19
Oct 08

Contra la imprudencia y el abuso

Circulo con frecuencia por la zona 10; y en la Décima avenida suele suceder que camioneteros y automovilistas imprudentes y abusadores se dejan ir contra la vía y a toda velocidad. Y su objetivo es eludir el tráfico que se hace en la Once avenida.

Cuando hacen eso, los imprudentes y abusadores ponen en peligro la vida y la seguridad de los que circulamos correctamente por esa avenida.

Pues bien, el viernes 10 la Policía Municipal de Tránsito montó un operativo y los conductores cayeron como moscas.

¡Celebro que esos operativos ocurran!


19
Oct 08

¡No más impuestos!, yesssssssssss

El martes pasado, en un estacionamiento, me encontré con dos vehículos que llevaban dos de las calcomanías que repartimos durante la gesta cívica que un grupo de ciudadanos y tributarios celebramos contra la corrupción y los impuestos abusivos.
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Esta es una gesta en la que estoy muy orgulloso de participar. Primero, porque en ella participa un montón de gente a la que le tengo mucho respeto y cariño; y segundo, porque los que participamos en ella defendemos los principios en los que creemos: respeto a los derechos individuales de todos, e igualdad de todos ante la ley.
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Los impuestos abusivos -que sirven para satisfacer a grupos de interés particulares- violan el derecho a la libertad de las personas; violan su derecho de propiedad; y atentan contra el concepto de una sociedad sin coerción arbitraria y sin privilegios.

19
Oct 08

V, for vesícula

Mi amiga, Marta Yolanda, -escritora, periodista, sibarita, libertaria y Gran Dame– ¡ha salido victoriosa de una operación de vesícula!

En este espacio se la quiere y se la respeta muchísimo; así que celebro que se esté recuperando.


17
Oct 08

Leyendas de Guatemala, reloaded

Es una noche oscura y fría, una de luna nueva y el viento sopla.  Los árboles se mecen en la Plaza de El Obelisco, de la ciudad de Guatemala.  Ese monumento, que fue construido por presidiarios durante la dictadura de Jorge Ubico, se yergue iluminado entre la negrura espesa.

Ahí, entre las sombras, el alma oscura y fría del asaltante es un remolino de emociones.  Embozado y alerta, aguarda y acecha.  Su mano nerviosa empuña el arma.  La siente y la ve con incredulidad.  Aunque lo amparan la noche y el elemento de sorpresa con que actúa, el asaltante está inquieto.  Es que no se acostumbra a ese oficio; y le molesta el hecho de que el negocio está tan mal, que todavía tiene que hacerlo con un pistola de juguete.  Y ni siquiera es con un arma medianamente convincente; porque la que usa ahora le costó diez quetzales, en la recién pasada Feria de Agosto.

Con paso apurado, y con la mirada oscura y fría,  la víctima atraviesa la calle.  Se interna entre los árboles y se aproxima a las cincuentenarias piedras del monumento.  Todas las noches toma la misma ruta, y todas las noches se hace la promesa de no volver a atravesar por ahí.  Piensa que, aunque implique caminar unos metros más, debería atravesar la plaza por el lado iluminado del monumento.  Pero le ganan la rutina y el deseo de acortar el camino.

En el lado más oscuro de El Obelisco, el asaltante se planta frente a la víctima. “Deme la billetera y el reloj”, reclama.  Y desde el fondo más frío de los ojos de la víctima, en menos de un segundo –y luego de años de entrenamiento-, una mirada es suficiente para leer el alma del asaltante y para calcular que “Me quiebra él, o me lo quiebro yo”.  Así como un par no le gana a un trío, una pistola plástica no le gana a una Star, calibre 25.  Por humilde que sea. 

La detonación rompe el silencio y el fogonazo rasga la noche.  Un cuerpo se desploma y la sangre que derrama penetra en las grietas que hay entre las piedras que pusieron los presidiarios cuando construyeron la plaza.  La víctima pone su pie sobre la pistola de feria y sigue su camino.

