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Si un hombre primitivo observa que la gente consigue comida, ropas y todo tipo de objetos simplemente presentando trozos de papel llamados cheques, y observa que rascacielos y gigantescas fábricas crecen desde el suelo a las órdenes de hombres muy ricos, cuyos contables continúan cambiando figuras mágicas en los libros contables de unos y de otros. Parecen hacerlo más rápido de lo que el primitivo puede seguirlo, así que concluye que la velocidad es el secreto del poder mágico del papel, y que todo funcionará, será productivo y prosperará siempre y cuando esos cheques se pasen de mano a mano lo suficientemente rápido. Si el mencionado salvaje corre a la imprenta para divulgar su descubrimiento, encontrará que se le ha anticipado John Maynard Keynes*….o algún funcionario chapín.
De eso me acordé cuando leí que los ministros de Agricultura y de Finanzas están enfrentados por la legislación de fomento y desarrollo de la ganadería bovina, ovina, caprina y porcina (¿te acordaste de tus clases de Agropecuaria, en la Primaria?).
El caso es que en el Congreso se halla la iniciativa de un diputado oficialista para exonerar de impuestos a los ganaderos del país, que luego se convirtió en la iniciativa de ley 5182 sobre fomento y desarrollo de la ganadería bovina, ovina, caprina y porcina de la República, la cual ya tiene el comentario desfavorable de la Superintendencia de Administración Tributaria. A pesar de ello, la Junta Directiva del Organismo Legislativo plantea colocarla en agenda para su aprobación.
En dos platos la iniciativa es una forma de formalizar al sector ganadero de modo que se conviertan en tributarios regulares y efectivos. Por medio de un régimen particular y específico llamado Régimen Especial Tributario para el Sector Agropecuario, se espera facilitarle al estado la expoliación y darles a los ganaderos un nivel más alto de seguridad jurídica. La inseguridad jurídica –cuando no la arbitrariedad– afecta a todo lo ancho y todo lo largo del sector productivo. El año pasado, por ejemplo, supimos del caso de los exportadores de café y cardamomo a quienes, desde hace cuatro años, los políticos y funcionarios les tenían retenidos más de Q800 millones. ¿En qué habrá parado eso?
Quienes se acojan al Retriagro tendrían que bancarizar sus operaciones, llevar contabilidad, emitir y exigir facturas (incluso las especiales) a cambio de privilegios como el de no pagar aranceles, ni sobrecargos aduanales para la importación de maquinaria y equipos que usen para sus actividades productivas.
Y aquí es donde se hace relevante el párrafo de Rand. Los funcionarios no entienden el proceso económico y creen que este es un juego de suma cero en el que las ganancias de unos son las pérdidas de otros; por lo que la velocidad de la circulación del dinero (sobre todo en dirección del estado) es de gran importancia. Creen que si cortan una rodaja del pastel aquí y la trasladan allá, no va a haber cambios en el tamaño de la rodaja de pastel si la redistribución se hace rápido y sin mal modo.
En el caso de la iniciativa citada, es posible que reduzca la inseguridad jurídica y la arbitrariedad; pero ya que beneficiará sólo al sector ganadero y no a todo el sector productivo del país, no es más que un privilegio, una ventaja, una canonjía, un favor, o una prerrogativa para un grupo social específico y particular.
Siendo así, tanto el hecho de que sea un privilegio, como el hecho de que su principal objetivo sea facilitar la expoliación, oscurecen el hecho de que les de algo de seguridad jurídica a los beneficiados. Además, hace que surja las preguntas obligadas: Si el Retriagro es bueno para los ganaderos, ¿por qué no sería bueno para todos por igual? ¿Por qué tiene que ser un privilegio, en vez de ser una norma general e igual para todos? ¿Por qué es que un sector tiene la dicha de un régimen especial y discriminatorio, en tanto que otras actividades productivas tienen que aguantar la inseguridad jurídica y la mayor arbitrariedad?
En el sistema actual las maquilas tienen privilegios, los call centers tienen privilegios por mencionar dos sectores…y es natural que otros quieran tenerlos. No es raro entonces que todo el que pueda, quiera su particular monte de orégano. ¿Por qué es que unos son tratados como hijos y otros son tratados como entenados?
Está claro que gobernar es gravar para gastar; pero…¿ese proceso tiene que ser primitivo? ¿Por qué no puede hacerse con fundamento en la igualdad de todos ante la ley? ¿Por qué tiene que hacerse con base en privilegios?
¿Qué tal si hacemos algo novedoso y audaz? ¿Qué tal si se establece un Retriagro para todas las actividades productivas por igual, sin privilegios para algunos? Esta es una oportunidad de oro.
*Gracias a mi cuate, Rudy, que compartió The Season of Platitudes, en The Ayn Rand Column del 7 de octubre de 1962.