta de fertilidad, luz y vida; y en casa solemos celebrar esta fiesta antigua con chocolates, mazapanes y el emblemático conejo.

Desde la finca El recuerdo, en El Soch, la Luna nos mostró al conejo.

Desde hace milenios es motivo de fiesta el inicio de la temporada en la que las noches son más cortas, en la que hay más horas de luz y cuando la primavera devuelve la vida y la fertilidad, de ahí que la fiesta coincide con el equinoccio de primavera.

Los colores de esta fiesta antiquísima son los del amanecer y los de la vida suave, agradable y tibia propia de la primavera, cuando hay vida y hay luz.  Mi abuela, Frances, solía estrenar ropa en esta fiesta y los colores que usaba eran los propios de la celebración.  También solía preparar almuerzos muy ricos, que normalmente incluían algún pay. Hoy, nosotros, comimos fiambre.

El lenguaje de los colores  es importante porque los de Easter contrastan notablemente con los de la semana santa, que son el negro y el morado.  El negro es el color de la muerte, de lo oscuro, de la soledad, del vacío de la noche, de la tristeza y del mal; y el morado (violeta, o púrpura) es el color del poder, de la magia y de la fe (vis a vis la racionalidad); es el color del confesionario y por consiguiente de la culpa, en contraste con la responsabilidad y es el de algunos ritos funerarios.

Cuando yo era chico, el conejo (animal que es imposible no relacionar con la fertilidad) llegaba a la playa, a Panajachel, y a donde estuviéramos porque mis padres llevaban huevos de chocolate, o de almendras.  Sin que los niños nos diéramos cuenta, mis padres y tíos ocultaban los huevos en el jardín y en el momento oportuno nos decían que el conejo había llegado y que saliéramos a buscar los huevos. Cuando  crecimos, a los mayores se nos enviaba a alguna habitación lejos del jardín y -aunque ya sabíamos quienes escondían los huevos, y que no había tal conejo- igual gozábamos mucho al buscar y encontrar sus dulces y preciados obsequios.

Aquella tradición es de origen germánico y precede al cristianismo; pero también las culturas de Mesoamérica tienen conejos benefactores involucrados en sus leyendas.   En la Luna llena, donde en occidente vemos la cara de un hombre (o la de Jakie Gleason), los pueblos de Mesoamérica ven un conejo igual que los chinos. En la próxima Luna llena sal a ver a Selene y verás al conejo.

¿Y cómo fue a parar ese animalito allá?

Según una leyeda de Chiconamel, en Veracruz, México, un dios ocasionó un diluvio universal; y un hombre y su familia se salvaron de ahogarse porque se escondieron en un cajón, siguiendo el consejo que les dio un conejo.  El dios se enteró de los sobrevivientes cuando estos encendieron fuego para asar pescados; y entonces castigó al conejo que,  por haber salvado a los hombres, fue condenado a alumbrarlos y fue transformado en la Luna. Esto lo leí en Imágenes de la mitología maya, por Oswaldo Chincihlla.

Desde tiempos muy antiguos, el conejo era un símbolo de la fertilidad asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril.  En recuerdo de aquella diosa, a la festividad de pascua se la denomina Easter, en algunos paísesEsto es porque también era la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz, a quien se conocía en el mundo anglosajón como Easter.  Para el siglo VIII los anglosajones ya habían tomado dicho nombre para la fiesta que celebramos en este día.  Asarté es Ishtar y esta, en el cielo en esta temporada, es Venus el lucero brillante que ves al atardecer. No sorprende que Venus también fuera conocido como Lucifer, el traedor de luz, alegoría propia del inicio de la primavera.

…y como corresponde, en esta temporada nos disfrutamos mucho las tradiciones populares.

¡Por supuesto que no celebro dioses, ni diosas, pero sí los conceptos que representan aquellos mitos: la fertilidad, la vida, y la luz.

Actualización: Nuestro cuate Esdras nos alegró con morelianas de la panadería La Confianza, de Coatepeque y panes de Semana Santa, de su familia. Mi cuñado, Coki, nos deleitó con pan de queso.  Las Canillonas nos cosiguieron mangos variados.

