Tres muertos y más de treinta heridos dejó el régimen socialista de Nicolás Maduro luego de la jornada de manifestaciones de ayer. Cualquiera que haya estado en una manifestación de ese tipo sabe que es lo de siempre: la policía no está ahí para proteger a los manifestantes y llegan grupos afines al régimen y actúan como provocadores de la violencia. Un chispazo y hay muertos. En el caso de Venezuela destaca la participación de los Tupamaros (vigilantes marxistas-leninistas afines al régimen)…y luego los esbirros del régimen le echan la culpa a supuestos infiltrados. Aquello es by the book.
En la Nicaragua de los 80 eran las turbas divinas; en la Guatemala de la primavera revolucionaria eran los chiquilines; y así se pueden citar muchos ejemplos. Durante las jornadas de mayo de 2009, en Guatemala, vi, en primera línea, como llegaban los grupos de provocadores y azuzaban a la gente para que hubiera violencia.
Ahora que Daniel Ortega ha consolidado su régimen por medio de una reforma constitucional a su medida; y ahora que los salvadoreños están a punto de elegir un nuevo gobierno. Ahora que Costa Rica estuvo a punto de elegir un presidente populista y que Guatemala está en medio de una crisis política (otra), me gustaría meditar acerca de que las dictaduras -y sobre todo las dictaduras populistas que usan la legislación y la demagogia para afianzarse- se van metiendo poquito a poco; pero luego sacárselas cuesta sangre. Y cuesta muertos y heridos. Ni Chile se salva del cáncer chavista: Camila Vallejo dijo que en Chile tenemos que seguir la tarea de Chávez.
Aquellas dictaduras no llegan ahí solitas. Hay quienes las llevan y las cultivan. Se cultivan entre la decepción ciudadana frente a políticos corruptos e ineptos. Se cultivan entre votantes irresponsables. Se cultivan con la complicidad de élites clientelares, pancistas, ajenas a los principios, acomodaticias, serviles y codiciosas. Se cultivan entre ciudadanos que creen que pueden evitar las consecuencias de eludir la realidad y que no se involucran en la cosa pública por prudencia, o por cobardía. Se cultivan entre intelectuales que celebran las dictaduras en las vecindades.
A las dictaduras hay que detenerlas antes de que se consoliden. Y No, debe ser No.
La ilustración la tomé de Facebook.