Con el propósito de asistir a un homenaje para don Tomás Guzaro y a la proyección de la película Nebaj -en su honor- la semana pasada agarramos camino para Nebaj; con la ilusión, además, de visitar por primera vez el triángulo Ixil en Quiché.
Más grata no pudo ser la experiencia; no sólo porque nos encanta viajar por Guatemala, sino por la oportunidad de recordar a don Tomás en su tierra a un año de su fallecimiento; por la de experimentar de cerca el cariño, respeto y admiración que le tiene la gente a ese héroe, emprendedor y filántropo; y por conocer aquella parte casi mítica del país.
El viernes 1 de abril salimos temprano para desayunar en El pedregal, en Santa Apolonia; una parada tradicional en nuestras excursiones al occidente y un lugar donde siempre desayunamos rico.
Una novedad en este paseo es que usamos la recién estrenada carretera entre Chichavac y Chiché vía el río Motagua. En 2021, durante una visita a la finca El encanto, en Tecpán, ya habíamos ido a conocer la parte del camino entre esa finca y el puente sobre el Motagua. ya se veía que iba a ser una ruta preferida y bella.
Por ahí vimos niños caminando por la carretera, con sus útiles escolares y me enteré de que, en las escuelas estatales, las clases sólo ocurren durante dos horas al día. ¡Sólo dos horas al día!
Uno se ahorra bastante tiempo por esa ruta y además es emocionante conocer una nueva vía hacia Quiché que no fuera la carretera Panamericana de siempre. Además, la nueva ruta -por ser nueva- está en mejor estado que muchas secciones de la Panamericana en donde la última vez que fuimos a Xela el concreto nos rebanó una llanta.
¡En busca de Gumarkaaj!
Bueno…llegamos a Chiché y de ahí a Santa Cruz del Quiché en busca de Gumarkaaj. Visité la capital de los Quichés a mediados de los ochenta cuando fui a medir el techo de la agencia del Banco de Guatemala en aquella cabecera departamental. Mi amigo, Bobby, me hizo el favor de llevarme y como paseo fuimos a conocer el sitio arqueológico. No recuerdo que en aquel entonces estuviera reconstruido el campo de juego de pelota. Eso fue una novedad en esta visita de la semana pasada. Raúl y yo caminamos por lo que queda de Utatlán (que es el nombre náhua de Gumarkaaj) y es muy agradable.
El bosque es fresco y hermoso. No hay muchas estructuras como las hay en Iximché y en Chuwa Nim Abaj; pero el ambiente -con sus árboles enormes y abundancia de musgo español- es medio mágico. Nos encaramamos aquí y allá y luego seguimos camino. Lo que es una lástima es que el museo del lugar esté cerrado. A estas alturas no hay motivo razonable alguno para que los museos no estén abiertos.
Sal negra y La vuelta del río.
Pasamos por Sacapulas y no podíamos pasar sin comprar la extraordinaria sal negra que se produce en el río Negro en esa población. A mí me gusta mucho esa sal cuando aso carne, o incluso para bistecs normales, y también en huevos tibios. Tiene un sabor ahumado que le da un carácter distinto a las comidas.
Más adelante encontramos La vuelta del río, una playa en el río negro. ¡Por poco y no nos detenemos!,y de verdad me alegro mucho de haberlo hecho. El encargado del lugar fue muy atento y lamento no haber preguntado su nombre. Ahí nos contó que en el lugar se halla Xutixtiox, un sitio arqueológico; también hay una catarata y nos invitó a cortar frutas en los mangales y jocotales del lugar. Como Raúl tenía un compromiso en línea a las 3:30 p.m., no pudimos aprovechar las gentilezas del encargado de La vuelta del río; pero definitivamente es un lugar al que queremos volver.
¡Llegamos a Nebaj!
Llegamos a Nebaj justo a las 3:25, con apenas tiempo para encontrar un lugar para conectarnos en línea y almorzar. Nos recomendaron el restaurante El´ Sim, en el centro comercial K´um´us que está bien ubicado frente al parque central y es buen lugar para estacionar.
Cumplimos puntualmente el compromiso de las 3:30 y almorzamos para luego encontrarnos con Angie Guzaro, hija de don Tomás. Llevábamos un cargamento de los libros Escapando del fuego, por Tomás Guzaro y Terri McComb para entregarle a Angie; y Raúl y yo teníamos muchas ganas de conocerla. Luego de conversar, de tomar café, de hacer los planes para el día siguiente y de despedirnos agarramos camino para la Hacienda San Antonio.
…y para mantener una tradición, nos perdimos.
No nos perdimos en la carretera, sino en la población. ¡Que un mal rayo parta a Google maps que nos enviaba a San Antonio por un extravío en vez de hacerlo por el camino correcto! No lográbamos salir de Nebaj y la App nos enviaba por calles estrechas y empinadas, e iba oscureciendo. Quienes han seguido otras excursiones nuestras saben que no nos gusta andar de noche en carretera, y menos en caminos desconocidos. Luego de dar más vueltas que un trompo, luego de pasarnos un semáforo en rojo y de ser reprendidos por un PMT, luego de preguntar una y otra vez, logramos salir y ponernos en ruta.
La carretera entre Nebaj y Acul, donde está San Antonio, no es largo, ni está en mal estado (son sólo 30 minutos de camino), pero es de terracería y sí lo deja a uno todo saguaneado y como era de noche sentimos que era eterno. En fin, llegamos a San Antonio donde doña María nos preparó una cena deliciosa de huevos revueltos (de las gallinas del lugar), longanizas, frijoles parados. (muy, pero muy bien hechos, con ajito sabroso), tortillas y limonada (exquisita)…¿y lo mejor? La crema del lugar. ¡Que crema!
San Antonio es una hacienda con arquitectura característica. Los cuartos y camas son cómodos y de buen tamaño. Agua caliente en la ducha…que era algo que nos urgía. Yo suelo pasar mala noche la primera noche que duermo en cama ajena y esta vez no fue la excepción; pero estaba muy contento de estar ahí, e incluso me divertían los eventuales cantos de los gallos en la oscuridad de la noche, a la vera de cerros que prometían ser hermosos.
¡Al fin estábamos en Acul, en una hacienda, como nos gusta!…y sólo se puso mejor.
Excursión a Nebaj, el día importante.
Excursión a Nebaj, de regreso a Guate.