Panes variados y mangos variados.

Hoy el almuerzo/cena fue bacalao que hicimos en casa y de postre caña de El Soch.

Bacalao a la vizcaína hecho en casa.

Caña de azúcar, de El Soch.

¿Asi, o más alegre?


22
Mar 24

¡A celebrar la vida y las tradiciones!

 

Los equinoccios son los momentos del año en los que el Sol está más cerca del ecuador.  Los rayos del Sol nos pegan más directo y de ahí el calor tan tropical que estamos viviendo.  Yo soy team frío; y el calor me fastidia; pero… ¿ya viste que ahora el Sol sale más temprano? En latitudes más al norte el hecho de que la luz vuelve, luego de las noches largas de invierno, es lo que ese celebra en estos días. Es el inicio de la primavera, que es tiempo de fecundidad y de vida.

¿Viste que ya están en flor las jacarandas, los matilisguates, los nazarenos y los paloblancos? Guatemala es una explosión de colores en esta temporada.  En la casa de mis padres, esos colores anunciaban que se acercaba el tiempo de ir a la playa; y para mí, en la adolescencia, era el tiempo de ir a Panajachel, gracias a la generosidad de mi tía Adelita.

Atardecer de marzo, con rayos crepusculares.

En mi casa, la temporada del equinoccio de primavera comienza con los aromas del corozo y de los jocotes marañones que me encantan en refresco. Sigue con los mangos en miel, que a en casa nos gusta preparar con canela, y toques gentiles de clavo de olor, pimienta gorda y pimienta negra.

Es el tiempo para preparar y comer dulce de garbanzos (como los preparaban mi tía abuela, La Mamita, y mi tío Rony); y es el tiempo de disfrutar de la miel de garbanzos (con frutas, o sin ellas) al estilo de la costa sur.

A medida en que avanzan las conmemoraciones propias de la temporada, la música y las tradiciones son explosiones de la riqueza cultural chapina.  Con rasgos en común, no es lo mismo pasar la semana entrante en la ciudad de Guatemala, que en el altiplano, en oriente, o en la costa. 

Una de mis tradiciones favoritas, que me era desconocida hasta hace poco más de 20 años era la de hacer pan en estos días.  En casa no lo hacemos, pero lo encargamos con mucho cuidado, sobre todo para comerlo con los garbanzos, o sólo para remojado en leche.

En estos días las mesas chapinas más tradicionales se engalanan con salporas, moyetes, torrejas, encurtido y empanadas. ¡Amo las empanadas! Ahora las más comunes son las de leche; pero de cuando yo era niño recuerdo muy bien las de hierbas y las de salmón que a hora no se encuentran.  En el mejor de los casos consigues de atún.

De hoy en ocho muchas familias almorzarán pescado seco envuelto en huevo con verduras, un plato que no siempre preparamos en casa; pero que nos gusta mucho.  El rey de los platos, sin embargo, es el bacalao a la vizcaína; y es mi costumbre compartir la receta que hacemos en casa, luego de contar dos que tres anécdotas familiares.

Mi abuela, Frances, y mi tía abuela, Janet solían discutir acerca de si la receta de su madre, mi bisabuela, llevaba los tomates asados, o no.  Mi abuela decía que sí, y La Baby, decía que no.  En casa los asamos.

En casa hacemos la receta de mi abuela, Frances, pero le añadimos un toque de chiles guaque y chiles pasa asados porque nos gusta mucho el toque que le dan a la salsa.  Cuando le dijimos a mi abuela que hacíamos eso, nos echó una mirada de desaprobación porque ella era muy puntillosa cuando se trataba de preparar las recetas familiares.

Mi abuelita Juanita hacía el bacalao con cebollitas de cóctel y aunque sale muy chulo y rico así, yo prefiero rodajar finamente las cebollas y me gusta usar cebollas moradas.

Dicho lo anterior aquí a la receta del bacalao, sin cantidades porque, en casa, siempre lo hacemos a ojo de buen cubero.

