14
Ene 14

Huevos tibios para el desayuno

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Desde niño me gustan mucho los huevos tibios.  Tiernos, pero  no crudos.  Cuando me operaron de las amígdalas y me tenían a gelatina, helado y referscos lo primero calientito y salado que pedí fue un par de huevos tibios.

En casa de mis padres y de mi abuelita Juanita los huevos tibios se servían con sal, pimienta y aceite de oliva; pero en casa de mi abuelita Frances, mi nana los servía con sal, pimienta y mantequilla.  A mí me gustaba -y me gusta- ponerles trocitos de pan francés.

Mi abuela, Frances, contaba que a mi abuelo Luis le gustaban también y que él mismo preparaba los suyos para el desayuno.  Tres minutos a partir del momento en el que el agua empezaba a hervir; tiempo exacto que él usaba para rasurarse.  Y yo hago eso, a veces.  Me rasuro en tres minutos, mientras los huevos se cuecen a la perfección.

Los de la foto son los de hoy en la mañana y ¡Oh, sorpresa!, un de ellos traía dos yemas.


23
Dic 13

Tarjetas de fin de año

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En casa, este año decidimos volver a practicar una tradición que habíamos abandonado: la de enviar por correo tarjetas de fin de año.  ¿Sábes qué? Me emocionó mucho la alegría con la que fueron recibidas.

Abandoné aquella tradición cuando colapsó el correo estatal allá por finales de los años 90. Cuando yo estudiaba en Maryland escribía tres cartas a la semana; pero las tenía que enviar por medio del P.O. Box en Miami y luego por correo privado.  Ahora no existe correo estatal, y el correo nacional funciona bien…algo lento…pero bien.

Hay algo encantador en los actos de enviar y recibir correo que no sea el estado de cuenta de la tarjeta de crédito, ni las cuentas de la luz y el teléfono.  Hay algo especial en elegir las tarjetas, escribir a mano unas líneas, meter las tarjetas en los sobres y llevarlas al correo.

Mi bisabuela, Frances, enviaba y recibía centenares de tarjetas.  No exagero…eran un mínimo de 200.  Cuidadosamente dedicaba varias horas a eso de las tarjetas y de ella aprendí a hacerlo.  Cuando era niño me gustaba mucho ver las tarjetas que a veces colgaba en la baranda de las gradas de su casa, o en las cortinas que había al lado de las gradas.  Me gustaba ver hasta dónde llegaban de tantas que venían y me gustaban las imágenes que traían.

En casa estamos muy contentos de haber revivido la tradición; y seguramente la haremos crecer el año que viene.


22
Dic 13

Mi bisabuela y sus hijos en 1940

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Mi sobrino, Andrés, anda escarbando cajones y mandando correos en busca de sus raíces; y en esas estaba cuando una genealogista de Arizona, descendiente del hermano de mi bisabuelo, Federico, le envió esta foto.

Al frente están mi abuela, Frances; y luego mi tía abuela, Adelita; mi bisabuela, Adela (Mami); mi tía abuela, Janet (Baby) y mi tío abuelo, Emilio.  Atrás, mis tíos abuelos Jorge y René.  Frances era la madre de mi padre.

Esta foto no la conocíamos ninguno de los familiares en Guatemala y ve como son las cosas que fue a aparecer a miles de kilómetros de aqui.  ¡Que maravilla es la tecnología que permite estos descubrimientos!

Me encanta la foto, tan 1940 y todos elegantes y jóvenes.


04
Dic 13

La abui a su regreso de Hawaii

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El 20 de julio de 1926, y a la edad de 10 años, mi abuela Frances Chacón Schuman regresó de Hawaii luego de haber pasado allá 4 años con su abuela Edwina “Minnie” Hart.

La ilustración muestra el manifiesto de pasajeros extranjeros del S.S. Lurline, el barco que la llevó de Honolulu a San Francisco donde la esperaba su madre, Adela.

