En octubre de 1994 volví de La Antigua a la ciudad de Guatemala para armar mi primer apartamento: y la lista que ves abajo es la de algunas de las compras que hice para equipar la cocina, principalmente.
Mi mamá contribuyó muchísimo para ese equipamiento; con una vajilla completa, un par de ollas y algunos instrumentos y cubiertos. Pero el 19 de octubre fui a Cemaco a comprar elementos que me hacían falta. Veintisiete años después, algunas de aquellas compras como el cucharón, el tenedor, la cuchara y la cuchara calada, de acero todavía están en uso y en perfecto estado. El rallador está nítido. La sartén cuadrada todavía la usamos para panqueques, o tostadas a la francesa. ¡Que calidad de productos!
La lista tiene gracia, pero más los precios. La sartén, que es lo más caro de los objetos recién mencionados me costó Q70.08 y en aquel tiempo el dólar estaba a Q5.77 por $1, de modo que el cucharón costó $12.14. Descontando otros factores y sólo por hacer un ejercicio, si hoy comprara aquella sartén a $12.14, tendría que pagar Q95.05.
Descontando otros factores y en esa dirección, si en 1994 el total de la factura fue Q1708.40, ó $296.08; hoy tendría que pagar Q2318.30. ¡El IVA estaba a 7% y no a 12% como ahora!
Otro detalle divertido es que pagué con cheque, algo que tengo añales de ya no hacer.
Aquella pérdida de poder adquisitivo del quetzal se debe, en elevado porcentaje, a un fenómeno monetario llamado inflación. La inflación le roba valor a tu sueldo y a tus ahorros, es un impuesto oculto y es muy inmoral.
Guardé esa factura, junto con la de abarrotes y otras que compartiré en otra ocasión, dentro de mi Guía de las ruinas de Quiriguá, por Sylvanus G. Morley y apareció ahora que moví mis libros sobre los mayas de la casa a la oficina.