El día anterior a la preparación lavas bien el bacalao de la mejor calidad posible, lo cortas en cubos y los dejas remojando en agua.  A mí me gusta cambiarles el agua por lo menos cuatro veces a lo largo del día y dejarlos en la noche en agua fresca.  El objetivo es remover toda, toda la sal posible.  Un bacalao salado no es agradable y es un desastre.

Al día siguiente asamos los tomates, chiles guaque y pasa.  Licuamos esos ingredientes y ya tenemos la salsa.  En una olla freímos ligeramente los cubos de bacalao, removemos el agua excesiva, añadimos la cebolla rodajada y el ajo picado. Agregamos aceite de oliva de forma generosa y sumamos la salsa.  Este es el momento de añadir aceitunas rellenas de chiles pimientos, tiritas de chiles morrones, o del piquillo, y alcaparras (mejor si son de las pequeñas y bien lavadas para quitarles la sal) Dejamos hervir todo aquello, checamos la sazón (sal, pimienta y un toque de azúcar moreno) y añadimos más aceite de oliva.  Nos gusta la salsa ligeramente aceitosa para remojar el pan en ella. Y es importante que la salsa obtenga un color rojo profundo e intenso.  Que no se vea una salsa pálida*. 

El bacalao lo almorzamos de hoy en ocho, siempre en la mejor compañía de amigos y familia.  Antes lo disfrutaba con vino tinto, pero ahora me gusta con cerveza y siempre con el mejor pan posible.

¡Hoy empieza la temporada más chapina de todas! 

En casa, por cierto, ayer celebramos el cumpleaños 84 de mi madre, Nora, a quien le deseo una vida feliz como se merece y le agradezco su amor, su apoyo, sus consejos y su paciencia.  Y el 1 de abril, mi padre cumpliría 83 años.  Siempre lo extrañamos y aunque celebramos su recuerdo, es una lástima que no podamos hacerlo en vivo. 

Deseo que disfrutes la temporada con las personas que valoras, deseo que tu y tus seres queridos vuelvan a casa, en abril, llenos de energía y de paz.  Deseo que disfrutes, como mejor te guste, toda la riqueza cultural que ofrece esta conmemoración.

Columna publicada en República.

*Actualización: Como se trata de intepretar las recetas y no de hacerlas literalmente; este año no le pusimos chiles guaque y pasa para volver a la receta original de mi abuela.  Para darle el toque ligeramente dulce que nos gusta usamos cebollas moradas y funcionó muy bien. Te cuento salió delicioso, como se esperaba. 


17
Abr 22

Celebramos “Easter” o Pascua

 

La de Easter o Pascua es una fiesta de vida, de luz y de fertilidad; y en casa celebramos esta fiesta antigua con chocolates, mazapanes y el emblemático conejo.

Desde hace milenios es motivo de fiesta el inicio de la temporada en la que las noches son más cortas, en la que hay más horas de luz y cuando la primavera trae la fertilidad y la vida.

Los colores de esta fiesta antiquísima son los del amanecer y los de la vida  suave, agradable y tibia propia de la primavera, cuando hay vida y hay luz.  Mi abuela, Frances, solía estrenar ropa en esta fiesta y los colores que usaba eran los propios de la celebración.  También solía preparar almuerzos muy ricos, que normalmente incluían pays.

El lenguaje de los colores  es importante porque los de Easter contrastan notablemente con los de la semana santa, que son el negro y el morado.  El negro es el color de la muerte, de lo oscuro, de la soledad, del vacío de la noche, de la tristeza y del mal; y el morado (violeta, o púrpura) es el color del poder, de la magia y de la fe (vis a vis la racionalidad); es el color del confesionario y por consiguiente de la culpa, en contraste con la responsabilidad y es el de algunos ritos funerarios.

