Con los jocotes marañones tengo una relación extraña. Por su sabor, su aroma, su color y su textura deberían estar entre mis frutas favoritas y sin embargo nunca están en mi top of mind de esa lista.
Se bien por que…porque dada su astringencia no puedo comerlos como fruta y sólo puedo disfrutarlos en refresco. Eso sí…¡me los gozo mucho, muchísimo!
Como los mangos -que sí están en mi lista de frutas favoritas justo debajo de los chicos- los jocotes marañones son estacionales y sólo se los encuentra en esta temporada. Así que los espero con mucha alegría y cuando su aroma inunda la casa, nos hace muy felices. El solsticio de primavera es la temporada de jocotes marañones y mangos.
Ayer, Raúl trajo los primeros jocotes a casa y están preciosos. Son bien criollos de modo que su aroma es intenso, y estoy seguro de que su sabor no nos decepcionará.
Para los no iniciados, los jocotes marañones son las frutas de cuya semilla -en el exterior- se extraen las nueces que se conocen como marañones, anacardos o cashew nuts. Mi tía abuela, La Mamita, las asaba en las brasas para comer, y también las pintaba de modo que parecían caritas de mono. Los niños jugábamos con ellas con la advertencia de que eran venenosas y de que no debíamos llevarlas a la boca.
Lo que me fascina de esto es que los niños de mi generación no éramos esos críos sobreprotegidos que hay ahora. Podíamos jugar con semillas venenosas y se esperaba, de nosotros, que tuviéramos el buen juicio de no ingerirlas. No se nos apartaba de ellas, ni se nos ocultaban, ni nada parecido. Teníamos los conocimientos necesarios para no intoxicarnos con estas, o con semillas de higuerillo, por ejemplo; y los teníamos en abundancia como para no tocar el chichicaste.
Charge it to experience, era la moraleja si uno cometía un error.