Que el hijo del más alto dirigente de los maestros-burócratas chapines, estudiara en !tres colegios privados! no me sorprendió. Y ya va a ver usted por qué.
A finales de los años 80, ¿dónde cree usted que estudiaban los retoños de varios dirigentes guerrilleros? No en la universidad cuyas paredes estaban llenas de pintas del Ché Guevara y de hoces y martillos; sino que en una universidad privada y de origen religioso. Se los cuento como lo vi.
Por eso es que no me pareció una inconsistencia particularmente rara que el hijo del enemigo número uno de la educación privada, y defensor número uno de la educación estatal, estudie en colegios privados. Es más, ¿cuántos altos dirigentes populares toman decisiones parecidas para sus vástagos? Y, ¿por qué?
Inconsistencias aparte, hay motivos de fondo para que aquello ocurra: normalmente la gente quiere lo mejor para sus hijos; y por eso es que a la primera oportunidad, los padres buscan las mejores opciones de educación para sus herederos.
Usted no ve que, en condiciones normales, un padre saque a sus hijos de un colegio privado y lo pase a una escuela pública. Aquí, y en la Cochinchina, lo que ocurre es al revés.
Pauline Dixon y James Tooley realizaron un estudio sobre las escuelas privadas para los pobres en países de ingresos bajos. El estudio se llama La educación privada es beneficiosa para los pobres; y está disponible en el Centro de Estudios Económico-Sociales.
Dixon y Tooley descubrieron que en India, Ghana, Nigeria y Kenya los colegios privados son una solución importante –aunque subterránea– para satisfacer las necesidades educacionales de los pobres. A las autoridades no les gusta y uno puede suponer que a los sindicatos de maestros-burócratas tampoco; pero, qué importa eso si los estudiantes y sus padres están satisfechos con los resultados.
En los barrios marginales de Hyderabad, India, de las 918 escuelas encontradas, sólo 35% eran públicas. En total, el 65 por ciento de los estudiantes en aquellas áreas de bajos ingresos asistían a escuelas privadas.
Hay que admitir, claro, que muchos de aquellos planteles privados no son ni siquiera colegios de garage y que aún así son relativamente caros; empero, con todo y sus limitaciones, son preferidos a las escuelas gratuitas que ofrece el gobierno.
En tres distritos de Lagos, Nigeria, sólo 34% de las escuelas eran públicas y 75% de los estudiantes asistían a colegios privados.
Si uno va al Centro Histórico de Guatemala, a muchos barrios y colonias, y a muchos departamentos del país, seguramente encontrará docenas de colegios privados que no son la gran cosa; pero, aún así, los padres prefieren que sus hijos estudien ahí. Con todo y las posibles carencias del sector privado, como en India, o en Nigeria, los padres guatemaltecos –aunque sean sindicalistas y revolucionarios– no eligen que sus hijos estudien en el sector público. Prefieren que sus hijos estudien en el sector privado.
Aquello no es casualidad, Dixon y Tooley encontraron que las evaluaciones realizadas a los estudiantes mostraron logros mucho más elevados en los colegios privados, que en las escuelas públicas. En Hyderabad, por ejemplo, los puntajes promedios en matemáticas fueron aproximadamente 22 y 23 puntos porcentuales más en los colegios privados e informales, que en las escuelas estatales. ¡No es cuestión de status!, por imperfectos que sean los resultados en los planteles privados, son mejores que los de los planteles estatales.
Para la privilegiada dirigencia sindical chapina, igual que para miles y miles de personas alrededor del mundo, los colegios privados son la mejor opción. ¿Por qué? Pues porque quieren lo mejor para sus hijos y es evidente que lo mejor no está en las escuelas estatales. Como dicen Dixon y Tooley: la existencia de colegios privados y su contribución a la educación para todos son motivos de celebración.
Publicada en Prensa Libre el sábado 21 de abril de 2007