Cuando yo era chico, el conejo (animal que es imposible no relacionar con la fertilidad) llegaba a la playa, a Panajachel, a la casa porque mis padres acarreaban huevos de chocolate, o de almendras.  Sin que los niños nos diéramos cuenta, mis padres y tíos escondían los huevos en el jardín y en el momento oportuno nos decían que el conejo había llegado y que saliéramos a buscar los huevos. Cuando  crecimos, a los mayores se nos enviaba a alguna habitación lejos del jardín y -aunque ya sabíamos quienes escondían los huevos, y que no había tal conejo- igual disfrutábamos de salir a buscar y encontrar sus dulces y preciados obsequios.

Aquella tradición es de origen germánico y precede al cristianismo; pero también las culturas de Mesoamérica tienen conejos benefactores involucrados en sus leyendas.   En la Luna llena, donde en occidente vemos la cara de un hombre (o la de Jakie Gleason), los pueblos de mesoamérica ven un conejo igual que los chinos. Hoy en la noche sal a ver la Luna y verás al conejo.

¿Y cómo fue a parar ese animalito allá?

Según una leyeda de Chiconamel, en Veracruz, México, un dios ocasionó un diluvio universal; y un hombre y su familia se salvaron de ahogarse porque se escondieron en un cajón, siguiendo el consejo que les dio un conejo.  El dios en cuestión se enteró de los sobrevivientes cuando estos encendieron fuego para asar pescados; y entonces castigó al conejo que,  por haber salvado a los hombres, fue condenado a alumbrarlos y fue transformado en la Luna.  Esto lo leí en Imágenes de la mitología maya, por Oswaldo Chincihlla.

Desde tiempos muy antiguos, el conejo era un símbolo de la fertilidad asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril.  En recuerdo de aquella diosa, a la festividad de pascua se la denomina Easter, en algunos paísesEsto es porque también era la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz, a quien se conocía en el mundo anglosajón como Easter.  Para el siglo VIII los anglosajones ya habían tomado dicho nombre para la fiesta que celebramos en este día.

¡Por supuesto que no celebro dioses, ni diosas, pero sí lo que representan aquellos mitos: la fertilidad, la vida, y la luz.


14
Abr 22

Un pueblo sin tradiciones…

 

Me encantó lo que acabo escuchar de un habitante de San Sebastián, Retalhuleu: Un pueblo sin tradiciones es un pueblo muerto.  Dichosamente, los guatemaltecos -a lo largo y a lo ancho de Guatemala- tienen las más variadas y ricas tradiciones.  Todas con tronco y raíces comunes; pero adaptadas e interpretadas de acuerdo con los sistemas de creencias de millones de individuos, familias y poblaciones.

Aquellas costumbres y tradiciones explotan durante el equinoccio de primavera y la pascua en colores, sonidos, sabores, aromas y texturas.  En procesiones, en representaciones y en bailes, tan solemnes algunas, como extraños e inusuales, otros.

El martes, en casa, almorzamos enchiladas guatemaltecas porque el encurtido suele ser uno de los platillos propios de la temporada.

También disfrutamos del dulce de garbanzos como se hacía en la casa de mis padres, basados en la receta de mi tía abuela La Mamita y en las exigencias gourmand de mi tío Rony.  El dulce de garbanzos se prepara con azúcar, agua y canela y yo, por su color y su brillo, digo que es como la luz del sol hecha postre.

También preparamos  miel de garbanzos al modo de la costa sur.  Raúl dice que en realidad es al modo del occidente guatemalteco; pero yo siempre lo asocio con la costa sur porque allá, en Villa Hermosa, en Flores Costa Cuca, lo probé por primera vez de manos de su abuelita Rosaura, cuando ella tenía más de 100 años de edad.

La miel de ese postre sirve, también para remojar el pan hecho en casa, que nos envían desde la costa.  Es un pan delicado rico en el sabor de las yemas de huevo, leche fresca y mantequilla.

Aquí en la ciudad de Guatemala no hay Judas pidiendo pan, ni hay Maladrones bailando, como en la costa; pero en casa -especialmente de noche- nos gusta salir a pasear a la zona 1, encontrar alguna procesión y cenar en la terraza de Proyecto Poporopo, que es uno de nuestros lugares favoritos en el Centro.