Frances, La abui, tenía muchos recuerdos queridos del tiempo que pasó allá.  Su abuela le enseñó a hacer pays, por ejemplo.  También recordaba con cariño cuando iba a la escuela caminando por la playa y recordaba que su refacción escolar eran tentáculos crudos de pulpo que sazonaba con sal mezclada con chile seco y cabezas de camarón secas.  En casa todavía hacemos la mezcla de sal, chile y camarones para sazonar sopas y otros platillos.  Mi madre, nuera de Frances, todavía hace los pays en la tradición de La abui; su madre, Adela y su abuela Minnie.

Gracias a mi sobrino, Andrés, que encontró el documento.


29
Sep 13

Tomasa nos regaló otra “Flor de Perdidos en el espacio”

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Tomasa -que es hija de Ofelia, una suculenta que me regaló mi abuela, Frances- ayer nos obsequió su segunda flor de este año.  El nombre científico de esta planta es Stapelia gigantea y las llamo flores de Perdidos en el espacio porque recuerdan a la flora galáctica de aquella serie de televisión.

Estas plantas tienen la particularidad de que no huele, sino hieden. Despiden un hedor como a carne podrida; y aparte de eso llaman la atención su notoria hirsutez, su color y a su tamaño. Nunca ha sido polinizada pero atrae moscas que han de acudir encantadas por su olor característico.

Yo les tengo cariño y siempre celebro su floración.


02
Jul 13

Camaroncillos para el arroz y el chile de Cobán

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El arroz con camaroncillos es una delicia.  Se lo prepara fácilmente sólo añadiendo los camaroncillos  al arroz cuando se está cociendo (a mi me gusta agregarlos sin cabezas).

Mi abuela, Frances, secaba las cabezas y las molía para luego mezclarselas al chile de Cobán en una proporción de 1 a 9.  Con esa mezcla sazonaba sus sopas y frijoles.  Ella contaba que, cuando era niña, llevaba al colegio tentáculos de pulpo que su abuela secaba al sol y aderezaba con una mezcla similar a la que acabo de describir, solo que con algún otro tipo de chile en polvo.  Nunca he probado esto último; pero me gustaría hacerlo.


07
May 13

El “quilt” de mi tatarabuela

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El domingo en la noche mi madre me obsequió este quilt hawaiiano que hizo mi tatarabuela, Minnie.  La abuela de mi abuela y bisabuela de mi padre murió en 1938 así que, como mínimo, el quilt tiene 75 años; pero mi abuela, Frances, lo recordaba de su niñez, y ella volvió de Hawaii ca. 1927, de modo que no sería raro que esta pieza tenga cerca de 86 años.  Se le notan, claro, pero igual lo usaré en ocasiones especiales.

Los quilts hawaiianos se distinguen por sus grandes diseños simétricos y por sus patrones aplicados radialmente.  Generalmente los motivos son diseños botánicos estilizados.  Las puntadas, parejas y firmes, siguen los contornos del diseño de las aplicaciones.  El arte hawiiano de hacer quilts se deriva de los kapa moe, que son textiles nativos para cubrir las camas, influidos estos por los misioneros y los materiales  que llegaron en el siglo XIX.

El diseño de un quilt es algo personal y las mujeres, con frecuencia, creaban ciertos diseños basados en algo que habían observado, o en un evento significativo.  Los sueños eran considerados como fuentes de inspiración.  Cada quilt recibía un nombre que reflejaba la inspiración de la cual había surgido.  Debido a esta tradición de diseños individuales, numerosos quilts hawaiianos únicos han sido hechos a lo largo de los años.

Afortunadamente este de mi tatarabuela sobrevivió y me pregunto si tendría un nombre y de dónde sacó ella el diseño.

