El cólera, la viruela y las hidroeléctricas

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En 1837 el cólera entró a Guatemala y al rato se había extendido por toda la república. Igual que había sucedido antes, durante la epidemia de viruela, las dirigencias conservadora e indigenista se opusieron a las cuarentenas, a la asistencia médica y a otras medidas. La discusión sobre las casusas de aquella enfermedad no sólo fue científica, sino política.

Animada por la Iglesia y por los conservadores, la gente no sólo no atendía las recomendaciones sanitarias, sino que no solicitaba ayuda médica.  Para mayo circularon rumores de que la enfermedad era causada por aguas envenenadas y de que la medicina era infecciosa. Las dirigencias en pueblos como San Miguel Totonicapán, Momostenango, Quiché, San Martín Jilotepeque y San Pedro Chipilapa se opusieron a políticas como la de enterrar a los muertos en cementerios fuera de los pueblos.

No es que no hubiera razones para incomodarse con disposiciones como aquella y con la prohibición de desfilar con el difunto en procesión por las calles, por ejemplo; pero las disposiciones, en sí, no eran disparates.

En 1826, una multitud azuzada por la dirigencia indigenista persiguió al médico y vicepresidente de Guatemala, Cirilo Flores, hasta el interior de la catedral de Quetzaltenango donde fue despedazado.  ¿Por qué? Entre otras cosas porque, en 1814, aquel médico había dirigido la campaña de vacunación contra la viruela, a la que se opusieron las dirigencias conservadora e indigenista.  La gente escondía a sus hijos e insultaba a los vacunadores, y los indígenas huían a las montañas para escapar de la enfermedad y de los médicos. El cura de Tejutla ordenó la suspensión de las vacunas.

Todo aquello me recuerda la actitud de los dirigentes indigenistas y de los conservadores (conservadores del conflicto, del enfrentamiento, del odio y de la violencia), en asuntos como las hidroeléctricas y otros proyectos industriales.  Como el No a las vacunas en el siglo XIX, el No anti-industrial, del siglo XXI, es ideológico y perjudicial para los más pobres y para los que necesitan empleo.

Gracias a La sangre de Guatemala, por Greg Grandin, por la info para esta columna.

Columna publicada en El periódico.

La foto es de la cartilla para vacunar impresa en 1814.

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2 comments

  1. Geraldine Pearse

    Es desesperante ver que seguimos en el mismo nivel de atraso y salvajismo y que los mismos de siempre nos siguen manipulando.

  2. Lázaro Chacón

    Pensar que en pleno siglo XXI la ciencia está tan lejos de las mentes de tantos guatemaltecos, si alguien les dice que una vacuna va e evitar enfermedades o la muerte, responden que eso no es cierto, como va ser, que saben ellos? Pero si un tubo para una minera les dicen que es para vaciar el Lago de Atitlán, eso si tiene que ser verdad, y eso si les preocupa, utilizarlo como basurero desde sus vertientes no les importa, triste nuestro futuro