¿Sabes qué fue muy divertido el martes pasado? Que venden Dolo-Neuribión durante las procesiones, para el cucurucho adolorido.

Eso sí, ¡Mañana es el mejor día porque comeremos el tradicional bacalao a la vizcaína!  Ese es uno de mis platos favoritos en todo el universo mundo: El fiambre, la pella, la carne asada acompañada por aguacates y frijoles con chicharrones, y el spaghetti con pulpo.


04
Abr 21

¡Hoy es la fiesta de “Easter”!

Con chocolates y el emblemático conejo, en casa celebramos la antiquísima fiesta de Easter.  La fiesta de la fertilidad, la luz y la vida.

Desde hace milenios, ¿por qué no iba a ser motivo de fiesta el inicio de la temporada en la que las noches son más cortas, en la que hay más horas de luz y cuando la primavera trae la fertilidad y la vida?  ¡De ahí la antiquísima fiesta de Easter!

Claro que aquí, entre el trópico de Cáncer y el de Capricornio, no nos damos cuenta de aquellos cambios; y menos en Guate, que el país de la eterna primavera.  Pero es un hecho que el conejo y los huevos coloreados son símbolos de aquella fiesta y de aquellas celebraciones.

Los colores de esta fiesta milenaria son los del amanecer y los de la vida  suave, agradable y tibia propia de la primavera, cuando hay vida y hay luz.  Mi abuela, Frances, solía estrenar ropa en esta fiesta y los colores que usaba eran los propios de la temporada.  También solía preparar almuerzos muy ricos, que normalmente incluían pays.

Los colores  son importantes porque los de la Easter milenaria contrastan grandemente con los de la semana santa, que son el negro y el morado.  El negro es el color de la muerte, de lo oscuro, del vacío, de la soledad, de la noche, del mal y la tristeza; y el morado (violeta, o púrpura) es el color del poder, de la magia y de la fe (frente a la racionalidad); es el color del confesionario (de la culpa, en contraste con la responsabilidad) y de algunos ritos funerarios.

Cuando yo era niño, el conejo (animal que es imposible no relacionar con la fertilidad) llegaba a la playa, a Panajachel, a la casa -o donde quiera que estuviéramos-  porque mis padres acarreaban huevos de chocolate, o de almendras.  Sin que los chicos nos diéramos cuenta, mis padres y tíos escondían los huevos en el jardín y en el momento oportuno nos decían que el conejo había pasado y que saliéramos a buscar los huevos. Cuando  crecimos, a los mayores se nos enviaba a alguna habitación lejos del jardín y -aunque ya sabíamos quienes escondían los huevos, y que no había tal conejo- igual disfrutábamos de salir a buscar y encontrar los dulces.

Aquella tradición es de origen germánico y precede al cristianismo; pero también las culturas de Mesoamérica tienen conejos benefactores involucrados en sus leyendas.   En la Luna llena, donde en occidente vemos la cara de un hombre (o la de Jakie Gleason), los pueblos de mesoamérica (igual que los chinos) ven un conejo. En la próxima noche de Luna llena sal y ve el conejo.

¿Y cómo fue a parar ese animalito allá?

Según una leyeda de Chiconamel, en Veracruz, cierto dios ocasionó un diluvio universal; y un hombre y su familia se salvaron de ahogarse porque se escondieron en un cajón, siguiendo el consejo que les dio un conejo.  El dios que había ocasionado el diluvio se enteró de los sobrevivientes cuando estos encendieron fuego para asar pescados; y entonces castigó al conejo que,  por haber salvado a los hombres, fue condenado a alumbrarlos y fue transformado en la Luna.  Esto lo leí en Imágenes de la mitología maya, por Oswaldo Chincihlla.

Desde tiempos muy antiguos, el conejo era un símbolo de la fertilidad asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril.  En recuerdo de aquella diosa, a la festividad de pascua se la denomina Easter, en algunos paísesEsto es porque también era la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz, a quien se conocía en el mundo anglosajón como Easter.  Para el siglo VIII los anglosajones ya habían tomado dicho nombre para la fiesta que celebramos en este día.

