Ayer, los hermanos Francisco José y José Estuardo Valdés, acusados de ser los autores intelectuales del asesinato de Rodrigo Rosenberg, se entregaron a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y fueron conducidos al Juzgado Décimo de Instrucción Penal, para luego ser llevados al cuartel de Matamoros en donde permanecerán durante el proceso que se sigue en su contra.
Por supuesto que esta es una pieza importante que ayudará a seguir explorando la verdad sobre lo que ocurrió con Rosenberg y Los Musa.
Hablando de verdad, sin embargo, lo primero que me llamó la atención al enterarme de que Los Valdés se entregaron, fue que Carlos Castresana dijo que a las ocho de la mañana y por medio de una llamada telefónica le avisaron de la disposición de los Valdés para entregarse y que unos 15 minutos después los hermanos ya estaban en la sede de la CICIG.
Se que Castresana tiene muchos
fans y que estos se incomodan si uno pone en duda las cosas que afirma, así que no voy a suponer que el jefe de la Comisión hizo las de Pinocho. Lo que voy a hacer es suponer que en un contexto
posmodernista, el jefe de la CICIG entiende que no hay tal cosa como la verdad singular y absoluta; sino que lo que hay son verdades o historias.
¿Por qué es que no me convence lo de la entrega espontánea en cuestión 15 minutos?
1. Porque no tiene sentido que Los Valdés descuidasen algo tan elemental y tan by the book como negociar su seguridad y sus condiciones de entrega.
2. Porque coincidentemente, fue durante
este fin de semana que se arregló aquello de que los reos vulnerables puedan ser recluidos en cuarteles militares.
3. Porque es muy conveniente, para todas las partes involucradas, que la entrega sucediera antes de que Castresana dejara el país, luego de su recién anunciada renuncia.
Veamos, pues, qué camino toma todo esto.