El segundo día de nuestra aventura en las verapaces fue el del Salto de Chilascó, que es la catarata más alta de Centroamérica con 130 metros de altura. Haz clic en la foto para ver más fotos.
El salto de Chilascó.
Después de una noche reparadora y con mucho ánimo salimos de la Posada de la montaña del quetzal rumbo a la aldea Chilascó que queda en el kilómetro 143 de la carretera a Cobán.
El día anterior habíamos acariciado la idea de ir primero a unas cataratas cercanas al hotel (ya que había caballos disponibles); pero luego tuve una idea salvadora: ir primero a Chilascó, y luego a las cataratas mencionadas, si regresábamos con ánimo; y esa fue una decisión sabia.
Si alguna vez te animas a este paseo te recomiendo dos lecturas:
La mansión del pájaro serpiente y El mundo del misterio verde; ambos por Virgilio Rodríguez Macal. En Amazon están muy caros; pero seguramente los venden en la librería Piedrasanta, de Guatemala.
Agarramos temprano para Chilascó y ascendimos a la aldea del mismo nombre a través de paisajes riquísimos y encantadores. A la entrada del lugar nos recibió Elder que arregló que nuestros guías y sus caballos nos esperaran cuando llegáramos al estacionamiento que está justo antes de empezar a bajar rumbo a las cascadas: el Saltito y Chilascó.
Los guías y los caballos se aparecieron al poco tiempo de que nosotros llegaramos al estacionamiento donde Elmer y Alex se ofrecieron a cuidar nuestro auto. Raúl se montó en la Preciosa, y su guía fue Erick. Yo -de la forma más aparatosa posible- me encaramé en el Negrito, con la ayuda de Julio, mi guía y cogimos camino. Mi cuate Paul dice que hice trampa porque fui a caballo, pero quien me haya visto montar…y quien me viera montar en aquellos caminos lodosos y muuuuuy empinados intuirá que si bien es cierto que cabalgar es mejor que caminar, todo aquello no es miel sobre hojuelas.
Ya te imaginas, yo sentía que me caía en las cuestas de bajada y que me caía en las cuestas de subida. El Negrito agarraba velocidad y Julio tenía que frenarlo; y a veces tenía que animarlo al grito de ¡Vamos Negrito!, ¡Arre Chulo! A ratos el Negrito de desesperaba y relinchaba en protesta.
En algún punto del camino encontramos a una familia que volvía de las cascadas. Al verme a caballo, uno de los niños dijo: ¡Así quien no! Y la abuela…la abuela…dijo: Ni yo, que padezco de mis rodillas. En medio de las risas, pensé para mis adentros: Si la envidia fuera tiña; y quise decir, como Cuauhtemoc*: ¿Estoy yo, acaso, en un lecho de rosas?
Sobre este caballo iba yo, nota el lodo del camino.
Anyway, el Negrito y la Preciosa nos llevaron hasta el punto en el que ya no era posible seguir, sino a pie. Y ahi tuve que bajarme del Negrito. Julio me dijo: Agárrese de mis pulmones; y Erick tuvo que bajar mi pierna derecha que se quedó atorada en la montura.
Y a partir de ahí empezamos a descender. A atravesar el bosque y a disfrutar de los aromas, los sonidos y los colores propios de aquellos senderos húmedos y algo oscuros. Entre árboles variados. Y fuimos bajando y bajando hasta llegar al mirador desde donde vimos el imponente Salto de Chilascó por primera vez. Las fotos no le hacen justicia porque no se terminan de entender las proporciones y no se escuchan los truenos del agua. Luego bajamos al segundo mirador y de ahí al Saltito.
Para que tengas una idea del camino haz clic en la foto y mira el vídeo. Ahí va Raúl con la Preciosa, Erick y el Bronco.
El Saltito es una catarata hermosa, rocosa y de aguas abundantes y frías. Y ahí hice un oso. Había un grupo de seis jóvenes; unos en el agua y otros comiendo y dispuse tomarme una foto en una de las grandes rocas a la orilla de la catarata. Puse un pie y pegué un pequeño brinco sólo para resbalarme y para que mi pierna derecha cayera en el agua. Raúl dio un paso para evitar que yo siguiera resbalándome y tres de los chicos que estaban en la orilla saltaron para ayudar a evitar mi deslizamiento. La cosa no pasó a más que el momento ridículo; pero pudo haber pasado. Uno de los patojos que estaba en el Saltito llevaba un chichón en la frente porque se había caído en la catarata grande, y luego Julio y Erick nos contaron que en una ocasión tuvieron que sacar cargado a un excursionista que se había roto una pierna.
Pequeña catarata en el camino a Chilascó., aquí fue donde me caí.
En fin…listos para llegar a la gran catarata; o casi listos. Yo dispuse, con mucha prudencia, que no me convenía bajar, así que convencí a Raúl de que me dejara en el mirador y bajara el solo. Fue buena idea porque a él le tomó casi una hora bajar y volver a subir. Es cierto que me perdí de la espectacularidad del fondo de la catarata, pero pasé un buen rato observándola a lo lejos, pensando en cosas en las que tenía que pensar y admirando la gran caída de agua y su contexto. El vídeo de abajo lo tomó Raúl al fondo del Salto de Chilascó. Haz clic en la foto para ver el vídeo.
Ahora había que regresar y el regreso es para arriba; así que ¡Arre Luis!, ¡Vamos chulo! Lo cierto es que la cuesta se me hacía difícil a ratos; pero pensaba en que si la viejita del padecimiento de rodillas pudo, yo también, y ¿vas a creer?, se confirma eso de que el retorno siempre se hace más breve que la ida.
Para hacer la historia corta llegué hasta donde estaban las cabalgaduras y los guías. Con la ayuda de estos me encaramé en el Negrito y agarramos camino de vuelta. Otra vez las cuestas y las bajadas, otra vez el lodo, otra vez el alambre espigado y otra vez la agitación del camino. Regresamos por tramos de bosque, por siembras de broccoli y de papas. Regresamos a donde estaban Elmer y Alex.
Nos alcanzó don Carlos, el papá de Erick, montado en la Chula y ahí estaba el potrillo de la Chula esperándola con hambre. Haz clic en la foto para ver el vídeo.
Luego de cargar baterías con agua fresca y galletas de miel y jengibre, nos despedimos de los guías, los cuidacarros, los caballos y los perros (el Bronco, la Tomasa y sus amigos) y cogimos camino de vuelta a la Posada de la montaña….y por supuesto que yo ya no tenía energías para ir a las cataratas a las que íbamos a ir temprano.
Esa noche: Kak-ik, media botella de vino y a ensayar la muerte. Dormí como un tierno.
Primera etapa: La posada de la montaña del quetzal, Biotopo del quetzal y Purulha.
Tercera etapa: Chicoy, el pozo vivo, Chixoy y Cobán.
Cuarta etapa: Las conchas y Chahal.
Quinta etapa: Cobán y Año nuevo.
*En realidad no lo dijo.