Leyendas de Guatemala, reloaded

Es una noche oscura y fría, una de luna nueva y el viento sopla.  Los árboles se mecen en la Plaza de El Obelisco, de la ciudad de Guatemala.  Ese monumento, que fue construido por presidiarios durante la dictadura de Jorge Ubico, se yergue iluminado entre la negrura espesa.

Ahí, entre las sombras, el alma oscura y fría del asaltante es un remolino de emociones.  Embozado y alerta, aguarda y acecha.  Su mano nerviosa empuña el arma.  La siente y la ve con incredulidad.  Aunque lo amparan la noche y el elemento de sorpresa con que actúa, el asaltante está inquieto.  Es que no se acostumbra a ese oficio; y le molesta el hecho de que el negocio está tan mal, que todavía tiene que hacerlo con un pistola de juguete.  Y ni siquiera es con un arma medianamente convincente; porque la que usa ahora le costó diez quetzales, en la recién pasada Feria de Agosto.

Con paso apurado, y con la mirada oscura y fría,  la víctima atraviesa la calle.  Se interna entre los árboles y se aproxima a las cincuentenarias piedras del monumento.  Todas las noches toma la misma ruta, y todas las noches se hace la promesa de no volver a atravesar por ahí.  Piensa que, aunque implique caminar unos metros más, debería atravesar la plaza por el lado iluminado del monumento.  Pero le ganan la rutina y el deseo de acortar el camino.

En el lado más oscuro de El Obelisco, el asaltante se planta frente a la víctima. “Deme la billetera y el reloj”, reclama.  Y desde el fondo más frío de los ojos de la víctima, en menos de un segundo –y luego de años de entrenamiento-, una mirada es suficiente para leer el alma del asaltante y para calcular que “Me quiebra él, o me lo quiebro yo”.  Así como un par no le gana a un trío, una pistola plástica no le gana a una Star, calibre 25.  Por humilde que sea. 

La detonación rompe el silencio y el fogonazo rasga la noche.  Un cuerpo se desploma y la sangre que derrama penetra en las grietas que hay entre las piedras que pusieron los presidiarios cuando construyeron la plaza.  La víctima pone su pie sobre la pistola de feria y sigue su camino.

Del lado brillante de la plaza, ahora sopla un aire tibio.  Como por ensalmo, una figura femenina cruza la plaza.  No es un ángel, ni es un nahual.  Se aproxima al cuerpo sin vida, se inclina, y la capa negra que la cubre parece flotar y envolverla como si fuera niebla espesa.  La mujer se inclina y coloca una vela junto al cuerpo sin vida, y así como vino, se va.  Con la misma sonrisa, casi imperceptible, y con la misma tranquilidad.

Dicen los viejitos que -antaño- la ciudad de Guatemala era recorrida por El Cadejo, El Sombrerón, la Siguanaba y la Llorona.  Todos ellos, personajes de la más rancia nobleza mítica chapina y latinoamericana.  Todos ellos, han sido asaltados en su oportunidad, y por eso ya no salen a recorrer las calles.  En su lugar, La misteriosa dama de negro sale a darles consuelo a las víctimas que no llegan a serlo.  Sale a perdonar a los que, en su defensa, se ven en la necesidad de quitarles la vida a los asaltantes, a los secuestradores y a los violadores.  Los dioses le han encomendado que lleve la luz de una vela, en señal de que ahí se ha hecho justicia.  

La foto es por Wilver Martínez, de Nuestro Diario.

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2 comments

  1. Mario Rodríguez.

    ¡Que excelente narrativa Luisfi! A ver que nuevas aventuras de la “dama de negro” este próximo sábado lo inspiran para un nuevo episodio, jajajaja…

  2. homohominilupus

    Creía que una de las obras más importantes de mi juventud era conocida por todos. Mi niñez siempre fue excepcional.Excepcional porque viví en una burbuja lejos de historias tristes, obscuras, peligrosas y PECAMINOSAS. Casi puedo empezar a creer que mi vida de niño la pasé dentro de un gigantezco convento católico -a la guatemalteca- como las historias que leía de “Juan Perico y su borrico” en el Barco de Vapor.Una de las pocas historias -prohibidas por supuesto- que llegó a mis manos hace unos 10 años fue “The Lady in Black” que salió a escena en 1913 y fue escrita por Anita Loos… el texto de la película vivió escondido en la librera PROHIBIDA de mis padres.He estado comentando sobre esta historia a muchas personas y a veces he dudado si acaso la historia de la silenciosa Dama de Negro había sido un producto de mi excesiva imaginación de niño inocente. hehehe!