Como consecuencia de que algunas personas están vendiendo entradas para el concierto de Ricardo Arjona, hoy en Cayalá, otras personas están expresando molestia, indignación, enojo y otros sentimientos. Esto es porque se supone que el concierto es gratis y que -para conseguir entradas- la gente tenia que participar en distintas promociones como se dice por aquí.
Para entender el fenómeno sugiero una perspectiva. Milton Friedman ya nos había advertido que no hay tal cosa como un almuerzo gratis, ni un concierto gratis, en este caso. Alguien está pagando lo que cuesta este concierto. Los músicos no trabajan de gratis, los sonidistas y los de las luces no trabajan de gratis, la energía eléctrica no es gratis, como no lo son la seguridad, el transporte, el alojamiento, y todo lo demás. Alguien lo está pagando…y se los está pagando a aquellos que recibieron entradas sin tener que pagar por ellas (directamente).
Ahora bien, esas entradas constituyen bienes; y una característica distintiva de los bienes es que son escasos. Sólo hay X número de entradas, y no hay más. Seguramente hay más fans de Arjona, que el número de entradas disponibles.
Dicho lo anterior, las entradas escasas son regaladas por quienes pagan el concierto para el que las obtiene primero; y luego…entran en juego las valoraciones personales propias de las personas con respecto a los bienes. Pero antes de continuar, por favor recuerda que las valoraciones son temporales y teleológicas (o sea que cambian y tienen propósitos). De modo que, aquí y ahora, puede que el que las haya obtenido regaladas primero, valore aquellas entradas/bienes menos que X cantidad de quetzales; y que haya alguien más que valore las entradas/bienes más que X cantidad de dinero. El mercado de entradas hace felices a ambos, al que no quiere ir y tiene las entradas, y al que quiere ir y no tiene entradas. Ambos ganan si hay intercambio. Que es lo mismo que decir que ambos salen ganando, si llegan a un acuerdo voluntario y pacífico acerca de quién debería quedarse con las entradas e ir al concierto y quién debería quedarse con los quetzales y hacer otras cosas con ese dinero. Toma nota de algo…las promociones para obtener entradas siempre involucraba que, quien las quería, tenía que comprar algo, comer algo, beber algo. El que las quería tenía que invertir algo de dinero, sin tener la seguridad de que se iba a ganar la entrada que quería. Para muchos, las entradas tienen valor…y sólo es cuestión de hallar el precio.
Dicho lo anterior, el intercambio de entradas no debería molestar al que regala las entradas. En parte porque mucha gente es fan de Arjona y mucha gente, de verdad quiere ir al concierto. En parte porque no es razonable querer forzar a la gente a asistir a un concierto al que no quiere, o no puede ir, aunque haya participado en el concurso y se haya ganado una entrada. Tampoco es razonable la pretensión de forzar a la gente a desperdiciar el valor que podría tener una entrada/bien, que no va a a ser aprovechada; de modo que no pueda intercambiarla por algo que valora, o podrá aprovechar, más. Y el argumento anterior también funciona para quienes quieren cambiar sus quetzales, por las entradas. Finalmente, intuyo que la prohibición de intercambiar las entradas (o revender entradas en el caso de otras actividades) no es posible de hacer cumplir.
Tutti contenti si las entradas son intercambiadas pacífica y voluntariamente. Pero, no. Sospecho que la pretensión de eliminar el dinero en todo este asunto de las entradas viene de dos ideas muy malas. La primera es una pretensión igualitaria según la cual todos tienen las mismas oportunidades de ir al concierto si las entradas/bienes son regaladas de acuerdo con un sistema en el que la suerte juega un papel importante. Pero ahí está que la suerte no está repartida de forma igualitaria (como nada lo está). Esta idea tiene algo de demagógica y de populista. La segunda es la idea de que si hay dinero involucrado las cosas son menos puras, menos bellas, menos elevadas. Pero ya lo dijo Francisco d´Anconia: El dinero es un instrumento de cambio, que no puede existir a menos que haya bienes producidos y hombres capaces de producirlos. El dinero es la forma material del principio según el cual, los hombres que quieran tratar entre sí deben hacerlo a través del intercambio dando valor por valor. Aquella idea es moralmente destructiva.
En conclusión, es mejor y más sano para todos que las entradas/bienes sean valoradas e intercambiadas sin que se censure, criminalice o desprecie a ninguna de las partes involucradas en aquellas valoraciones e intercambios.