Del lado brillante de la plaza, ahora sopla un aire tibio.  Como por ensalmo, una figura femenina cruza la plaza.  No es un ángel, ni es un nahual.  Se aproxima al cuerpo sin vida, se inclina, y la capa negra que la cubre parece flotar y envolverla como si fuera niebla espesa.  La mujer se inclina y coloca una vela junto al cuerpo sin vida, y así como vino, se va.  Con la misma sonrisa, casi imperceptible, y con la misma tranquilidad.

Dicen los viejitos que -antaño- la ciudad de Guatemala era recorrida por El Cadejo, El Sombrerón, la Siguanaba y la Llorona.  Todos ellos, personajes de la más rancia nobleza mítica chapina y latinoamericana.  Todos ellos, han sido asaltados en su oportunidad, y por eso ya no salen a recorrer las calles.  En su lugar, La misteriosa dama de negro sale a darles consuelo a las víctimas que no llegan a serlo.  Sale a perdonar a los que, en su defensa, se ven en la necesidad de quitarles la vida a los asaltantes, a los secuestradores y a los violadores.  Los dioses le han encomendado que lleve la luz de una vela, en señal de que ahí se ha hecho justicia.  

La foto es por Wilver Martínez, de Nuestro Diario.


16
Oct 08

La mollera de Colom

“Ya estamos hasta la coronilla”, dijo el presidente socialdemócrata, Alvaro Colom, al quejarse de la cobertura periodistica que recibe su administración.  El mandatario rechazó las comparaciones y las vinculaciones con la administración del expresidente y exprofugo, Alfonso Portillo; y aseguró que la cobertura periodística negativa que recibe viene de “la gente que quiere seguir condenado al país al hambre”, que es difamatoria, que es una estupidez… y que propicia el enfrentamiento (al que Colom llama confrontación).

Colom perdió la vertical cuando amenazó con revivir el delito de desacato, figura delictiva propia de la represión, de la cual se han servido muchos regímenes dictatoriales en Latinoamérica.  Aquella figura anacrónica y autoritaria sostenía que quien ofendiere en su dignidad o decoro, o amenazare, injuraire o calumniare a cualquiera de los presidentes de los Organismos del Estado, sería sancionado con prisión.  Lo que no sabía el Presidente es que dicho instrumento de la tiranía, ya había sido declarado inconstitucional en febrero de 2006 porque violaba el derecho a la libertad de expresión.  Facultad que es propia de ciudadanos que viven bajo un régimen de derecho, y no bajo una dictadura.
En septiembre pasado, en busca de censurar los mensajes supuestamente difamatorios que son enviados por medio de correo electrónico, Colom anunció que se reuniría con ejecutivos de las empresas telefónicas para que “no autoricen” enviar aquellos mensajes sino hasta que se identifique la procedencia.  
Colom ciertamente que debe estar hasta la coronilla; porque sólo así se explica tanto desatino, tan impropio de uno que presume de socialdemócrata (o talvez tan propio, si tomamos en cuenta que nacionalsocialismo y socialdemocracia comparten elementos etimológicos).  Actualmente, en Nicaragua, Daniel Ortega ha iniciado una persecución contra los que él percibe como sus enemigos: la prensa independiente, sus críticosy todos los que se atreven a desafiar la dictadura que está montando allá.  Lo que está haciendo el sandinista (aquel del socialismo nicaraguense de los 80) es cerrar toda oposición en su contra.  Y patrones parecidos vemos en las administraciones de Hugo Chávez, y otros de esa calaña.  ¿Es ese el camino por el que va la socialdemocracia guatemalteca que está reviviendo la iconografía y las prácticas de La Revolución?
La crítica, la fiscalización y el señalamiento de los errores son funciones informativas básicas de la prensa; pero, ¡más aún!, son derechos indiscutibles de cualquier persona, ciudadano, o tributario individual.  Y, en todo caso, “las personas no deben temer a sus gobiernos, sino que los gobiernos deben temer a las personas”.  
El que el Presidente de la República anuncie que “está hasta la coronilla” y que amenace a sus críticos es muy preocupante porque él encabeza al grupo que ejerce el poder; y el poder tiende a corromper, como dijo Lord Acton.  Y lo peor que puede pasar es que ese poder no pueda ser criticado, fiscalizado ni señalado por sus errores. Alvaro San Nicolás Colom está abriendo puertas peligrosas cuando se pone a la altura de Ortega y de Chávez.  

