Los electores y los tributarios guatemaltecos tuvimos una experiencia gratificante. A fuerza de acciones individuales de repudio, conseguimos que los diputados echaran marcha atrás en su desvergonzada pretensión de asignarse indemnizaciones, entre aquellos representantes que no habían resultado reelectos para la próxima legislatura.
¡Y ahora no hay que soltar la presa! Aquellos políticos a los que les conviene que los chapines actuemos como súbditos y no como ciudadanos, perpetúan y refuerzan la idea de que la ciudadanía se vive sólo cada cuatro años en el día de los comicios. Sin embargo, en una república en la que el poder está sujeto a la ley, y en la que la soberanía reside en los ciudadanos, aquella se ejerce –o debería ser ejercida– todos los días, por todos los interesados.
Aquellos políticos también alimentan la idea de que la autoridad debe ser obedecida, y la de que las personas son parte de una gran maquinaria o de un gran organismo al que están obligadas a servir; aún a costa de sus derechos individuales, o de sus aspiraciones.
Es un hecho que políticos que llegan al poder para salir de pobres, o los que llegan al poder para imponer sus valores y sus programas, no se someten a la majestad de la ley por voluntad propia. Sin un adecuado ejercicio de la ciudadanía por parte de las personas individuales que pagan impuestos y que tienen que trabajar duro para conseguir esa plata, los políticos no tienen incentivo alguno para no desperdiciar aquellos recursos, si ni siquiera lo tienen para apropiarse de ellos.
Por eso es que fueron importantes las miles de llamadas telefónicas que ustedes hicieron a los programas radiales de opinión; y por eso es que fueron importantes los miles de correos electrónicos enviados a las secciones de opinión de los diarios, o directamente a los diputados. Por eso fue importante el personaje que se fue a parar al estacionamiento del Congreso, y protestó contra el abuso con un cartel y dando la cara.
Los diputados se recetaron aumento salarial e indemnización con el dinero que usted produce con su trabajo personal. Y lo justo es que usted decida si quiere darles ese dinero, o no. Mediante el presupuesto del estado, el Ministerio de Finanzas y los diputados están piñatizando el dinero que usted produce y les entrega cuando se ve obligado a pagar impuestos. Y lo justo es que usted decida si quiere darles ese dinero, o no. Y usted puede dárselos porque al fin y al cabo usted es el que trabaja duro para ganarse esa plata, pero la cuestión es: ¿Tenemos derecho a obligar a otros a trabajar para que los que viven del presupuesto del estado tengan una vida cómoda?
Los ciudadanos guatemaltecos hemos llegado a un punto de inflexión importante. Ahora sabemos que tenemos el poder para cambiar el rumbo de las cosas. Sabemos que podemos ejercer poder político, o al menos influencia política, si nos comportamos responsablemente y nos rehusamos a “bendecir” con nuestra inacción, los abusos de los políticos rapaces.
Los guatemaltecos acabamos de pasar por una experiencia de ciudadanía intensa. Y, como los venezolanos, y como aquel hombre que detuvo los tanques en la Plaza de Tienanmen, ahora sabemos que el poder de uno es sí tiene impacto.
Para los chapines, es el momento de definir nuestra futura relación con quienes ejercen el poder político. ¿Vamos a ser súbditos sumisos y obedientes; o vamos a ser ciudadanos conscientes, de pensamiento independiente y de acción decidida? ¿Vamos a admitir el despojo y el uso de la fuerza en las relaciones con el poder; o vamos a exigir el respeto a los derechos individuales y a la igualdad de todos ante la ley?
Y como no se trata sólo de quejarse y de criticar (que no está de más), ¿por qué no tomamos en serio la empresa de fundar un estado en el que sean posibles la paz y la prosperidad? ¿Por qué no dejamos de depender de la arbitrariedad y fundamos un estado de derecho? Para eso, le invito a que explore la propuesta de http://www.proreforma.org.gt//. Ahora sabemos que uno a uno, sí podemos tener impacto en el ejercicio del poder.
Publicado en Prensa Libre el sábado 8 de diciembre de 2007,