Aveces me merezco lo que me pasa (Je je); y aveces lo que me pasa es por una razón. Por descuidado, hoy tuve que ir a cancelar mi cuenta de ahorros y a abrir una nueva. ¡Ochenta minutos perdí en el banco en el trámite ese! ¡Ochenta preciosos minutos desperdiciados en un trámite que no era irle a pedir plata al banco…sino irsela a entregar! Y no es que la chica que me atendió fuera ineficiente, sino que hay que llenar tantos papeles para la Superintendencia de Bancos que es increible.
Eso me lleva a los dos temas que más me escandalizaron de mi visita al banco; porque lo de los 80 minutos perdidos es sólo pecatta minuta.
Hoy me enteré de que mi cuenta de ahorros gana más cerca de 0.25% que de 1.75% de intereses. Eso quiere decir que, si la variación interanual del indice de precios es de 9.25%, al depositar mi plata en el banco mi dinero no gana intereses; sino que pierde 9%. Para hacer muy simples las cosas, al final de un año de depósitos el banco me da Q0.25 por cada Q100 que deposito; mientras que la inflación me quita Q9 por cada Q100 que deposito.
En esas condiciones, ¿qué sentido tiene depositar dinero en una cuenta de ahorros?
La otra cosa que me escandalizó, me indignó y me dio mucha rabia es que la chica que me atendió -muy gentilmente- me ofreció números de la rifa de una de las obras de caridad mas conmovedoras y populares entre los chapines. Yo dije que no, porque ya había comprado un número por ahí.
La cosa no hubiera pasado a más si yo no hubiera ido acompañado por mi amigo, Raúl. Al salir, Raúl me dijo, ¿sabés que les descuentan de su sueldo si no venden los números? Raúl me contó que eso hacen en los bancos y eso hacen en otras empresas, incluida una de telefonía y otra de comida rápida.
Al principio no me lo creí; pero llamé a una amiga que trabaja en un banco y, azareada, me confirmó que sí. ¡Vea usted que sinvergüenzada! Las empresas obligan a sus empleados a vender números de rifas y si no los venden se los descuentan de sus sueldos. Es una canallada de parte de las empresas y es una canallada de parte de la caridad que consciente que eso ocurra en su nombre.
La caridad forzada no es caridad. Y yo no vuelvo a darles un centavo, ni a las caridades que cometen esta bajeza, ni a las caridades que maman de la teta del presupuesto del estado. Así se lo hice saber a un asilo que tuvo el tupé de pedirme plata, luego de que ya había conseguido rentas parasitarias por medio del citado presupuesto.
Yo si creo que la caridad y la benevolencia son prácticas sanas; pero tomar dinero ajeno por la fuerza, ya sea por medio de una forma de chantaje que es darle a alguien empleo y luego obligarlo a contribuir; o ya sea por medio de impuestos, está más cerca de ser un crímen, que de ser virtuoso. ¡Es altruismo de la más despreciable clase de altruismo!
Al final, mis 80 minutos en el banco me enseñaron mucho. Ahora, me gustaría saber si los empleados tienen alguna forma de defenderse frente a este abuso. Quizás algún lector pueda ayudarnos con esto.