16
Oct 08

¡Este no es momento para más impuestos!

Lo recaudado por impuestos al tabaco, a los derivados del petróleo y a la distribución del cemento han mermado en 2008; y el impuesto a los rendimientos del capital, así como el Impuesto al Valor Agragado, han crecido a un ritmo menor.  Adicionalmente, nos enteramos de que la carga de exportaciones, en los puertos, también ha decrecido. ¡Este no es momento para más impuestos, y menos para impuestos abusivos que sirven para alimantear la corrupción!.  El Centro de Asistencia Legal Anticorrupción ha reportado que, en sus cuatro meses de existencia, ha recibido 564 denuncias, principalmente de malversaciones y tráfico de influencias.

Seguramente por eso es que el ciudadano y tributario, Felipe de Jesús Tuy, dice que “el pueblo está cansado y sin ganas de pagar más, porque el gobierno se lo roba todo y los que son llevados a la cárcel, viven mejor que un pobre honrado.  Las carreteras están destruidas y el gobierno crea programas de ayuda y regala dinero a la gente, pero con eso le está diciendo que ya no trabaje, que el gobierno la va a mantener.  Fuera paternalismo; fuera más impuestos, y que nos dejen vivir en paz”.

15
Oct 08

Chip and Dale, ¿temporada de ardillas?


A la ardilla de la primera foto me la encontré la mañana del lunes y es una de mis compañeras de trabajo.  Y hoy, en la mañana, desde una ventana de mi casa divisé a esta otra sobre el techo de la casa de un vecino.

¿Será temporada de ardillas?  Yo he dispuesto que estas dos son Chip and Dale, en recuerdo de las dos ardillas homónimas de caricatura.  A mí me caen en gracia estos animalitos, me divierten su agilidad, su aparente nerviosismo, y sus colas peludas; no espesas como las de más al norte, sino simplemente hirsutas.

15
Oct 08

VI aniversario de Todo a pulmón

¡Albricias, Todo a pulmón cumple seis años!; y digo que es cuestión de celebrar porque ese programa de radio -valiente y políticamente incorrecto- es un oasis en el desierto de ideas con el que aveces hay que enfrentarse.

Sus conductores, Marta Yolanda Díaz-Durán y Jorge Jacobs, lo han convertido en un verdadero centro de pensamiento y de intercambio de ideas, en el que miles de radioescuchas nos encontramos todos los días.  Y si eso no fuera suficiente, Todo a pulmón no es un centro de pensamiento solemne y acartonado.  Porque ahí se le llama al pan, pan; y al vino, vino -literalmente-, las ideas y los cuestionamientos fluyen en la mejor tradición que combina los placeres del intelecto y del espíritu, con los placeres sensuales del buen vino.
¿Quién dijo que para ser serio hay que ser aburrido? ¿Quién dijo que para ser pensador, no se puede ser alegre?  
Alegremente celebro que Todo a pulmón sea y esté con nosotros, y a Marta Yolanda y a Jorge -campeones de la libertad-, les deseo muchos, mucho, muchos años más de éxitos.

15
Oct 08

Los crimenes de "La Primavera Chapina"

Este 20 de octubre, la socialdemocracia y algunos sectores de la exguerrilla están haciendo su terapia; y han dispuesto celebrar -por todo lo alto- lo que llaman La Primavera Guatemalteca, refiriéndose a las administraciones de Juan José Arévalo y de Jacobo Arbenz.