¡Por supuesto que no celebro dioses, ni diosas, pero sí lo que representan aquellos mitos: fertilidad, vida, luz.


02
Abr 21

¡Llegó el día del bacalao!

En el contexto de las fiestas del equinoccio de primavera, en casa comemos bacalao en este día.  No te imaginas lo mucho que disfruto al preparar este plato y más al comerlo en familia y/o con amigos.

Desde que yo era niño me gozaba mucho la textura, el sabor, el aroma y el color característicos de este pescado preparado hábilmente por mis abuelas y luego por mi madre, basadas en la receta de mi bisabuela, Mami.  Cada receta con su carácter propio, y está enraizada profundamente en una tradición de generaciones. Lo de comer bacalao el viernes es parte de las tradiciones chapinas de la semana santa.

Me gusta comerlo caliente, al tiempo y frío.  Acompañado por arroz (mejor si es arroz jazmín)  y este año, lo acompañamos con un encurtido de remolachas y verduras.  También este año lo acompañaremos con Hoegarden, una cerveza que nos gusta mucho.  Y si es de boca, en la noche, me gusta acompañar el bacalao con un buen whisky. Es una delicia remojar pan francés, de horno de leña, en esa salsa intensa, aunque este año lo hicimos con pan de masa madre.

En casa nos gusta que el de hoy sea un almuerzo ceremonioso, que subraye el carácter festivo de la  ocasión en la que se comparten los alimentos, el cariño y los buenos recuerdos. En el que se celebran la fertilidad y fin de las noches largas. Y porque el año pasado estuvimos encerrados de forma forzada, y porque resistimos y ahora no es así.

Quienes desde hace ratos visitan Carpe diem saben que asamos los tomates y el chile guaque y el chile pasa (este año asamos también la mitad de las cebollas y la mitad de los ajos).  Freímos en aceite de oliva las cebollas rodajadas finamente y los ajos picados, añadimos el pescado previamente desalado y desespinado.  Sumamos la salsa de tomates y chiles licuada; y agregamos los chiles del piquillo en tiritas, las aceitunas y las alcaparras (lavadas estas para quitarles lo salado) para luego dejar hirviendo el pescado durante por lo menos una hora en fuego lento.  Por último un toque de azúcar moreno, un toque; y aceite de oliva en cantidades generosas es recomendable.


31
Mar 21

Delicias de la temporada

En Guatemala esta temporada tiene sus características propias e intensas. Música propia, colores propios, texturas, aromas y sabores propios.  Estos últimos los disfrutamos mucho en casa cuando comemos y preparamos algunos de los platillos más característicos. En casa nos gusta celebrar el equinoccio de primavera con las comidas tradicionales chapinas.

Los mangos en dulce son unos de mis favoritos y nos gusta prepararlos con canela, clavo y pimienta (a veces pimienta gorda y a veces pimienta de Castilla).

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Nos encantan el dulce de garbanzos, tal y como lo hacía mi tía abuela, La mamita y mi tío Rony.  Con azúcar y canela.

Dulce de garbanzos que me hace viajar en el tiempo y en el espacio.

También la miel de garbanzos como se suele preparar en la costa sur.  Con panela y canela; y a veces (aunque no en esta ocasión) le agregamos frutas.

Miel de garbanzos al estilo de la costa sur.

Tradicionalmente la miel de garbanzos sirve, también para remojar el pan de yemas.  Nuestro pan viene de la costa y es preparado a mano con huevos de gallinas conocidas y leche de vaca conocida. Lo prepara Shalby  con mucho esmero.

Pan que nos envían de Coatepeque.

Este año mi prima, Claudia, nos envió salporas, un tipo de galletas que también son muy característica de la semana santa, que es la más chapina de todas las fiestas.

Salporas, pan de la costa y buen café.

El rey de los platos, sin embargo, es el bacalao a la vizcaína.  Amo nuestra receta de bacalao que viene de mi madre, Nora; mi abuela, Frances y mi bisabuela, Adela. Pero de ese voy a escribir el viernes porque es en ese día cuando se consume tradicionalmente.