Edwina Minnie  Nihoa Hart y su primer esposo Emil Schuman fueron padres de mi bisabuela, Adela.  Mi abuela, Frances, se crió con Minnie y vino a Guatemala cuando tenía 12 años.  Frances era mi abuela paterna y le obsequió a mi madre, Nora,  el quilt de su abuela.  Esta es una foto de Minnie:

Minnie Hart


28
Feb 13

Falleció Van Cliburn


Van Cliburn, destacado pianista clásico estadounidense  que disfrutó de estatus de astro del rock, falleció ayer, a los 78 años tras una lucha contra el cáncer óseo.   Yo tenía su Concierto No. 1 para piano de Thaikovsky, acompañado por el director ruso Kirill Kondrashin y ese fue el primer álbum de música clásica en obtener un disco de platino.  Se hizo famoso, a los 23 años luego de ganar una competencia prestigiosa en Moscú.

Sabemos que la música clásica es eterna y perpetua, y precisamente son las verdades eternas inherentes a la música clásica las que se mantienen como un ejemplo espiritual para personas de todo el mundo, dijo Cliburn una vez

Escuché su grabación del Concierto No. 1  docenas y docenas de veces. Era parte de la colección de discos de música clásica de mi abuela, Frances, que ella me fue regalando poco a poco durante los últimos años de la década de los 70.  Desafortunadamente nada de aquella colección sobrevivió a la adquisición de mis primeros CD;  en parte porque supuse que con la nueva tecnología los discos viejos no valían la pena, en parte porque estos ocupaban espacio que necesitaba para aquellos y en parte porque de tanto uso muchos estaban rayados y estropeados.

En fin…de nada sirve llorar sobre la leche derramada.


30
Ene 13

Marihuana para aliviar dolores

Mi abuela, Frances, sufría de una neuropatía que le ocasionaba dolores intensos y constantes en los brazos y las piernas.  Padeció eso durante unos 10 años hasta que su enfermera le aplicó marihuana con alcohol.  Eso la aliviaba y le permitía pasar el día y la noche sin aquellos sufrimientos.

Como ella tenía sentido del humor, entre los pequeños helechos y violetas que tenía en su dormitorio tenía sembrada una matita de Cannabis sativa.  Les cuento esto porque ayer, que andaba en el Mercado Central, me encontré con Mariguanol, un producto que -según sus usuarios- es mano de santo contra artritis; reumatismo; inflamaciones; golpes; y dolores musculares, de espalda, de nuca y de cabeza.

El asunto me recordó a mi abuela y cómo ella pudo tener mejor calidad de vida gracias a aquel recurso.


21
Sep 11

El sorpresivo persimón de anoche

Anoche hubo un sorpresivo persimón en casa y como yo tenía como 12 años de no comer uno me emocionó mucho.  Ahora son bastante comunes; pero antes no lo eran.  Mi abuelita, Frances, compartía conmigo los suyos que le llevaba su comadre, Queta, cosechados del jardín de su suegro don Manuel, en Panajachel.  La Abui, como le decíamos a mi abuela los comía crudos disfrutando de su dulzura y de su textura peculiar; o preparaba un puding que sacaba las lágrimas de lo delicioso que era.

Mi abuela, que tenía un green thumb casi infalible, nunca logró que las semillas delos persimones que comía germinaran y produjeran el ansiado arbolito.

La última vez que vi a alguien comiendo persimones, con gusto y placer extremo, fue a a don Franco en La Antigua.  Don Franco era el propietario de un célebre restaurante llamado El Capuccino y uno de tantos días que llegué a almorzar él estaba disfrutando los suyos.  Por más miradas que le eché, y a pesar de que me acerqué a elogiar sus persimones, no se le ocurrió ofrecerme.  Y no es que fuera tacaño, porque él y su esposa, doña María, solían alegrar mi mesa con abundantes chiles jalapeños preparados en la casa para que yo comiera con panecillos horneados ahí.

En fin…tantos recuerdos buenos vinieron acompañando a este solitario persimón que me alegró mucho la noche.