Lo que me parece injusto, en el festejo, es que son omitidas las partes tenebrosas y espeluznantes de aquel período de la Historia nacional. La Historia rosa de La Revolución hunde en el silencio los asesinatos, las torturas, las vejaciones y las persecuciones a las que fueron sometidos los que no estaban de acuerdo con el rumbo que había tomado la gesta cívica que había acabado con el ancien regime.

Centenas de personas murieron, o fueron electrocutadas, colgadas, apaleadas y sometidas a diferentes formas de tortura, en las ergástulas que dirigían personajes como Jaime Rosenberg y Rogelio Cruz Wer, al servicio de La Revolución y de sus líderes como Jacobo Arbenz.  Fue el mismísimo Juan José Arévalo en Carta política al pueblo de Guatemala con motivo de haber aceptado la candidatura y otros escritos, quien dijo que, en el gobierno de Arbenz, la policía fue obligada a practicar torturas repugnantes y a cometer crímenes contra la vida de los adversarios políticos.

La historia que comparto ahora, con ustedes es del libro Genocidio sobre Guatemala*, editado por la administración de Carlos Castillo Armas, en 1954. En él hay muchos testimonios que hielan la sangre; pero he elegido el de Geraldo Cattousse porque Jerry Cattousse fue un empresario muy conocido en la sociedad guatemalteca en los años 70. Era el propietario de Jerry´s Tours, una operadora de turismo importante. También lo elegí porque fue asesinado c. 1981; y porque, aunque Cattousse era beliceño, hay familia suya que vive en Guatemala.

Esta publicación es para que no se olvide la memoria de las víctimas de La Revolución; cuyo sacrificio es opacado por panegíricos, loas y cantares dedicados a las víctimas favorecidas por el capricho de quienes escriben la Historia rosa de La Primavera chapina.

He aquí, el testimonio de Cattousse:

El viernes 25 de junio, cuando salí de mi trabajo en la Tropical Radio, para ir a cenar en el restaurante Altuna** y a eso de las 20 horas, fui capturado por dos rebajados* quienes me dijeron que el mayor Jaime Rosenberg me quería hablar. Al contestar a dichos señores que yo iba a cenar en ese momento y que iba a llegar después, me contestaron que tenía que acompañarlos por las buenas o por las malas. No me quedó más remedio que ir con ellos.

Como media hora antes de ese episodio, fui llevado a la oficina del ex director de Telecomunicaciones, coronel Federico Fuentes Girón, quien tenía todos los teléfonos interceptados. Allí también llevaron al periodista norteamericano Jules Dubois; en estos arrestos jugó papel importante el capitán Constantino Bernasconi. Nos acusaron de haber enviado un mensaje tendencioso a los Estados Unidos, por teléfono. Después se llevaron al corresponsal Dubois y cuando él preguntó a dónde lo conducían, se le contestó que a su hotel. A mí me dijeron que regresara a la Tropical Radio. Más tarde supe que el corresponsal Dubois fue llevado con Jaime Rosenberg para ser torturado, pero logró dar aviso a la Embajada americana, lo cual le salvó y tuvieron que ponerlo en libertad.

Como decía, me llevaron con el asesino Rosenberg, a su despacho en la Guardia Judicial. Este me abofeteó en el rostro dos veces y me dio un puñetazo en el pecho, gritándome al mismo tiempo que era un anticomunista desgraciado y acusándome de estar conspirando con unos corresponsales americanos contra el gobierno. No me dio oportunidad para defenderme, dando orden a los agentes judiciales que me llevaran al primer cuerpo de la Guardia Civil y diciendo que me iban a fusilar al día siguiente. Pasé la noche del viernes y la mañana del sábado en una asquerosa celda junto con más de 400 anticomunistas. El sábado 26 de junio, como a las 14 horas, llegó a traerme un agente rebajado de la Guardia Civil, llevándome al segundo piso del primer cuerpo, donde me agarraron otros rebajados, vendándome los ojos, me quitaron toda mi ropa y me amarraron las manos fuertemente por detrás y m e llevaron al famoso cuarto donde está la no menos famosa pila. Allí me dejaron en el suelo. En ese momento otro anticomunista estaba siendo torturado por Rosenberg y otros. Al torturado le hacían preguntas y cuando no contestaba como ellos querían, lo golpeaban ferozmente, dando el infeliz tremendos gritos de dolor. Después dieron orden de meterlo en la pila. Otra vez se oía el grito del hombre y su voz sofocada cuando trataba de levantar la cabeza para tomar aire. Después de unos minutos que parecían una eternidad, lo sacaron del agua y el coronel Cruz Wer le dijo que lo iban a fusilar. Inmediatamente dio la orden de “apunten” y luego la vos de “fuego”. Se oyó entonces una ráfaga como de ametralladora de mano. Luego de dispararle el tiro de gracia, oí: “A éste hay que juntarlo con los otros para tirarlos en la noche”.