En esta época también se comen moyetes y torrejas que nunca hemos hecho en casa, pero que a veces encargamos donde sabemos que los hacen bien y dan la altura; o bien los comemos en casa de nuestra querida doña Yoli cuando hacemos alfombra de aserrín.


12
Abr 20

La fiesta de la fertilidad, la vida y la luz

Desde que el mundo es mundo, ¿por qué no iba a ser motivo de fiesta esta temporada cuando las noches empiezan a hacerse mas cortas, cuando hay más horas de luz y cuando la primavera trae la fertilidad y la vida?  ¡De ahí la antiquísima fiesta de Easter!

En mi barrio hubo bombas y cohetes para celebrar.

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Claro que aquí en el trópico no nos damos cuenta de aquellos cambios; y menos en el país de la eterna primavera.  Pero es un hecho que el conejo y los huevos coloreados son símbolos de aquella fiesta y de aquellas celebraciones.

Los colores de esta fiesta milenaria son los del amanecer y de la vida  agradable, suave y tibia propia de la primavera, cuando hay vida y hay luz.  Mi abuela, Frances, solía estrenar ropa en esta fiesta y los colores que usaba eran los propios de la temporada.

Los colores  son importantes porque los de la Easter milenaria contrastan grandemente con los de la semana santa, que son el negro y el morado.  El negro es el color de la muerte, de lo oscuro, del vacío, de la soledad, de la noche, del mal y la tristeza.  El morado (violeta, o púrpura) es el color del poder, y de la magia y de la fe (frente a la racionalidad); es el color del confesionario (de la culpa) y de algunos ritos funerarios.

Cuando yo era chico, el conejo (animal que es imposible no relacionar con la fertilidad) llegaba a la playa, a Panajachel, a la casa -o donde quiera que estuviéramos-  porque mis padres acarreaban huevos de chocolate, o de almendras.  Sin que los niños nos diéramos cuenta, mis padres y tíos escondían los huevos en el jardín y en el momento oportuno nos decían que el conejo había pasado y que saliéramos a buscar los huevos. Cuando  crecimos, a los mayores se nos enviaba a alguna habitación lejos del jardín y -aunque ya sabíamos quienes escondían los huevos, y que no había tal conejo- igual disfrutábamos de salir a buscar y encontrar los dulces.

Aquella tradición es de origen germánico y precede al cristianismo; pero también las culturas mesoamericanas tienen conejos benefactores involucrados en sus leyendas.   En la Luna llena, donde en occidente vemos la cara de un hombre (o la de Jakie Gleason), los pueblos de mesoamérica (igual que los chinos) ven un conejo. En la próxima noche de Luna llena sal y ve el conejo.

¿Y cómo fue a parar ese animalito allá?

Según una historia de Chiconamel, del norte de Veracruz, cierto dios ocasionó un diluvio universal; y un hombre y su familia se salvaron contra la voluntad de aquel ser mitológico porque se escondieron en un cajón, siguiendo el consejo que les dio un conejo.  El dios que había ocasionado el diluvio se enteró de los sobrevivientes cuando estos encendieron fuego para asar pescados; y entonces castigó al conejo que,  por salvar a los hombres, fue condenado a alumbrarlos y fue transformado en la Luna.  Esto lo leí en Imágenes de la mitología maya, por Oswaldo Chincihlla.

Aunque sea confinado por el virus chino -y sin conejos, ni huevos de chocolate- disfruto de esta fiesta porque es alegre y colorida. Desde tiempos muy antiguos, el conejo era un símbolo de la fertilidad asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril.  En recuerdo de aquella diosa, a la festividad de pascua se la denomina Easter, en algunos paísesEsto es porque también era la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz, a quien se conocía en el mundo anglosajón como Easter.  Para el siglo VIII los anglosajones ya habían tomado dicho nombre para la fiesta que los cristianos celebran en la actualidad.

¡Por supuesto que no celebro dioses, ni diosas, pero sí lo que representan: fertilidad, vida, luz.