Este es el pavo que preparó anoche mi amiga Anna María. La foto con mi movil no le hace justicia; pero el dorado estaba magnífico, como lo estaba la carne jugosa y el relleno de arroz y queso provolone, que, según dijo, era de orígen mediterráneo.
A mí me gusta celebrar el Thanksgiving Day porque, ¿a quién no le gusta una comilona conla familia y con amigos queridos? Pero, además, aprecio muchísimo su significado profundo. El Día de Gracias, festeja el exito de la libertad, del individualismo, de la propiedad privada.
Antes de que el gobernador William Bradford y los pilgrims abandonaran el colectivismo, no tenían más que escasez y hambre. Pero una vez que optaron por que cada quién fuera responsable de sus propias siembras y de sus propias necesidades; y una vez que optaron por un sistema que proveyera los incentivos necesarios para mejorar la productividad y evitar la hambruna.
¿Cómo no tener respeto por una celebración así? Este festejo de la vida y de la productividad contrasta con el tipo de cosas que celebramos en otras culturas. Por ejemplo, aquí le damos prioridad al Día de los Muertos y al Viernes Santo (vis a vis el Domingo de Resurrección). Y eso, seguramente, dice mucho de nosotros.
La abundancia, la alegría y el optimismo que caracterizan al Día de Gracias, junto a la compañía de amigos viejos, y amigos nuevos, hacen que esta fiesta sea una de mis favoritas.