Celebramos el Año nuevo en el parque central de Cobán luego de haber comido delicioso durante todo el día y así despedimos 2018.
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Chocolate, tiú, moronga de chunto y otras delicias, almorzamos en El pedregal.
El retorno de Las conchas fue sorpendentemente media hora más rápido que la ida; y volvimos a Cobán con mucha hambre. Luego de un baño, una chela y un breve descanso en La posada, salimos en busca de El peñascal, un restaurante que nos habían recomendado mucho.
La posada es mi hotel favorito en Cobán porque está frente al parque central, porque tiene mucho carácter y porque siempre la he pasado bien ahí, desde que iba con los miembros de la Asociación Guatemalteca de Orquideología a finales de los años 70. Es un hotel con mucho carácter.
Para sentir el ambiente festivo de las compras para la fiesta de la noche vieja, en la ciudad Imperial, pasamos por el mercado central y, aunque no entramos, la calle estaba muy animada y alegre, especialmente en la sección de ingredientes para el ponche, los tamales y otras comidas tradicionales; ya sabes: marshmellows, nueces, uvas, manzanas y eso. Ahí aprendí, porque me lo contó Raúl, que la gente acostumbra comer pastel en esta fiesta y eso explicaba la gran cantidad de familias y personas que llevaban un pastel entre sus compras.
Llegamos El peñascal luego de perdernos un poco y gracias a un taxista muy amable. Y, ¡Oh, maravilla! nos atendió Sonia y, ¡Oh, maravilla! la comida ahí es magnífica. Casi que se siente como ceremonial. Almorzamos Kak-ik (el caldo cobanero de chunto); Tiú, que es un recado regional que estaba delicioso y morcilla de chunto que estaba riquísima. Chunto es como le dicen allá al chompipe. También pedimos tasajo en salsa de chiles, que es muy picante, pero que uno disfruta muchísimo. La sirven acompañada de una crema de cebollas muy sabrosa.
Luego del almuerzo memorable, otro descanso con siesta y todo para luego pasear por el parque y sus alrededores.
Vimos el ocaso y volvimos al hotel para arreglarnos e ir a cenar. Elegimos Casa D´Acuña, donde ya habíamos estado dos años atrás y habíamos tenido una experiencia estupenda. Ahí full relax y cenamos pizza y guacamol con cangrejo (surimi). La primera estuvo deliciosa y el cangrejo que le ponen al guacamol puede mejorar. Nos fuimos contentos, no sin darle un par de ideas al chef.
Al salir nos dirigimos al parque central animado por el Arbol Gallo y por las familias que estaban ahí disfrutando del ambiente y pasando buenos momentos. Yo disfruto mucho no sólo de ver a la gente contenta, sino de la cordialidad generalizada que priva en esas circunstancias. En la medida en que nos acercábamos a las 0:00 horas, en esa medida se iba quedando más solitario el parque, momentos propicios para conversar y pensar.
¿Y la media noche? El Arbol Gallo fue apagado y nos subimos al Jupiter II, como me gusta decirle al kiosko de aquel parque; y desde ahí vimos los fuegos artificiales, en compañía de los locales y extranjeros que también optaron por subir. ¡Abrazos y buenos deseos! ¡Auguri, auguri!, dijo alguien. Luces de colores y fuegos artificiales. Así terminó 2018 y empezó 2019. Luego de un paseo lleno de aventuras, buenas comidas y gente encantadora.
¿Qué ocurrió el 1 de enero? Pues nos levantamos temprano, cargamos el carro y agarramos camino rumbo a la Posada de la montaña del quetzal con la esperanza de que nos entrara el hambre ya avanzada la mañana, y con la seguridad de que desayunaríamos riquísimo como en los días que recién habíamos estado allá.
Al volver a casa y abrir la puerta sentimos los olores de pinabete y manzanillas que nos dieron la bienvenida; y trajimos centeneras de recuerdos de un viaje lleno de experiencias y de aventura. ¡Listos para la aventura de un nuevo año!
Primera etapa: La posada de la montaña del quetzal, Biotopo del quetzal y Purulha.
Segunda etapa: El salto de Chilascó y el Saltito.
Tercera etapa: Chicoy, el pozo vivo, Chixoy y Cobán.
Cuarta etapa: Las conchas y Chahal.