Desencanto, es el título de un artículo en el cual el banquero y periodista, Julio Vielman, intenta desprestigiar al capitalismo
laissez-faire y al Objetivismo, mediante maniobras retóricas que involucran las ejecutorias de Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos de América.
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Vielman se sirve de que Greenspan fue miembro del círculo más cercano a la filósofa Ayn Rand, y luego elabora con humo y espejos para hacer que las cosas parezcan lo que no son. Por ejemplo, el banquero asegura que el Objetivismo se identifica con el pensamiento de Adam Smith “quien 300 años antes, había postulado que los mercados deben ser libres de interferencia para funcionar eficientemente para que el interés propio conduzca al bienestar de todos”.
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Este análisis evidencia la superficialidad de Vielman. La filosofía Objetivista se distingue, sobre muchas otras, porque explica el valor del capitalismo (y del mercado, que es lo que ocurre cuando la gente puede intercambiar su propiedad en ausencia de coacción arbitraria), no en sus resultados accesorios, como sería el bienestar de todos; sino en que es moral, bueno y justo y en que es el único sistema que puede proteger efectivamente la dignidad y la vida de los individuos. Para más sobre este tema, por favor vea
este vídeo. El capitalismo es individualista; en tanto que la justificación de Smith es colectivista. El capitalismo es egoísta racional, y la justificación de Smith es altruista. La explicación Objetivista y la justificación de Smith provienen de principios diametralmente opuestos e incompatibles y sólo la superficialidad puede confundirlos. Desde el punto de vista Objetivista, el capitalismo sería moral, bueno y justo, aún cuando no produjera los resultados estupendos que produce en términos de bienestar para todos.
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Así es el tono del resto del artículo de Vielman, que no me tomaría la molestia de comentar, si no fuera porque el autor de Desencanto es de esas gentes de las que se habla tanto.
Vielman cree que se apunta un home run cuando cita a Greenspan como un objetivista decidido a “ser partícipe de los esfuerzos para promover el capitalismo de los mercados libres desde adentro”; y cuando asegura que Greenspan “empujó a ajenos para desmantelar el sistema regulatorio financiero montado desde la Gran Depresión”. Vielman quiere que creamos que Greenspan era un capitalista desregulador. Pero luego, el autor de Desencanto se resbala porque muestra a Greenspan, como era en realidad. Vielman escribe que Greenspan promovía tasas de interés bajas. ¡Y hasta las piedras saben que ni el Objetivismo, ni el capitalismo laissez faire aprueban la promoción de tasas desde un ente regulador! En una economía libre, capitalista, las tasas -que son precios- son el resultado de las millones de transacciones de los actores en el mercado; no de la voluntad el ente regulador, ni el Presidente del ente regulador, a menos que las imponga por la fuerza mediante el uso de su capacidad de regulación. En una economía mercantilista, o socialista, ¡para eso está el regulador; para poner y sugerir precios y para corregir lo que le parece que está mal, aunque distorsione el mercado.
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Greenspan no es un abanderado del capitalismo, ni del Objetivismo; es un portaestandarte del mercantilismo y del mainstream. Servía a los banqueros como Vielman; y más aún, a aquellos que hacen negocios cuando pueden, y si es al amparo del proteccionismo y de los marcos regulatorios, mejor. Los banqueros que Vielman señala en Desencanto, son los que les daban préstamos a los clientes que sólo calificaban porque Greenspan había bajado artificialmente las tasas de interés; y los que generaban inversiones de papel en respuesta a los incentivos que creaban las condiciones fabricadas por la Fed. Vielman es banquero y conoce la importancia que los incentivos tienen en la toma de decisiones. Nada de lo humano debería serle ajeno.
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Vielman afirma que el interés propio puede ser inmoral, y lo dice como que si hubiera descubierto el plutonio, o el agua azucarada. ¡Por supuesto que el interés propio puede ser inmoral, o moral! ¿Quién, entre los objetivistas y los capitalistas laissez faire, ha dicho que el interés propio no puede ser inmoral? De hecho, la inmoralidad, o moralidad del interés propio –o del interés más caritativo– depende de si para su consecución se violan derechos ajenos, o no. Depende de si para su consecución se acude al fraude, o no. Eso no es nuevo; pero nuestro seducido por la superficialidad tendría que ser un poco humilde para darse cuenta de que está pontificando desde sus prejuicios. Y para eso es que los objetivistas y los capitalistas cuentan con la ley; para castigar a los delincuentes y a los que cometen fraudes.
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Greenspan no es un “desregulador par excellence” como afirma Vielman. Fue objetivista en su juventud, creyó estar equivocado, ejerció su derecho a cambiar de opinión, y en su edad madura, cuando llegó al poder, se dedicó a subir y a bajar tasas desde la presidencia de unos de los entes reguladores más poderosos y fabulosos del mundo. Reality bites; y por eso no es extraño que al final de sus días esté convencido de que hay que regular. Lo que sí es extraño, es que un banquero de la talla de don Julio Vielman haya tratado este tema con tanta ligereza.
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Este comentario fue publicado en
El Periódico, el 18 de enero de 2009.