Después me agarraron y el verdugo Rosenberg me ordenó que confesara que yo estaba conspirando con unos corresponsales norteamericanos. Yo le respondí que eso no era cierto. Entonces él, personalmente, me dio de patadas en el estómago, sintiendo que de cada patada se me iba la respiración. En seguida ordenó que me sujetaran entre dos hombres y un tercero procedió a flagelarme sin misericordia las piernas y la parte trasera del cuerpo, con un objeto de hule pesado, causándome terribles dolores, en tanto, Rosenberg insistía para que yo confesara. Le dije que yo no sabía nada de lo que él me preguntaba, y volvían a flagelarme, cada vez con mayor saña. Como yo gritaba me dieron patadas en la boca. En seguida Rosenberg dio orden para que me metieran en la pila. Me amarraron los pies y me echaron al agua sumergiéndome, y cuando yo trataba de sacar la cabeza para tomar aire, una mano férrea me empujaba la cabeza hacia el fondo de la pila, sintiendo que mis pulmones iban a reventar.

Después me sacaron y de nuevo Rosenberg me dijo que me iban a fusilar en la mañana. Me pusieron la ropa, no sin antes robarme lo que tenía en los bolsillos, hasta el último papel y entre otras cosas de valor, mi reloj Cortébert Speroflix (sic) con su respectiva pulsera de oro. Atado de pies y manos, vendados los ojos, me metieron hasta la esquina de un cuarto; por las voces que llegaban a mí me enteré que había otros dos anticomunistas en el mismo local, también vendados, un señor Portillo, de Zacapa y un capitán Aldana, quienes también esperaban ser fusilados de un momento a otro.

Esa misma noche y durante un apagón me trasladaron a otra celda. Pensé que con seguridad eso significaba que me iban a matar como a un perro y me vino la idea de escapar. Logré desatarme de las manos, me quité la venda de los ojos y al ver alrededor de mí cinco guardias civiles roncando, desaté mis pies y subí hasta el techo que da al lado del Callejón Concordia. Cada paso que daba hacia arriba, ya esperaba que los guardias iban a despertar y bajarme a tiros, Llegué hasta la esquina de la paren, entre el palacio de la Guardia Civil ***y el viejo primer cuerpo****, y al intentar bajar tuve que esconderme rápidamente porque por el Callejón Concordia se aproximaba una ambulancia de la Cruz Roja. Esta ambulancia entró en el palacio de la Guardia Civil y de ella bajaron unos seis hombres bien armados. Se me heló la sangre en el cuerpo, pues pensé que seguramente habían llevado esa ambulancia para conducirme después de ser fusilado.

