El costo de la lucha contra el crimen organizado, particularmente la que se libra contra el narcotráfico ha sido enorme para nuestro país, en primer término por las 28 mil vidas perdidas de acuerdo a los informes de esta semana, este incremento es dramático, aún en conocimiento de que muchos de los fallecidos son delincuentes que fueron acribillados por sus similares, hay lamentablemente también funcionarios, policías y personas inocentes que han muerto. La magnitud del daño se ha extendido también a la percepción e imagen del país, la actividad económica particularmente en el turismo y la inversión extranjera directa, así como el costo de oportunidad formidable que estamos pagando en recursos, personas y tiempo que se tienen que sacrificar a costa de otras áreas estratégicas. Con este párrafo, el expresidente de México, Vicente Fox, inicia un estupendo artículo que titula Drogadicción, crimen organizado y seguridad: momento de reflexión y propuestas.
Dicho artículo es de importancia para los guatemaltecos porque la guerra contra las drogas, que en México les ha costado la vida a 28 mil personas, también se está peleando aquí. Antes de que alguien escriba que el costo de la lucha contra el crimen organizado, particularmente la que ese libra contra el narcotráfico ha sido enorme para Guatemala, quizás podríamos ahorrarnos esa historia y aprender de la experiencia de nuestro vecino.
Coincido con Fox en que hay que legalizar la producción, la venta y la distribución de drogas; y creo que lo ideal sería que estas acciones comenzaran en los Estados Unidos de América, cuya población es la mayor consumidora en el hemisferio. Si aquello no fuera posible, lo más sensato sería que México, Centroamérica, Colombia, Perú y Bolivia, por lo menos, procedieran a aquellas legalizaciones.
Dice Fox, y yo lo apoyo, que debemos pensar en legalizar la producción, distribución y venta de las drogas. Legalizar en este sentido, no quiere decir que las drogas sean buenas o no dañen a quien las consuma, este no es el propósito, más bien tenemos que verlo como una estrategia para golpear y romper la estructura económica que les permite a las mafias generar enormes ganancias en su comercio que a su vez, les sirven para corromper e incrementar sus cotos de poder. Además, en los países en los que ya se ha implementado esta estrategia, no se ha elevado el consumo significativamente. Además se grava la venta con altísimas tasas impositivas.
Ojalá pudiéramos discutir este asunto racionalmente, sin acudir a la moralina.