Cuentan los que se acuerdan, que allá por los tiempos de Romeo Lucas, un presidente de la Corte Suprema de Justicia, al asumir el cargo, le agradeció al Señor Presidente su nombramiento al frente de aquel alto tribunal.
La cosa causó entre gracia e indignación porque, de acuerdo con la Constitución era impensable que el Presidente de la República hubiera nombrado al Presidente de la CSJ; y sin embargo, no había duda de que, de hecho, así había sido.
De eso me acordé cuando leí acerca de la toma de posesión de Gladys Chacón como presdienta de la Corte de Constitucionalidad. Alvaro Colom, presidente de la administración socialdemócrata, le impuso el pin y el anillo que la distinguen como Presidenta de aquel alto tribunal; en vez de que se los diera el presdiente saliente, como suele hacerse. ¿Cómo no acordarse del incidente que relato al principio? Sobre todo porque la abogada no olvidó mencionar que tanto Colom, como el presidente del Congreso, Eduardo Meyer, son “sus grandes amigos”.
Aparte de esto, también llama a la reflexión que, una administración que insiste e insiste en que necesita extraer más recursos de los tributarios, se gaste cerca de $1,300 en el acto de toma de posesión de la señora Presidenta de la CC.
Ahora bien, desde otro punto de vista, la citada toma de posesión se convirtió en un
acto de opereta, rayano en mucada, cuando el programa incluyó la lectura de una loa, una elegía, o un madrigal dirigido a la abogada Chacón, de parte de personaje de igual apellido. En el acto excentrico también tuvieron papeles importantes un hermano y un sobrino de la Presidenta. Y háganme el favor: pin ¡y anillo!, para distinguir a la Presidenta. Con razón lo alcanza la plata.
La foto, de Prensa Libre, muestra a Leonel Chacón, que le recitó un poema a la magistrada Chacón.