Iba a bajar después el gran paredón, cuando tuve que esconderme de nuevo, pues esta vez se aproximaban unos guardias civiles por el callejón. Estos entraron por la puerta de la Sargentía del primer cuerpo. Mi permanencia arriba, con toda esa demora, fue muy prolongada y oí que ya me estaban buscando abajo. Un guardia subió al techo y gritó: “Allí está el cabrón”. No vacilé más y salté de ese paredón, que mide varios metros de altura, hasta la calle, y corrí como loco por el Callejón Concordia. Atrás de mí una decena de guardias entablaron la persecución, corriendo y disparándome. Yo corría en zig-zag. Tomé la 15 calle y luego la 7ª. Avenida sur, sin que me dejaran mis perseguidores de disparar en mi dirección. Llegué hasta la 20 calle y 12 avenida, lugar donde me interceptó una radiopatrulla con ametralladoras. Rápidamente levanté las manos en señal de rendición. Llegaron agitados los guardias y me hicieron caminar de regreso en medio de la calle, a punta de ametralladoras y fusiles. Durante esa larga caminata varios de ellos me amenazaron con ultimarme para acabar conmigo de una vez, pero otros insistieron en que debían devolverme al primer cuerpo. Durante esa marcha recibí un sinnúmero de culatazos y cañonazos de ametralladora en la cabeza y el cuerpo.

Al nada más entrar en el primer cuerpo de la Guardia Civil, me agarraron unos diez o quince rebajados, todos armados, me golpearon todo el cuerpo, diciendo que eran órdenes de Rosenberg. Uno de ellos, alto, de rasgos definidamente indígenas, levantó su ametralladora en actitud amenazante, como para liquidarme. Luego me vendaron los ojos, me amarraron las manos atrás; me condujeron por unas escaleras hasta un cuarto donde reanudaron su agresión con sus armas, dándome de puntapiés en el estómago y en el pecho. Caí al suelo y mis verdugos, enfurecidos, proseguían golpeándome. En seguida me amarraron los pies y uno de ellos dijo: “Yo me llevo estos zapatos, son muy bonitos…” Me dejaron en calcetines, solo. Al rato entró un rebajado y con su navaja me pinchó el cuello, diciéndome que en ese momento me iba a matar. Luego me propinó otros golpes y para concluir su misión, me disparo a quemarropa tres tiros, uno de los cuales hizo blanco en mi pierna derecha. Después de todo esto, me dormí o desmayé, porque ya no me di cuenta.

En la madrugada (domingo 27), al levantar la cabeza, me encontré sobre un charco de sangre. Al tratar de incorporarme se me cayó la venda de los ojos. Dos rebajados que estaban allí se asustaron al ver que yo los estaba observando. Uno de ellos se levantó como una fiera, saltó junto a mí me dio seis patadas brutales en la cabeza, abriéndome dos tremendas heridas en la boca y en la cara, diciéndome que eso se debía a que me había quitado la venda de los ojos. Yo le hice ver que eso era imposible, porque tenía las manos y pies amarrados.

Me pusieron otra venda. Luego me di cuenta que tenía los dedos de la mano izquierda fríos y la misma mano paralizada, debido a que estaba tan apretada su ligadura que impedía la circulación de la sangre, y en esta condición ya llevaba más de tres horas. Rogué a uno de los rebajados que me aflojara un poco las manos, pero me respondió que no podía hacerlo sino hasta que llegara el jefe y, cuando éste llegó y le habló el rebajado de mi petición, le contestó: “Déjelo así, que se le pierda la mano”.

Más tarde llegó un rebajado que parece que me conocía, porque me llamó por mi nombre. Alojó las ligaduras y sentí un gran alivio. Me llevó un poco de agua, pues no me había dado de comer desde el sábado en la mañana, en que me habían dado una taza de café detestable y un pan francés duro. En ese momento pude darme cuenta que la bala del disparo que me habían hecho el día anterior, la tenía dentro de la pierna, lo cual me causaba un gran dolor y, cuando supliqué que se me llevara al hospital de la Guardia Civil, los agentes que me rodeaban se rieron, diciéndome uno de ellos que no era necesario, que con una navaja me iba a sacar la bala.

Todo el día domingo, lunes y martes por la mañana, tuve que soportar la bala incrustada en mi pierna. Y como debido a la humedad me había sobrevenido un ataque de tos, un rebajado me dijo, que como continuara tosiendo me iba a patear la boca.

El día 28 de junio, cuando se oyó el tiroteo de los puestos militares contra uno de los aviones del Ejército de Liberación sobre la capital, nos sacaron de nuestras celdas y nos introdujeron en las bartolinas de la terraza del primer cuerpo, pues decían que esperaban que fuésemos ametrallados por el bombardeo. Esa noche nos sacaron bruscamente de allí. Yo pensé que había llegado nuestro fin; pero circuló el rumor de que la Junta de Gobierno había dispuesto que nos pusieran a los detenidos en libertad el martes por la mañana.

¿Cómo no se me desarrolló una gangrena en la pierna? Es un milagro. Al salir del primer cuerpo el martes por la mañana, mi ropa estaba completamente llena de sangre, al igual que otros muchos detenidos. Recuerdo entre ellos al licenciado Martínez del Rosal. Mi primera idea fue tomar un taxi para dirigirme al Palacio Nacional, para poner en conocimiento del Estado Mayor, el estado en que me encontraba; de allí se me envió al Hospital Militar, donde se me practicó una operación para extraerme la bala y hasta la fecha no he podido recuperar completamente la salud.

Este relato quedaría incompleto, si no sugiriera al actual Gobierno, la conveniencia de destruís ese centro de tortura erigido por el poder comunista. La famosa pila está situada en el segundo piso, al lado de la 13 calle, en un cuarto con puerta de madera, que también debe ser abolido, y quiero dejar constancia, que el coronel Federico Fuentes Girón, en compañía de de un tal Constantino Bernasconi, así como un telegrafista, Efraín Moreno, colaboraban en aquellas infamantes faenas con el asesino Jaime Rosenberg. Estos individuos tenía todos los teléfonos de la ciudad interceptados en la oficina de Federico Fuentes Girón, habiendo sido otra de las víctimas de este último, Félix Gaitán, empleado de la Tropical Radio, acusado de haber hablado por teléfono con un norteamericano.

* El término genocidio está siendo utilizado aquí de manera muy laxa.

** Guardias Civiles (policías), sin uniforme.
***Que entonces quedaba en la esquina de la Sexta avenida y Once calle, de la zona 1
****Actual Palacio de la Policía Nacional Civil
***** Antiguo convento de San Francisco, actual estacionamiento que está atrás del Palacio de la PNC.

La foto es del libro Genocidio sobre Guatemala.

15
Oct 08

Otras víctimas de la Primavera Chapina

De el libro Genocidio sobre Guatemala, esta es una lista de algunas de las víctimas olvidadas de La Primavera Chapina; efemérides que la administración socialdemócrata y algunos sectores de la exguerrilla celebran costa de los tributarios, y pomposamente.

David Pivaral, torturado
Daniel Izaguirre, Alcalde de El Tumbador, decapitado
Bartolomé Díaz Anleu, torturado
Mario y Edgar Quiñones Flébil
Fabián Urizar
Guillermo Morales, fusilado
Jorge Haussler, fusilado
Otilio Figueroa, fusilado
Juan Pablo Esquivel, asesinado
Benjamín, Raimundo y Basilio González, asesinados
Ángel González, Eusebio Cruz, Francisco Rodríguez y Juan López, asesinados
Ernesto Tovar Meza, torturado
Tobías Rabanales, torturado
Oscar Luna Campo, asesinado
Félix San Juan Najarro, desaparecido
Alberto Artiga, torturado y asesinado
Hugo Mármol Samayoa, asesinado
Cosme Viscovich Palomo, asesinado
Álvaro Rivera Aparicio, asesinado
Rafael Herminio Diéguez, asesinado
Paulino y Víctor de León Suruy, torturados y asesinados
Porfirio Pérez, torturado y asesinado
Juan Hurtarte, torturado y asesinado
Virgilio Morales, torturado y asesinado
Efraín Díaz, torturado y asesinado
Oscar Porras Portillo, torturado y asesinado
Tomás Ortiz, torturado y asesinado
Eduardo García, torturado y asesinado

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La foto es del libro Genocidio sobre Guatemala